Capítulo 16: El cuestionario

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Las clases empezaron a hacerse eternas, al menos más de lo normal para Nico e Izan, quien había pasado el recreo haciendo los deberes del primero y de su amigo Esteban. Sin embargo realizar aquellas tareas fue en balde cuando la clase correspondiente fue tomada para realizar un cuestionario sobre el futuro profesional del alumnado. No era la primera vez que lo habían realizado, un año anterior hicieron otro similar, se trataba de un estudio que duraba tres cursos para hacer una comprobación de los cambios que se iban produciendo con el paso del tiempo y el cambio de decisiones y de rumbos que podrían darse.

Izan no pudo evitar resoplar cuando se encontró de bruces con esa situación, después de haber hecho injustamente aquellos deberes se sentía frustrado al enterarse de que no había servido de nada. Pero peor era la situación en la que se encontraba en aquel momento, tenía que rellenar un cuestionario que no le pertenecía y dejar que Nico rellenase el suyo. Otro resoplido salió de su interior estremeciéndole. Notó que Nico escribía algo en su mesa disimuladamente y leyó el mensaje que le había dejado: Contesta tu cuestionario y yo el mío y luego nos lo intercambiamos. Tras leerlo lo borró apresuradamente y afirmó con la cabeza conforme con la idea que le había propuesto y un suave suspiro se le escapó por el alivio que sintió ante aquella solución.

Terminaron los test y se los intercambiaron sin ninguna complicación aparente aliviando a ambos notablemente. Cuando las clases acabaron, Izan fingió que se marchaba y el falso Izan se quedó con Estela para salir del instituto juntos. Ambos caminaban uniendo las manos y sonriendo a los compañeros a los que se encontraban por el camino, cuando los perdieron de vista se adentraron por otro camino con pocos transeúntes donde les esperaba Izan sentado en un banco destartalado.

―Por fin aparecéis ―refunfuñó Izan.

―No podíamos hacer nada, a no ser que quisieras que tus amiguitos sospecharan algo ―bufó Nico.

―No empecéis otra vez, por favor... ―resopló Estela.

―Lo siento Estela, pero no es agradable todo esto como comprenderás ―dijo Nico cruzándose de brazos.

―Bueno, vayamos a mi casa, ¿no? ―Dijo Izan levantándose del banco.

―Yo no voy chicos ―se apresuró a decir Estela.

―¿Tifany? ―Preguntó Izan sonriente elevando una ceja.

―No, ya quisiera yo ―suspiró―. Tu hermana, alguien tenía que hacer que no estuviera en casa, ¿no?

―Entonces tenemos poco tiempo, siempre que quedáis volvéis muy pronto ―resopló Izan.

―No te preocupes, no vamos solas, así que sí se alargará la cosa ―sonrió satisfecha ―así que chicos dejad los problemas a un lado y no os matéis ―bromeó y les dio un beso en la mejilla a cada uno antes de marcharse.

Nico e Izan recorrieron el resto del camino en absoluto silencio sin dirigirse la palabra en ningún momento. Al llegar a casa no había nadie, ni siquiera se encontraba Casandra.

―¿Comemos algo antes de ponernos? ―Propuso Izan al entrar en la cocina dirigiéndose al frigorífico.

―Algo rápido, quiero que resolvamos esto cuanto antes ―dijo Nico cruzándose de brazos.

―Hace tiempo que no cocino ―dijo abriendo el frigorífico y mirando lo que había en su interior―. ¿Algo que te apetezca?

―No tengo mucha hambre, me conformo con un sándwich o algo ligero ―resopló Nico un poco sulfurado.

Izan se encogió de hombros y asintió levemente sacando unos embutidos del frigorífico. Un rato después había hecho un par de sándwiches.

―¿Algo que quieras beber? ―Preguntó saliendo de la cocina.

―Con agua me conformo ―respondió Nico, quien había estado todo el rato apoyado con las manos en una mesa color camel situada en el centro de la mesa, mientras miraba como preparaba los sándwiches.

Nico se acercó al mueble donde supuso que seguían los vasos y tras coger dos los llenó de agua y siguió el camino que Izan había realizado hasta su cuarto.

―Es mejor que comamos a la vez ―dijo Izan cuando Nico apareció en la habitación con los dos vasos.

Cuando Nico llegó a la habitación, Izan se encontraba sentado en la silla desplegable dejándole la silla giratoria para que se sentara.

―Puedes sentarte en tu silla, yo me sentaré en la otra ―le espetó secamente Nico.

―Da igual, siéntate tú ―sonrió Izan. Nico se encogió de hombros y por no discutir se sentó.

―¿Por dónde empezamos? ―Preguntó Nico tras dar un bocado a su sándwich.

―Ese es el problema, no tengo ni idea ―resopló antes de probar su sándwich.

―¿Alguna página sobre cosas paranormales? ―Preguntó Nico e Izan negó rápidamente con la cabeza terminando de masticar lo que tenía en la boca.

―Miré anoche por internet y no descubrí nada ―suspiró.

―Bueno, supongo que salvo en las películas no es muy normal que estas cosas sucedan ni como fenómeno paranormal. ―La angustia se apoderó de pronto de Nico ―. ¿Esto quiere decir que nos vamos a quedar así para siempre? ―Le preguntó con un nudo en la garganta, mirando a aquellos ojos que habían sido suyos durante sus diecisiete años de vida.

―¡No digas eso! ―Exclamó angustiado Izan ―algo se nos va a ocurrir, te lo prometo.

―No prometas cosas que no puedas cumplir ―le espetó y continúo comiendo sin mirarle a la cara.

Cuando ambos terminaron de comer, Izan encendió su ordenador. El silencio volvía a impregnar el ambiente haciéndolo más incómodo que las anteriores veces. La búsqueda en internet nuevamente no surtió efecto alterando los nervios de Izan por momentos.

―Tan solo hay películas y experimentos sobre realidad virtual ―suspiró Izan.

―¿No creerías que nos íbamos a encontrar un mensaje tipo: Si tu cuerpo se ha cambiado con el de otra persona, aquí tenemos la solución? ―Preguntó con ironía y rintintín―. Porque claro, es algo que ocurre todos los días.

―¿Y qué hacemos, listo? ―Le espetó Izan sin esperar una respuesta, equivocándose.

―Casandra no está, así que podríamos entrar en su habitación e investigar, lo mismo encontramos algo ―dijo Nico levantándose de la silla y sonriendo con orgullo ante la idea que se había formado en su mente. Izan se quedó pensativo antes de responder.

―Creo que tienes razón, me parece buena idea, tengo que admitirlo ―sonrío amablemente.

―¿Tienes las llaves?

―Sí, sé donde están, sígueme ―dijo Izan saliendo por la puerta de su habitación dirigiéndose al lugar donde se encontraban las diferentes llaves de la casa, en una despensa de la cocina.

―¿Está con el resto de llaves? ―Preguntó sorprendido Nico.

―Sí, las del personal también están aquí ―tras un rato buscándolas dio con ellas y se las echó a Nico para que las cogiera al vuelo ―vamos pues.

Nico se quedó observando las llaves que colgaban allí distribuidas entre las que pertenecían a la familia y las del personal. Dentro de las primeras también estaban agrupadas por grupos según los diferentes miembros de la familia y las que eran comunes y únicas. No necesitaba observarlas detenidamente para saber que faltaba una en las que pertenecían a Izan, nunca había visto aquel lugar tampoco pero lo sabía. No había sido un don que le hubiera concedido el cambio de cuerpo, lo sabía porque se encontraban en la casa de sus abuelos, guardadas en el fondo de un cajón. Nunca había usado aquella copia pero siempre las había conservado pese al distanciamiento que con el tiempo se había producido. Sin más preámbulos siguió a Izan hacia las habitaciones del personal.

Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora