Hoy será algo sencillo.
¿Qué tal va su día, su semana?
Les leo💖
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—Amen la poesía carajo, yo me puedo pasar la clase entera leyéndoles éste pequeño libro —señaló. —Pero no sé si a ustedes les cause el mismo sentimiento que a mí, porque no a todos les llega como debería.
El profesor de literatura universal, Armando, se paseó por el aula mirando a cada uno de los que nos encontrábamos ahí con un deje de curiosidad. Se acomodó las gafas y volvió a sentarse en el escritorio. Él casi no utilizaba la silla.
—Me encanta que no diga directamente que está enfadado, creo que no necesariamente tiene qué hacerlo, porque joder, vaya que éste hombre está ardiendo por dentro. Se está retorciendo en su miseria.
Si podía describirlo con una palabra sería intensidad. Armando era un apasionado de su trabajo, aunque él decía que nunca había trabajado realmente, que él nunca había dado una clase.
Y quizás tenía razón.
Dejó el libro a un lado y se acomodó nuevamente las gafas antes de cruzarse de brazos.
—Bueno, pues ya está. Les dejaré que hagan un ensayo de la obra que ustedes quieran, todavía acordaremos la fecha de entrega pero traten de leer algo nuevo, iluminen su alma, no la llenen de basura y de mierdas sin sentido, de cosas huecas. No comentan la tontería de desperdiciar su tiempo y tampoco lo hagan con el mío. No se los perdonaría. Así como no perdono lo que hace Octavio Paz. Joder, que ese tipo no sabe leer poesía, ya saben que me cae mal. No puede abrir bien la boca.
Algunos reímos.
Esa era otra característica de su clase, de él, pues jamás desaprovechaba la oportunidad de decir lo mucho que le fastidiaba y odiaba a Paz.
Pero el verdadero motivo siempre estaba oculto.
Salí de la clase (porque ya era la última) y me encaminé hacia ese lugar mágico. Mis papás todavía estaban disgustados con la buena nueva pero no hicieron más alboroto porque era mi cuerpo finalmente. No tenía tantas ganas de llegar pronto a casa, es decir, ¿Qué más haría?
Hacía tiempo que no había vuelto a pisar la biblioteca, éste había sido mi lugar por muchos años, mi refugio contra la soledad que a veces me invadía, mi pequeño momento para fantasear sobre cosas y conocer mundos nuevos. Amaba los libros, de eso no había duda alguna, no importaba el tamaño o la portada, mientras el contenido fuese lo suficientemente bueno ya era perfecto para mí.
Entonces me senté en una de las sillas después de escoger tres ejemplares pequeños y las dejé en la mesa, me acomodé en el asiento y leí la primera página.
—¿Frank?
Alcé la vista y me encontré con una pelinegra sonriente. Imité su gesto.
—¡Lynz, hola! No te había visto últimamente.
Me levanté de la silla y la abracé, ella desde siempre había sido muy amable conmigo, incluso antes de llegar a conocerla bien me regalaba una sonrisa y compartíamos una de las clases importantes para mí.
La del profesor Armando.
—He estado bastante ocupada, los talleres y las demás clases, mi horario no me rinde como quisiera, ¡Ugh! Sólo llego a casa a dormir y veo cómo mi vida social va decayendo poco a poco.
Achiné los ojos y negué, cerré el libro dejando mi dedo índice dentro y le puse toda mi atención.
—No creo que te hayas perdido de mucho, normalmente en este tiempo no hay mucho qué hacer.

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Frankie |Frerard|
FanfictionGerard Way es popular y un imbécil con las personas de su escuela, un día fija su atención en un chico un tanto "especial". Su misión será pervertir a Frank para su beneficio, pero no todas las cosas saldrán como esperaba.