Capítulo 27: La última feria

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―¿Por qué la pregunta? ―Enarcó una ceja Izan cuando Nico le mostró la foto pidiéndole explicaciones.

―Repito, ¿de dónde la has sacado? ―Preguntó con tono autoritario. Izan se la arrebató de las manos.

―Es para ponerla en la cartulina, nada más ―respondió también con seriedad.

―Sí, imagino que es para el croquis, pero no es esa mi pregunta ―le espetó sin cambiar ni un ápice la seriedad en el tono de su voz―. ¿Has registrado acaso mi habitación? ―Más que una pregunta sonaba como una acusación.

―¿Qué? ¡No! No te equivoques, no tengo porqué hacer algo así ―respondió rápidamente.

―¿Y entonces de dónde la has sacado, eh? ―Su tono seguía siendo acusador, demostrando que no creía en las palabras que Izan le decía. A pesar de que estas eran dichas con su propia voz, no creía en ellas.

―Es mía, ¿vale? ―Refunfuñó él.

―No te creo. Antes no me dejabas mirar las fotos, era porque tenías una que me habías cogido, no mientas ―le señaló con el dedo índice.

―¿Por qué no me crees? ―Bufó Izan levantándose de la cama mientras daba vueltas por la habitación―. No era que no quisiera que no vieras lo que había traído, a fin de cuentas íbamos a utilizar las que he traído.

―Ya, claro. ¿Y entonces? ―Nico se dirigió hacia su armario apoyándose en él.

―No solo me llamas mentiroso, que también ladrón ―bufó Izan protestando―. ¿Sabes por qué no quería que en ese momento las vieras? ¿Sabes por qué, eh?

―Porque me has robado la foto, has registrado mi habitación y rebuscado en ella, ¡quién sabe para qué!

―¿Y qué gano yo con robarte? ¿Eh? ―Se acercó hacia él―. Vamos, Nico, ¡dime qué leches saco yo haciendo eso!

―No te acerques más ―dijo poniendo una mano como escudo―. Fácil, cualquier foto que me ponga en un aprieto para reírte de mí con tus amiguitos, así que no me tomes por tonto.

―¿Me ves capaz de hacer eso? ―Dijo con la voz algo quebrada pero intentando aguantar la compostura―. Veo que me conoces poco... ―murmuró.

―Es lo que me has demostrado en estos dos últimos años ―susurró Nico.

―¿Te he robado? ―Preguntó cruzándose de brazos, guardando las distancias pero sin retroceder sus pasos, estando frente a frente cada uno, como si ambos tuvieran en frente un espejo.

―No, pero has hecho cosas peores. Es normal que no me pueda fiar de ti ―confesó―. Así que supongamos que no mientes, en ese hipotético caso, ¿cuándo has sacado de tu casa la fotografía?

―Podría decir que fue cuando era yo mismo, pero eso sería mentira.

―¿Y entonces? ―Nico esperaba una respuesta que pudiera convencerle, si aquello pudiera pasar.

―El otro día... ―resopló volviéndose a acercar a la cama de Nico y sentándose en ella.

―¿Qué, cómo? ¿Y tú familia, no te vio? ―Nico estaba confuso ante lo que Nico le acababa de revelar.

―Lo siento ―murmuró―. Casandra me avisó de que no había nadie en casa por un rato y fui un momento, ¿vale? ¿Contento?

―¿Y por qué no me avisaste? Podríamos haber seguido averiguando algo, cualquier momento, por pequeño que sea puede ser importante ―decidió sentarse a su lado echando a un lado la cartulina.

Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora