5.- De compras

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El viernes estaba con mi hermano en la sala de la casa, Mikey un lado comía de una bolsa con frituras. Lo había fulminado tantas veces con la mirada que bien estaría hecho polvo pero él no se inmutaba y se percataba de mi molestia que comenzaba a incrementar con cada mordisco que daba. Me estaba volviendo loco.  Antes había comido de esas cosas, cuando era más pequeño, pero ahora no me permitía ingerir cualquiera de esas porquerías empaquetadas.

Uno: dañaba mi hermosa y esbelta figura que me había costado trabajo conseguir.

Dos: el medio ambiente no necesita las mierdas del plástico y bolsas.

—¿Podrías tirar tu basura, hermanito?

—Estoy comiendo, no me jodas Gee.

Agarré el control remoto y le subí sólo un poco al volumen. Todavía le había hablado con cariño y sabía perfectamente cómo me ponía con sólo ver la comida chatarra. Obviamente me estaba fastidiando.

—No entiendo porqué te gusta algo que después dañará tu ano. El picante es horrible.

—Todos decidimos con qué queremos dañar nuestro ano. Yo elegí el picante y tú los penes —susurró pero fue lo suficientemente alto como para que lo escuchara.

Rodé los ojos. 

Crucé mis piernas y dejé el teléfono en el sofá, todavía no llegaba Pete pues lo había citado junto a Lynz para que me ayudaran con el chico. Aunque analizando las cosas... 

No tenían porqué hacerlo ya que era mi trabajo, pero igual ya era tarde para retractarme. Me levanté del asiento y agarrando el móvil subí escaleras.

—¡Estaré en mi habitación! —anuncié.

Cerré la puerta con seguro y marqué el número que tenía aún en el papel arrugado. Tuve que esperar unos pocos segundos.

¿Diga? —respondió una suave voz a través de la línea telefónica.

—Frankie, soy Gerard, ¿te acuerdas de mí?

Por supuesto.

Sonreí con aires de superioridad. 

Genial, me gustaría hablar contigo. Mejor aún, proponerte algo... ¿Estarías libre esta noche?

S-si si, claro —dijo al instante. —¿Paso por ti?

No cielo, yo lo haré, ¿podrías darme tu dirección? —pregunté al mismo tiempo que buscaba algo donde anotar. Cuando terminó de decirme el nombre de la calle dejé el bolígrafo encima de la libretita. —Okay, espero que en tu casa no se molesten si llegas un poco tarde.

No —contestó soltando una risita nerviosa. —No te preocupes.

Asombroso —volví a sonreír de que las  cosas salieran a mi gusto. —Entonces paso por ti a las nueve. No me hagas esperar Frankie, porque lo odio.

Y colgué.

Apreté el aparato entre mis manos y me dejé caer boca arriba con una enorme satisfacción en la cara. Estaba ansioso de lo que podría lograr con el chico. Unos toques seguido de llamados rompieron mi burbuja y me encontré con mis amigos mirándome impacientes.

—Necesito tu auto.

—Yo también estoy pasando un lindo día Gerard, gracias por preguntar.

Pete puso los ojos en blanco y se adentró a mi habitación sentándose en el puff rojo que estaba a un lado de mi cama, me hice a un lado para que Lindsey pudiese entrar. Una vez instalados me puse en frente de ellos.

—Pienso llevar a Frank de compras.

—¿El nerd?

—Sip.

—Eres una perra Gerard, ¿lo sabías? —dijo Lindsey cruzándose de brazos sin convencerla aún. Quise rodar los ojos pero decidí tomarlo por el lado amable y no lo discutí.

—¡Lynz! —grité y Pete rio bajito. —Lo sé y me encanta.

Wentz echó su cabeza hacia atrás y se lo pensó un rato, yo estaba impaciente. Iban a dar las siete y tenía que arreglarme todavía. Moví mi pierna en un tic esperando su respuesta, finalmente enfocó su mirada en mí.

—¿Qué tienes planeado hacer?

—Ya les dije...

—Con mi Betty —me interrumpió.

Deben de saber que la debilidad de un hombre (a parte de las mujeres si son hetero) son los autos, Pete no sería la excepción. Aunque eso de ser hetero no estaba muy seguro. El suyo era un modelo bastante bonito a decir verdad, pero no recordaba el nombre. La situación es que, un día descubrió que aparentemente su auto era una, ¿hembra? Y desde ese entonces la apodó Betty mientras que al mismo tiempo la cuidaba con su vida.

Nadie tocaba a su Betty.

Nadie podía manejar a su Betty.

Y bueno, tenía bastantes reglas con respecto a ello. O ella.

Como sea.

—Sólo llevaré a Frank a comprar ropa, no haré nada malo —dije poniendo cara de cachorrito. —Además manejo bien, me has visto.

Entrecerró los ojos. Lindsey miraba la escena con diversión y fastidio. 

—Nada de sexo —sentenció.

Alcé una mano y la otra la puse encima de mi pecho, justo donde iba mi corazón.

—I promise.

Hizo una mueca y se tardó minutos en sacar las llaves de su pantalón para entregármelas. Cuando las obtuve felizmente sonreí, Lynz abrió los ojos sorprendida porque pensó que no me saldría con la mía. Tanto ella como yo pensamos también que Pete tardaría en ceder, finalmente con un puchero se hundió en su lugar.

—¡Gracias!

—No hagas que me arrepienta de esta decisión.

—No lo haré.

Caminé hacia mi armario y comencé a buscar el atuendo que llevaría en esta noche tan "especial". Empecé a sacar casi toda mi ropa poniéndola en la cama y mis amigos sólo se quedaron observando todas mis vueltas. Deseaba mucho que la pelinegra me ayudara pero mi orgullo me ganaba. 

—Usa la chaqueta roja —comentó Lynz como si hubiese leído mis pensamientos y le agradecí.

Tenía a la mejor amiga del mundo.

Frankie  |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora