Extra

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—¡Hola Frank! Cuanto tiempo.

Volteé con mi portafolio en una mano y distinguí a una pelinegra con cabello corto caminado hacia mi. Mi jornada había terminado hasta el momento así que ya estaba libre, no tenía muchos pendientes encima.

—¿Jamia? Wow, ha pasado mucho sin vernos. 

—Lo sé, ¿Cómo has estado?

Sonreí al ver que ella no había cambiado mucho, incluso se podría decir que se veía igual que cuando estábamos en la universidad. Siempre había tenído la piel tan blanca como la nieve y ahora el cabello lo llevaba de un color castaño claro.

—Casado —respondí. Jamia me miró soltando una risa y ladeando la cabeza. Yo asentí orgulloso.

—¿En serio, con quien?

—¿Recuerdas a Gerard? 

Afirmó haciendo un sonido con la boca.

Comenzamos a caminar fuera del pasillo de la escuela y nos dirigimos hacia la cafetería más cercana. Todavía era muy temprano para regresar a casa, ya que ni siquiera el pelinegro estaba ahí, entonces había sido una buena casualidad encontrármela.

—No puedo creerlo, qué bonito. Son de esas parejas que se conocen de hace mucho tiempo, ¿verdad?

—No realmente, nos conocimos aquí en la facultad, pero sí tardamos un poco para comprometernos. 

Le pregunté si quería algo para comprárselo, ella accedió diciendo que no quería que gastara mucho, así que opté un café frío para cada uno y dos panqués. Nos sentamos en una de esas mesas de concreto que estaban en uno de los espacios libres fuera de humo en el campus, yo dejé mis cosas a un lado de mí. Algunos alumnos pasaban reconociéndome por lo que los saludaba con la cabeza. 

—Veo que eres algo famoso aquí. 

—De hecho no —dije dándole un sorbo a mi vaso. —Son alumnos de los que ya llevo rato dándoles clases. 

—Nunca creí que te convertirías en uno de los profesores de la universidad que te entregó tu título. 

—Yo tampoco. Pero Armando me impulsó mucho y logró recomendarme lo suficiente para que me dieran una oportunidad de ejercer. Créeme que sin su ayuda, no estaría aquí.

—Que buena suerte tienes. 

Sonreí apenado. 

—¿Y tú qué tal? ¿Cómo te ha tratado la vida?

—Me convertí en correctora de estilos, pero regresé a mi ciudad natal para laborar ahí. Me ha ido bastante bien, sólo que tuve unos problemas con una empresa y me hicieron venir por unos papeles. No me los podían mandar por correo, especifican que todo debe ser personalmente. 

—Entiendo, la verdad es que de un tiempo a otro comenzaron a ser más estrictos con su forma de trabajar. 

Ambos seguimos hablando de lo que hacíamos en el presente, y hubo un momento donde recordamos una buena anécdota que nos había pasado en clases. Fue lindo recordar la juventud, porque eso no moría hasta que se olvidara. 

—Gee te tenía muchos celos, estaba aferrado a la idea de que yo te gustaba —le confesé con un tono divertido terminando mi café y regresando el vaso a la mesa. 

—Pues no se equivocó —respondió con una risita. —Pero no te preocupes, el gusto fue pasajero. Cuando me di cuenta que estabas muy enamorado de él me dije que sólo estaba desperdiciando el tiempo, así que nunca te dije nada. 

—Te juro que nunca lo noté. 

—Y qué bueno. Aunque yo sí noté cuando Gerard me asesinaba con la mirada. 

Frankie  |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora