Una, dos, tres bombas.
Mi goma de mascar ya no tenía sabor después de mascarlo un rato.
Cuatro, cinco, seis. Era hora de tirarlo a la basura.
Cambié de página en el libro y solté un suspiro cansado, la biblioteca estaba más silenciosa de lo normal. Muy aburrida como siempre. Lindsey estaba en frente de mí escribiendo algo en su libreta de biología frunciendo el ceño tan fuerte como le era posible. Una gota de sudor caía por su frente y parte de su cabello azabache se le pegaba a la cara por lo mismo. Me dio un poquito de asco. Un tic que tenía era que se relamía los labios cada cierto tiempo, ese definitivamente era el nivel de concentración más alto que Lynz alcanzaba en un momento como este.
Inspeccioné el tamaño de esa cosa, del libro, y lo comparé con el mío, entonces reí bajo pues no era nada a cambio de lo que estaba en mis manos. Es más, ni siquiera entendía lo que se supone que había estado leyendo durante diez minutos.
—¿Qué?
Lindsey dejó de escribir y me miró alzando una ceja. Dejé de reír.
—Nada, es que ya no soporto seguir aquí.
—¿Siquiera has leído algo? Porque tienes que entregar la tarea mañana.
Rodé los ojos alejando un poco el libro.
—Lo sé, lo sé. Pero no puedo hacerlo aquí, necesito música o algo. Este silencio me desespera y me pone de malas.
Lindsey regresó la vista a su trabajo y negó.
—Estás exagerando, como siempre.
—En serio quiero irme, tengo hambre —hice un puchero esperando a que me hiciera caso pero la pelinegra parecía estar más ocupada en su tarea que en mí, su mejor amigo.
Había conocido a Lynz en secundaria, desde ese entonces llevábamos años manteniendo una amistad con base de insultos, golpes, algunos cumplidos y burlas. Más o menos la relación que tenía con mi hermano, puesto que eran las únicas personas que permitía que me hablaran así. Y ella también era una perra.
Acerqué mi cara a ella impulsándome desde mi asiento y respiré sobre su cabello tratando de obtener una reacción, sabía que trataba de contenerse para no empujarme o golpearme la cabeza porque de verdad necesitaba terminar aquel ensayo, sonreí victorioso cuando noté esa vena comenzar a resaltar en su frente.
—Sólo dame cinco minutos y estarás en el suelo pidiendo clemencia Way.
Me alejé con una sonrisa burlona y me crucé de brazos. Igual necesitaba estudiar para una prueba que presentaría al día siguiente y estaba consciente de que con lo poco que había leído desde antes no me alcanzaría ni la mitad del porcentaje.
Esto me agobiaba, el calor del lugar no ayudaba para nada también. Había venido porque le debía un favor a mi mejor amiga y quería que la acompañara a la biblioteca porque no quería estar sola. Pero era absurdo ya que ni siquiera podíamos hablar porque sólo se la pasaba escribiendo.
Saqué mi teléfono porque ya estaba más que aburrido, deslicé mi dedo en la pantalla buscando el contacto de Pete, otro amigo, y escribí un mensaje rápido citando su presencia urgentemente. Si no podía hablar con la pelinegra mínimo él podía hacerme compañía.
—Afuera.
Alcé la vista cuando habló y ella me indicó la salida con un dedo sin siquiera mirarme.
—¿Qué?
—Vete de aquí jodido teñido, me estás distrayendo demasiado —farfulló.
Abrí la boca indignado porque me estaba corriendo y entrecerré los ojos, su mirada se cruzó con la mía y me di por vencido casi de inmediato. A veces me daba miedo y no entendía como podía haber tanta fuerza en ella, pero bueno, ya quería irme desde antes.
—Nos vemos mañana malagradecida —contesté levantándome.
Lynz no dijo nada porque su trabajo más pesado era el ignorarme, guardé todas mis cosas en la mochila mirándola de reojo y sentí mi teléfono vibrar.
Wentz: "Viejo, estoy bastante cómodo en mi casa"—Ugh, jódete Pete —murmuré guardando el aparato en mi bolsillo.
Ahora me sentía más idiota, pero no quería que alguien me viese salir de aquí.
No tenía opción, caminé hasta la salida lentamente mientras me despedía de la bibliotecaria con la mano, esa señora era una de las pocas personas que toleraba del instituto. En lo que mis pasos se hacían presentes en el pasillo pensaba en ir a comprar algo para beber de regreso a casa hasta que otro chico pasó y me empujó con su hombro haciéndome a un lado.
Estaba dispuesto a gritarle, hacer una rabieta por su descuido y exigirle algún ungüento por el nuevo moretón que aparecería porque mi piel era bastante delicada, pero él fue más rápido siendo que volteó con una mueca.
Y yo hice otra al verlo bien.
—Lo siento mucho —dijo acomodándose esas gafas grandes y feas que traía. En su rostro se veía arrepentimiento y, ¿Miedo? Quizás sentía vergüenza y comenzó a temblar.
Ojalá haya sido mi imaginación.
—No importa —dije restándole importancia luego de unos segundos y le dejé ir.
No valía la pena hablarle más.
Asintió y se fue agarrando con más fuerzas los libros que llevaba en los brazos. No era la primera vez que lo veía por aquí, pero siempre decidía ignorar a la gente que se veía patética como él. De hecho, me había topado con él en bastantes ocasiones porque, después de todo estudiaba en el mismo lugar, pero evitaba pasar a su lado porque me ocasionaba náuseas. Siempre lo encontraba leyendo, vistiendo con ropa holgada y fea, teniendo el cabello un poco largo y grasoso.
No era el prototipo de nerd bonito, mucho menos era alto como los demás, y para rematar se encorvaba por la timidez. Sólo lo había visto hablando con dos o tres chicos en el instituto así que suponía que debía ser alguien antisocial y marginado.
Todo lo contrario a mí.

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Frankie |Frerard|
FanfictionGerard Way es popular y un imbécil con las personas de su escuela, un día fija su atención en un chico un tanto "especial". Su misión será pervertir a Frank para su beneficio, pero no todas las cosas saldrán como esperaba.