21.- ¿Arrepentido?

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Pregunta, ¿Alguna vez han sentido un desgaste emocional tan fuerte que todo el día han querido llorar?

Me pasa mucho últimamente y eso que puedo estar riéndome de un meme pero ese sentimiento o emoción sigue ahí. Sólo pienso "yaaaa, veteeee".

Pd: pensaré en mejores preguntas, lo prometo.

****

Las cosas nunca saldrán como tú las planeas. Es decir, nunca tengas expectativas tan altas de alguien o algo. La vida no funciona así. La mejor forma de no decepcionarte es tener las expectativas bajas o simplemente no esperar nada. Sólo así te sorprenderás de una buena manera, o al menos no te desilusionarás tanto.

Armando hablaba y hablaba en clase, yo no podía prestar total atención.

Todo giraba en torno a los hechos sucedidos aquella noche. Aún me dolía, me dolía ver a Gerard tan lejos de mí, comportándose como un completo imbécil, odiándome con su alma. Me dolía porque después de todo lo que habíamos pasado... Simplemente no había significado nada para él. Y todavía tenía el cinismo de odiarme como si yo hubiese cometido el error.

—No sé a ustedes pero a mí me regocija cuando un autor te trae de aquí para allá, algo como decir "te extraño, te amo" de una forma metafóricamente, carajo. A veces no basta con decirlo, es más, el amor no sólo se dice, se demuestra. A veces demostrar el amor es mucho mejor que todo, pero escribirlo... —soltó una risa. —Cuando escribes sobre eso, quiero creer que tienes un gran poder, y si ese escrito logra mover algo en la audiencia, el trabajo ya fue realizado.

¿Por qué precisamente tenía que hablar del amor?

¿Es que acaso hoy todos querían verme llorar como un bebé por el corazón roto que tenía?

Apreté la mandíbula y me dispuse a garabatear en la libreta hasta escuchar otra cosa.

—Profesor, ¿sabe de la existencia de El poema del Bohemio? —preguntó alguien cuya voz no reconocí. Sólo sabía que era de una chica.

Armando, abriendo los ojos con una sonrisa, asintió con fuerza y caminó hasta quedar a unos centímetros de distancia. Sus ojos se habían iluminado cual niño con un dulce en su campo de visión.

—Justamente tengo una anécdota de eso —volvió hacia el escritorio y se sentó sobre el. —Una vez viajaba en autobús, en la primera caseta un hombre de traje, bien peinado y bien parecido se levantó de su asiento y se colocó detrás del conductor y copiloto. Todos rápidamente fijaron su atención en esa persona, entonces él con una sonrisa dijo: Señores, nuestro recorrido es de doce horas, sé que es un trayecto bastante pesado y muchos de aquí ni nos conocemos. Pero hay algo que tienen qué saber. A mí me encanta declamar y si me lo permiten les contaré El poema del Bohemio.

>>Rápidamente pensé "En la madre" porque todos aquellos que lo conocen saben que no es tan fácil de recordar o recitar. Entonces cuando terminó de hacerlo todos aplaudieron y le agradecieron por hacer un viaje menos pesado. Yo no aplaudí, solamente me levanté y le felicité, me había enganchado el muy desgraciado, ¡Qué maravilla para declamar tenía ese hombre!

Por el contrario, yo habría pensado que el hombre les quería asaltar o algo por el estilo, pero al profesor le pasaban buenas cosas. La clase terminó y levanté mis pertenencias con suma delicadeza, no tenía prisa, ¿a dónde ir ahora?

¿Qué hacer con una persona que parecía zombie por los pasillos de la universidad?

—¡Frank! —gritó alguien a lo lejos y yo me volví.

—Uh... ¿Si? —pregunté aferrándome a las correas de mi mochila.

—Vamos en la misma clase, literatura. Ayer me prestaste tu lapicero, quería devolvértelo pero te fuiste antes. Toma.

La chica rubia con rubor en las mejillas estiró su mano y yo agarré el objeto, asentí. Se encontraba en perfectas condiciones, qué decir, era un lapicero sin importancia realmente. De todas formas sonreí ante el gesto de regresarlo.

—Gracias.

—A ti.

Sin más me dedicó una sonrisa y se fue. Me sentí mal, ella conocía mi nombre pero yo no el suyo.

Cuando seguí en mi camino vi a lo lejos la mirada fría y molesta de Gerard sobre mí, sus ojos color esmeralda quemaban mi cráneo pero la quitó tan rápido como pudo y desapareció, ¿Qué había sido eso?

Por primera vez en el día lo había visto con su atención en mí, aunque ya sabía de qué se trataba. Todo se había reducido a eso.

¿Pero de qué estaba molesto él?

Si en primer lugar el se había encargado de estropear todo.

Negué con molestia y caminé hasta la cafetería, en donde se supone me esperaba Ray. Ese lugar era donde menos preferiría estar, allí estaba expuesto, allí se encontraba Él. Maldita sea, era una mala idea llegar.

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—Estaba cerca de Gerard pero a él no le importó y prefirió irse con otra persona, no me queda duda que le hace feliz mi sufrimiento —recordé.

—Frank...

—Él actúa como si yo tuviera la culpa de todo Ray, no entiendo qué le pasa. Pensé que era especial, que teníamos algo, pese a toda es basura que me hizo prometer. Me hizo sentir único para luego dejarme caer, jugó conmigo.

—Me gustaría que le dieras una cucharada de su propia medicina, sabes muy bien que Gerard odia eso, hazle sufrir.

—No puedo hacerlo, yo no tengo las habilidades para eso y de todas formas, ¿Qué ganaría? Yo no podría utilizar a ninguna persona, y él no me podría odiar más de lo que ya lo hace por exponerlo.

Me llevé las manos a la cara para cubrirme pero sólo bufé con molestia.

Yo, Frank Iero, era un idiota.

Mi amigo suspiró.

—Estás totalmente perdido, pero, ¿sabes? Gerard ya se arrepintió de todo esto, eso que ni qué. Lo peor es que lo está pagando en silencio.

—¿Arrepentido? ¿Me estás jugando?

—No, en serio está pasándolo mal. Sólo mira, Pete casi no le habla, Lynz es la única que por ratos le acompaña pero, ¿acaso te diste cuenta de con quiénes está ahora? Es más, su presencia se ausentó del lugar, ¿desde cuándo Gerard come en otro sitio siendo que sus "amigos" están aquí?

Desvié la mirada para localizar a su grupito y solamente eran cuatro, Patrick, Pete, Lynz y otra chica del cual no recordaba su voz, mucho menos su nombre. Él se había ido. Al parecer yo no conocía a mucha gente. De todas formas me encogí de hombros y jugué los vegetales con el tenedor.

—No lo sé.

Después miré el moratón que Gerard le había dejado a mi amigo cerca del ojo. Me sentí mal. 

—¿Ellos han vuelto a hablar contigo?

—Poco. Creo que se encuentran avergonzados. 

Raymond bajó la mirada a su bebida y dio largos tragos.

—Oye, lo siento. 

El rizado me miró con confusión y yo le señalé el golpe con mi índice. Él sonrió divertido. 

—No te preocupes, no es nada. No me arrepiento de defender a mi mejor amigo. 

Sentí un vuelco en el pecho cuando dijo lo último. Me sentía muy cansado, ya me quería ir a casa. 






Frankie  |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora