La incomodidad albergaba en la sala de estar mientras los comensales engullían bocadillos recién hechos y veían una película que había traído Elisa. Aunque en realidad aquella incomodidad solo la sentía Izan ante la presencia de Félix, los demás eran ajenos a ella. Todos se encontraban absortos en la película menos él, no sabía qué hacer ni qué decir, pero sabía que antes de que se marcharan tendría suceder, ante todo tenía que solucionar el entuerto que había provocado con Nico. Quizá no recibiría su perdón, pero, al menos, corregiría su error.
Tras finalizar la película, todos comenzaron a recoger las sobras de la cena. En un momento dado, Izan y Félix se quedaron solos en la cocina. Izan sabía que aquel era el momento idóneo para tener la conversación pendiente, igual que sabía que Félix seguramente le pediría explicaciones de por qué no había respondido a sus mensajes. Carraspeó antes de iniciar la conversación.
―Quiero hablar contigo ―dijo encogiéndose de hombros.
―Lo imaginaba ―sentenció Félix―. Suponía que si no me habías respondido a los mensajes sería por algo.
―Chico listo ―murmuró Izan.
―No hay que ser muy listos, Nico. Dime, ¿cuántas veces has bebido? Es fácil, me perdonaste por culpa del alcohol pero no lo sentías de verdad. Así que en parte es mi culpa, tenía que haber esperado a otro día, lo siento.
Izan suspiró al sentir que la conversación sería más complicada de lo que creía, y eso que ya de por sí la encontraba bastante difícil.
―No tiene nada que ver el alcohol ―sentenció―. No te lo puedo explicar, porque no lo entenderías. Solo que ahora mismo es difícil aceptar tus disculpas... ―bufó exasperado al no saber cómo solucionar aquel embrollo.
―Nico, no me debes ninguna explicación. Soy yo el que te la debe a pesar de haber pasado más de dos años ya ―sentenció apoyándose en la mesa de la cocina.
―Supongo, pero... ¿podemos hablar de esto en otro momento? ―Sabía que era lo mejor, si Nico no quería que se enterase no iba a contribuir a que esto sucediese.
―Pero, ¿por qué? ―Félix le miró apenado pero Izan negó con la cabeza.
―No puedo explicártelo, de verdad, pero lo hablaremos más adelante, y me explicarás lo que quieras, pero por el momento es mejor que no.
Félix negó con la cabeza pasándose las manos por el pelo.
―No sé qué te ha hecho cambiar de opinión de esa forma tan radical. Pensé que lo que querías hablar era de todo esto y es todo lo contrario....
En ese justo momento irrumpió Azucena en la cocina con un bol vacío que había sido utilizado para colocar las palomitas.
―Espero no interrumpir ―dijo con timidez acercándose al poyete de la cocina para colocar el cuenco.
―No te preocupes, Azu, solo le comentaba a Nico que me tenía que ir ya. Nos vemos en estos días, ¿vale? ―Le dio un suave beso en la mejilla a Azucena como despedida y después miró a quien creía que era Nico―. Adiós, Nico. Supongo que ya hablaremos ―intentó mantener la compostura delante de Azucena pero salió rápidamente de la cocina.
Mientras Izan comenzaba a guardar algunas cosas en sus respectivos lugares, algo que había aprendido en el poco tiempo que llevaba allí, Azucena le miraba con atención, indecisa de decirle lo que tenía en mente o guardárselo para ella. A pesar de la timidez de la chica, algo que destacaba en ella, era su sinceridad, era capaz de dejar su vergüenza a un lado si consideraba que tenía que hablar algo serio.
―¿Ha pasado algo? ―Decidió abrir la conversación de esa manera.
―¿A qué te refieres? ―Preguntó enarcando una ceja mientras encendía el agua del grifo para lavar algunos de los vasos que habían sido utilizados.
―Vamos Nico, yo creo que sí sabes a qué me refiero. No sé qué habrá pasado entre tú y Félix, el otro día estaba feliz porque habíais solucionado vuestros problemas y luego solo ha estado decaído. No sabía si venir o no, y ahora se ha ido bastante triste... No sé qué os pasaría hace unos años, pero todo el mundo necesita una segunda oportunidad.
―Es complicado, Azucena ―cortó el agua para continuar después fregando los vasos―. Te agradezco que te preocupes pero...
―Solo quiero decirte que es hora de que seas feliz. Desde que conozco a tu hermano siempre ha estado preocupado por ti, no imaginas la alegría que le dio el día que saliste con nosotros. Siempre estás en casa y ni si quiera sales con los amigos de tu anterior instituto. Así que el hecho de que te reconciliaras con Félix animó mucho a tu hermano, y sinceramente, a todos nosotros ―paró unos breves segundos antes de continuar de hablar mientras deslizaba sus manos sobre su falda por culpa de su timidez―. No se puede vivir siempre anclado en viejos amores, hay que dar cabida a las nuevas oportunidades que se presentan, y Félix creo que es una gran oportunidad.
Aquellas palabras sorprendieron a Izan, quien miraba fijamente a la chica. ¿Qué acaba de decir? ¿Viejos amores? ¿Oportunidades nuevas? ¿Félix? ¿Qué sabía Azucena? La joven se dio cuenta de la expresión que mostraba su cara y respondió sin que este le preguntase.
―Bueno, tu hermano nos contó un poco sobre Izan... ―murmuró encogiéndose de hombros.
La única respuesta que recibió fue un enarque de cejas. Mientras en su interior intentaba asimilar todo lo que la chica había dicho. ¿Qué sabía Braulio? Su cabeza daba vueltas internamente mientras intentaba asimilar todo, sin éxito alguno.
―Prefiero no hablar del tema ―decidió decir al fin, sintiendo los nervios en aquella voz que ni si quiera era suya, pero sabía que con la suya hubiera salido de una forma similar.
―Vale, pero si algún día quieres hablarlo, aquí me tienes ―dijo dándole un tímido abrazo.
―Gracias ―susurró él devolviéndole el abrazo.
Carlos y Elisa entraron en aquel momento a la cocina.
―¿Qué hacéis? ―Preguntó Carlos mirándoles atentamente―. ¿Ligando con mi novia?
―¿Eh? No, no, para nada... ―dijo un poco nervioso aún.
Carlos empezó a reír haciendo que Elisa se le uniera.
―¡Nico, por favor! Ya lo sé, era solo una broma ―dijo uniéndose al abrazo y dándole un beso a Azucena en la cabeza y otro al que creía ser Nico―. Sea lo que pasase, si Azucena ha hablado contigo, todo está solucionado ―sentenció firmemente.
―Bueno... No como creía pero un poco ―sonrió Azucena antes de darse un fugaz beso con su novio.
―¿Comiendo delante del hambriento? ―Bromeó Elisa―. Pobre Nico.
Izan negó con la cabeza y se dispuso a continuar fregando los utensilios de la cena. Lo único que quería en aquel momento era desaparecer de aquella cocina, algo que sabía que no era posible, por mucho que en las últimas semanas hubiese descubierto que pocas cosas hay imposibles, pero si algo tenía claro, que lo favorable sí que lo era.

ESTÁS LEYENDO
Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo
Genç Kurgu¿Qué pasaría si un día te despertases en un cuerpo que no es el tuyo? Esto es lo que le ocurrió a Nico e Izan, quienes una mañana se despertaron en el cuerpo del otro. A partir de aquel momento, tendrían que hacer frente al problema y descubrir jun...