Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 87: El perdón de un hermano

Uno tras otro bajaban las escaleras. Al llegar a la última, Nico le dio un apretón de dedo meñique a modo de ánimo. Al entrar al salón pudieron comprobar que la fiesta aún no había dado comienzo aunque los preparativos estaban casi listos. Rogelio se encontraba en pie, al lado de un sofá. En aquel momento era la única persona allí.

―Tu hermana está en la cocina ―dijo mirando a Izan―junto a tu hermano ―su mirada se volvió hacia Nico.

―¿Mi herma...? ―Pero las palabras de Nico se quedaron a medias, ya que el joven intentaba asimilar la conversación que había tenido con Izan un rato atrás. Así que optó por asentir simplemente.

Casi al instante bajó Malena, quién parecía estar sumida en la pulsera que llevaba en la muñeca. Después miró el reloj que llevaba y negó con levedad. Su vista se posó por un instante en Nico y luego la dirigió hacia Rogelio.

―¿Ha llamado Cecilia para decir algo de que llegarían más tarde?

―No, nadie me ha dicho nada.

Malena asintió y miró hacia la mesita que se encontraba con algunos platos de comida variada. Se acercó a uno y lo movió varios milímetros. Nico pudo observar como la mujer rozaba sus manos en el vestido primaveral que se había puesto. La repetición continua de aquel gesto le hizo comprobar que la madre de Izan estaba nerviosa.

Cuando la situación parecía que podía tornarse incómoda, el timbre sonó, sobresaltándoles. Rogelio iba a abrir pero Malena le detuvo con un gesto de su mano.

―Iré yo, no olvides, Rogelio, que hoy también eres un invitado ―y antes de encaminarse hacia la entrada de la casa, echó una fugaz mirada a Nico, asintiendo levemente. El joven sintió como si hubiera escuchado un suave saludo, pero no sabía si había sido real o producto de su imaginación. No pudo corroborarlo con Izan, porque en ese mismo momento entraron Amanda y Braulio al salón.

―Nico... ―susurró Braulio al verlo. Sabía que estaba allí y que tarde o temprano coincidirían, pero no esperaba que sucediera al salir de la cocina.

―Braulio... ―lo nombró a modo de saludo.

Nico sentía como las palabras no podían salir de su boca. Sentía como toda la valentía que minutos atrás había adquirido, se había esfumado en un segundo. Notó un pequeño roce en su dedo meñique, era leve pero sabía lo que significaba, él mismo lo acababa de hacer al bajar las escaleras. Miró de reojo a Izan, el autor de aquel roce, y asintió con la cabeza antes de mirar de forma fija a su hermano.

―¿Podemos hablar? ―Consiguió articular, notando como la valentía volvía a él de nuevo. Volvía con lentitud, pero era mejor que nada.

―Supongo... ―Braulio, manteniendo sus manos en los bolsillos desde que había visto a su hermano, se encogió de hombros.

―Mejor vayamos a la cocina ―Nico emprendió el camino haciendo que su hermano lo siguiera de cerca, justo al mismo tiempo que las invitadas que habían llamado al timbre, entraban al salón.

Lo primero que hizo Nicolás al llegar a la cocina, fue cerrar la puerta. No quería que nadie les interrumpiera, pero también sabía que era una forma de alargar aquella conversación pendiente. Él aún estaba dirigiendo la noticia, mientras que sabía que su hermano llevaba más tiempo esperando aquella charla. Ambos miraban disimuladamente los platos tapados que se encontraban esparcidos por la cocina, aún no estaba todo en el salón, así que tarde o temprano alguien entraría. Aquello fue el impulso que hizo que Nico hablase primero.

―He tomado una decisión respecto al piso...

―¿Eh? ―En un primer momento Braulio creyó que la conversación tomaría otros derroteros, pero enseguida asintió con la cabeza, maldiciéndose a sí mismo por haber albergado la esperanza de una posible reconciliación con su hermano. Aunque sabía que aquello era pedir demasiado.