10.- Sal a que te de el sol

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Frank:

No era débil, sólo inexperto, supongo...

Había faltado a clases.

Yo, Frank Iero, una rata de biblioteca, el chico de dieces, el de asistencia perfecta, el que normalmente salía hasta al último del salón para tener todos los apuntes en orden y perfectos había faltado a clases casi cuatro días. No quería ir porque me sentía horrible, como una basura.

El recuerdo del bar de esa fatídica noche aún estaba muy presente en mí y quisiera nunca haber ido.

Mis padres estaban muy preocupados, les había dicho que no me sentía bien y me habían dejado en casa a causa de la "enfermedad", pero no estaban del todo seguros pues a mí nunca me pasaban estas cosas. Sentía que en cualquier momento vendría un doctor y les diría que sólo tenía una pequeña depresión por desamor o algún tipo de mierda parecida.

Todo a causa de Gerard Way.

No entendía como algo tan hermoso podía ser tan malévolo al mismo tiempo. Me había tratado horrible, me había humillado y llevaba marcado en mi piel como fuego todo aquello que me había obligado a hacer al igual que en mi corazón. No podía mentir, también me había gustado, pero podía recordar perfectamente el odio en sus ojos y en sus palabras, sus ganas de asesinarme, ¿en verdad me odiaba? ¿en verdad le daba igual todo? ¿en verdad me lastimaría... aún más?

Esto no podía seguir así, tenía qué hacer algo, tenía que pensar en algo.

Sin embargo, no tenía ganas de nada. Él podía hacer todo lo que yo tenía prohibido, todo lo que quisiera y yo no sólo era su juguete, me había convertido en su mascota, ¿Qué más me deparaba el futuro? ¿En realidad valía la pena todo eso por un poco de atención?

Solté un suspiro y me sorbí la nariz.

Era mi culpa por haberme enamorado de la persona menos indicada en tan sólo unos días, de alguien que, con un chasquido de dedos, podía obtener a quien quisiera.

Y era patético.

Patético porque cuando Gerard se aburra de mi simplemente me dejará botado con un corazón hecho trizas.

Estaba perdido.

—¿Frankie? ¿amor? —preguntó una voz femenina del otro lado de la puerta.

Me cubrí aún más con la sábana y solté un gruñido. No quería nada, Linda no podía ayudarme esta vez.

—Vamos campeón, abre la puerta. Hay alguien que quiere verte.

La voz de papá la reconocería en cualquier parte del mundo, pero, ¿Qué había dicho?

¿Podría ser...?

Alcé un poco la cabeza curioso y al no escuchar nada más me levanté arrastrando los pies, debía ser una broma, ¿no? Porque Gerard nunca vendría a mi casa para saber qué me ocurría. De todas formas me detuve con una mano en la perilla y traté de escuchar algo.

—Ya abre Frank, sé que estás ahí. Puedo ver tu sombra por debajo.

Sólo era Raymond.

Desanimado regresé a mi cama.

—Pasa —solté malhumorado.

Agarré una almohada y al escuchar el pequeño chirrido de la puerta supe que el del afro ya estaba dentro. La apreté contra mí cuerpo y suspiré conteniendo un nuevo puchero, ¿Cuándo me había vuelto tan llorón?

—Te miras terrible y diferente, ¿Qué demonios te has hecho?

—Dime algo que no sepa —dije evitando entrar en explicaciones.

—No me estoy quejando, te miras bien a pesar de toda la mierda, creo -comentó acercándose. -Quitando el hecho de todo el basurero que tienes aquí, las enormes ojeras y... todos estamos preocupados por ti.

—Lo siento —fue lo único que dije. 

Ray asintió y tomó asiento a un lado de mí en la cama, puso una mano en mi costado y bufó.

—¿Qué ocurre contigo? Tus padres me comentaron que has estado saliendo con un chico y eso es verdaderamente nuevo, ¿lo conozco?

—Vaya que sí —dije y me volteé aún estando recostado para verle directamente. —Es Gerard.

—¿Way?

Moví la cabeza en modo de afirmación y tímido bajé la mirada. Alzó las cejas un poco sorprendido y borró la sombra de sonrisa que tenía en el rostro.

—Él ayudó a cambiar mi aspecto pero... No sé si esto sea la correcto. Me siento mal.

No le iba a contar lo del bar. 

—Tienes cara de zombie. Sal a que te dé el sol.

—Ray...

—No me importa si incluso sales con el jodido Príncipe Harry, tienes que subir ese ánimo ahora y darte una ducha. Hueles feo —dijo quitándome todas las mantas de encima. —Si sales con Gerard deberías regresar a la escuela y evitar que esté con otros chicos.

—No funciona así —respondí tímido.

Entonces Ray apretó los labios y entendió a lo que me refería. Me senté y pasé una mano por mi cabello, todavía se encontraba suave por el acondicionador y la grasa.

Iugh.

—Maldición, caíste en su red ¿cierto?

—Creo que sí.

—¿Y eso qué? Joder Frank, puedes sacar provecho de tu nuevo look y de todo esto. Puedes demostrarle que tú también sabes jugar, no por algo tú inteligencia es enorme.

—Es que no lo entiendes, es demasiado complicado y las cosas no son así de fáciles.

Sus ojos marrones recorriendo toda mi cara y los entrecerró.

—Con Gerard nada es fácil, ¿en qué te has metido?

No supe cómo responder.

∆~∆~∆~∆~∆


Después de mil sermones más me metí a la ducha y me llevé un susto al no reconocerme en el espejo. No terminaba de acostumbrarme, a veces no parecía el mismo chico de hace dos semanas con granitos, gafas horrendas y unos tremendos libros en las manos. 

Me quité los lentes de contacto dejándolos en su estuche. 

Dejé que el agua limpiara mi cuerpo, así estuve hasta que la conciencia de desperdiciar tanta agua me golpeó salí y coloqué una de esas cremas para la cara que el pelirrojo me compró, me sentía renovado, un poco triste todavía pero un poco mejor con la reciente visita de la mañana.

Esto no se iría pronto. Los sentimientos.

Terminé de arreglarme con la ropa que me había dado y me coloqué mis gafas, aquí no tenía que fingir, pero cuando me miré en el espejo del baño sentí un nudo en la garganta. Todo me recordaba a él, era tan difícil sacármelo de la mente siquiera unos minutos. 

Bajé a la sala y miré a mis padres estar en el sofá con Ray en uno más pequeño. Ya era suficiente, no quería lastimarlos más.

—Mañana iré a la universidad —anuncié cuando todos posaron su vista en mí. —Ya me siento mejor y no creo que sea muy profesional de mi parte en estos momentos de mi carrera. Ni siquiera estoy en la mitad de ello.

—Sabía que Ray era lo que necesitabas —chilló Linda.

Se levantó y se acercó para abrazarme. Sonreí triste, cerré los ojos al oler su perfume dulzón.

Al día siguiente lo menos que quería era toparme con Gerard, quería pasar desapercibido como antes o simplemente no llamar tanto la atención. Cosa que fue una locura porque varios murmullos y miradas se hicieron presentes cuando coloqué un pie en la institución.

Quería desaparecer.

Frankie  |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora