Dicen que equivocarse es de sabios, pero también rectificar. A veces creemos saber lo que ocurre a nuestro alrededor, creemos tener la certeza de que aquello que ven nuestros ojos es la única realidad existente y, sin embargo, pese a nuestras creencias, a veces, nada es lo que parece ser en realidad.
―¿De qué quieres hablar conmigo? ―Preguntó Estela confusa cuando Amanda se había marchado.
Nico comenzó nuevamente a caminar, sin embargo, en esta ocasión sus intenciones no eran regresar otra vez al lugar donde se encontraba el pub del que habían salido. Cuando Estela se percató de las intenciones de Nico, caminó rápidamente para proseguir el camino que el chico había comenzado.
―No es cuestión de que nos escuchen vuestros amiguitos ―dijo con rintintín Nicolás desde el cuerpo de Izan.
―Supongo, pero ellos siguen dentro del pub y ya ni estamos en la misma calle, así que dime, ¿qué pasa? ―Se cruzó de brazos mientras avanzaban.
Por la mente de la joven se pasó la idea de que Nicolás volvería de nuevo a intentar sonsacar alguna información de la cual ella no iba a revelar nada, no por nada, sino porque tenía claro que no le competía. Nico se paró en seco cuando vio que estaban lo suficientemente lejos y cruzó sus brazos con el semblante serio, sin dejar de mirar fijamente a la chica que había a su lado, quien también se había parado esperando escuchar qué le diría.
―Antes que nada, quiero que sepas que me trae sin cuidado el tipo de relación que tengas con Izan ―dijo de forma aclaratoria sin mover un ápice su semblante ni el tono de voz que estaba empleando.
Estela simplemente asintió esperando a que el joven prosiguiera, temiendo que su intuición pudiera hacerse real.
―Quiero decir, tenéis una relación liberal y me parece bien, cada pareja vive sus relaciones como le da la gana.
―Sí, te había entendido ―murmuró ella.
―Bien. Quizá esto suene como si yo pareciese idiota, puede que lo sea, pero eso no importa ahora ―dijo con una mueca antes de continuar hablando―. Es vedad que Izan se ha comportado en estos últimos años como un completo imbécil conmigo, pero también es verdad que lo conozco desde los seis años ―fulminó con la mirada a Estela―. Es curioso que cambió radicalmente cuando empezó a salir contigo.
Estela se maldijo para sus adentros al encontrarse en aquella situación. ¿Qué podía hacer? Se preguntaba mientras intentaba salir de aquella encrucijada con buen paso, algo que veía casi imposible. Nico se merecía muchas explicaciones, pero no por su parte. ¿Acaso ya sabía la verdad? Instintivamente miró hacia abajo unos segundos para después volver a mirar al falso Izan, quizá mantenerle la mirada fuese mejor, así al menos podía aparentar seguridad.
―¿Qué quieres decir con eso? ―Murmuró―. Creo que has bebido mucho...
―Sí, es verdad que he bebido más de lo que debería, pero es mi problema. Tengo claro que si Izan cambió radicalmente fue por ti, supongo que el amor hace que las personas hagan esas estupideces ―por un momento dejó de cruzar sus brazos, pero al cabo de unos segundos los volvió a unir de la misma forma que habían estado antes. En ningún momento dejó de mirar fijamente a Estela―. Al caso, estás jugando con él, es lo que veo.
Estela no pudo evitar en los últimos segundos de aquella conversación abrir los ojos como platos y negar internamente, sin embargo, decidió no decir nada esperando a que el joven continuase.
―Veo que no vas a decir nada, en fin, supongo que es porque llevo razón ―pese a parecer que aquellas palabras habían salido de forma satisfecha, Nico notaba un nudo en lo más profundo de su interior, y, si tenía algo claro era que no había sido por culpa del alcohol―. Has hecho que dejase toda su vida atrás para convertirse en aquello que tanto ha odiado siempre, y no sólo eso, no te quedas ahí nada más.
Nico volvió a descruzar los brazos, aunque esta vez no los volvió a cruzar, poniéndolos en esta ocasión sobre las piernas, haciendo que los dedos tamborilearan sobre ellas.
―No te quedas simplemente ahí, Estela, has ido más allá si eso puede ser posible. Es verdad que he dicho que no me iba a meter en vuestra relación, pero no lo estoy haciendo aunque parezca lo contrario. Como digo, a pesar de lo imbécil que ha sido conmigo estos últimos años, le conozco desde los seis años.
―¿Puedes dejar de repetirte e ir al grano de una vez, Nico? ―Bufó Estela exasperada.
―Sí, no se preocupe la señorita, que voy a terminar ya de desenmascararla, no se preocupe usted ―dijo con sarcasmo.
―Nico, ya... ―resopló ella sin ocultar un bostezo que salía de su interior.
―Tenéis una relación liberal, sí, pero no veo que sea recíproca. Mientras tú, quien me juzgas pero coqueteas con la Estefanía esa, Izan no liga con nadie más. Y no sólo eso, sino que luego vas y se lo cuentas como si nada ―suspiró, a pesar de su enfado, relajó el tono de voz de forma notable para continuar―. Él te quiere, ¿vale? Te quiere demasiado como para dejar toda su vida atrás y cambiar por ti, algo que no comprendo que haga la gente en el amor, pero en fin, él es capaz de aceptar que tú ligues con otras personas, se lo cuentes, le transformes radicalmente, pague tus cuentas, y mil cosas más.
Estela divisó como Nico, bajo el cuerpo de Izan, luchaba por contener a buen recaudo unas lágrimas que luchaban por salir de aquellos ojos que no le pertenecían.
―Por favor, si de verdad le quieres, no le hagas daño, no juegues con él... ―murmuró antes de darse media vuelta para marcharse―. No sé que tienes, no lo he descubierto aún, pero algo debe de ser, así que no dejes que eso que le conquistó se acabe perdiendo, no le hagas daño, por favor... ―susurró y comenzó a caminar sin mirar atrás, mordiendo aquel labio que no le pertenecía para no echarse a llorar.
Perpleja, Estela observó como Nico se marchaba. Cuando se dio cuenta las lágrimas habían empezado a brotar por sus ojos, pero le daba igual que la máscara de pestañas se esparciese por su cara. Con el dorso de la mano se secó las lágrimas antes de sacar su móvil para buscar el número de teléfono de Nico, el cual estaba utilizando Izan.
―Nico merece saber la verdad ―fue el mensaje que la joven tecleó antes de volver a guardar el teléfono en el bolso.
Cuando lo cerró se percató de que la mancha continuaba allí, por un rato se había olvidado de ella, al menos solo dos personas, aparte de ella, conocían de su existencia: Nico y Amanda, quien la había animado la segunda vez que había ido al servicio para intentar borrar aquella mancha sin éxito.
―¿Qué voy a hacer ahora? ―Masculló entre dientes antes de echarse a andar.
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Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo
Fiksi Remaja¿Qué pasaría si un día te despertases en un cuerpo que no es el tuyo? Esto es lo que le ocurrió a Nico e Izan, quienes una mañana se despertaron en el cuerpo del otro. A partir de aquel momento, tendrían que hacer frente al problema y descubrir jun...