28.- No eres patético

1.4K 186 34
                                    

—Frank, ponte un abrigo. Saldremos a dar un paseo.

Asentí ante el mandato de mi padre y prácticamente corrí hacia mi habitación. Por primera vez en semanas papá había salido temprano del trabajo.

Estaba sentado en el sofá de la sala con mi madre a un lado y con Lois recostada en la alfombra. En cuanto el mayor entró la perrita corrió a saludarlo, él la acarició y nos saludó, fue a cambiarse y regresó con una sonrisa. 

No presté atención al atuendo, el clima estaba algo elevado pero no me interesó si iba a juego o cómo me veía. Hace rato que no pasaba tiempo de calidad con mi padre. Nos despedimos de mamá y salimos, no tenía idea de a dónde ir, prácticamente lo iba siguiendo pero el silencio que había entre nosotros me era relajante y encantador.

—¿Cómo ha estado tu semana? —preguntó metiendo sus manos a los bolsillos.

—Me entregaron resultados de exámenes y no me fue tan mal, creí que reprobaría.

—Frank, nunca has reprobado. 

Solté una risita.

Por supuesto que había reprobado alguna vez, había confundido casi todo el examen y todos se sorprendieron por mi error (algunos profesores chismosos y mis papás). No era un chico perfecto, no siempre sacaba dieces pero trataba de dar todo el potencial que tenía porque ponía todo mi esfuerzo en mis trabajos. Mamá y papá hablaron conmigo, ellos no habían tenido problema con lo que pasó. Me fue reconfortante porque creía que me iban a recriminar o algo, pero no fue así.

—¿Podríamos pasar a comprar croquetas? A Lois ya se le están terminando.

—¿Traes dinero?

Asentí mostrando mis dientes y golpeando los bolsillos para hacer sonar las monedas.

Fuimos hasta un supermercado y no tardamos nada, sólo escogimos una bolsa, pagué y retomamos el camino hacia el parque principal de la ciudad. El más grande que había conocido en mi vida.

—Creo que lo de Lois es lo mejor que has hecho en el último mes. Me encanta.

—A mí también, es una gran bebita.

Nos sentamos en una de las mesas y puse mi compra a un lado. Miré a mi padre, las arrugas comenzaban a nacer en su rostro, todavía no notaba las canas pero sabía que en cinco años aproximadamente le empezarían a crecer. Su vista se veía cansada, un poco, creo que había comprado unas gafas con aumento hace poco.

—¿Y qué hay de ese chico? ¿Cómo se llama?

—¿Quién?

Espero que no sea quién creo que es. Crucé los dedos disimuladamente.

—El de cabello rojo, no recuerdo su nombre. Nunca nos lo presentaste decentemente.

Diablos.

—Oh, bueno, él está bien.

Me encogí de hombros. Papá alzó una ceja.

Aquí vamos...

—¿Pasa algo? ¿Terminaron?

En ese momento podría haberme ahogado con algo si estuviese comiendo, mis manos empezaron a sudar y rápidamente negué, ¿el creía que éramos novios?

Bueno, yo también lo habría hecho.

—No terminamos porque nunca fuimos nada.

—¿Y eso por qué? Todo se veía bien, ¿acaso pasó algo entre ustedes y ya no se hablan?

—Bueno... —hice una mueca y él me invitó a que siguiera. —Tuvimos una pelea, sí, pero ya estamos hablando de nuevo.

—Me alegra que se hayan arreglado.

Asentí bajando la mirada, jugué con mis dedos y sentí la vista de papá aún en mi. Todo estaba bien entre nosotros, ¿Cierto? No tenía idea de qué más decir y nunca le contaría lo que había pasado entre nosotros. Lo mejor era que mis padres se quedaran con la perspectiva que conocían de Gerard. 

—Dime todo, te conozco demasiado bien como para ver que algo te tiene mal en serio.

¿Cómo discutir contra papá?

—Es una historia larga y quizás patética para alguien como yo.

—Mi hijo no es patético.

Sonreí ante la desgracia.

Entonces decidí contarle casi todo omitiendo algunos puntos claves y lastimeros, como había dicho, no podían conocer nuestra historia porque no sabía lo que pasaría. Él me escuchó muy atento, fruncía el ceño y opinaba cuando me veía con una mueca.

Me sentí un poco más tranquilo, no estaba haciendo nada mal, todo iba de acuerdo a lo correcto y papá se sentía orgulloso de mí. Amaba a mis padres, eran un gran ejemplo para mi y no sabría qué hacer si algún día me llegaran a faltar. Sé que no todos contaban con esa suerte, por eso agradecía cada día por tenerlos.

—Pero ahora es diferente ¿No?

—No sé, tengo miedo de salir lastimado otra vez.

Se acomodó en el asiento y cruzó sus brazos.

—Las personas merecen una segunda oportunidad, quizás hasta una tercera, o cuarta. Nadie en la vida ha podido evitar salir lastimado Frankie, todos necesitamos de vez en cuando ese sufrimiento. Es el que te hace sentir vivo después de todo. No creo que sea tan malo, tal vez actuó así porque es lo que aprendió durante toda su vida. Y ahora ya no es así —dijo y después sonrió. —Si te soy sincero, tuve muchos problemas con tu madre antes. Yo era un idiota, tuve muchos errores y por lo mismo no la supe apreciar y cuidarla como debí en ese tiempo, incluso por la vergüenza de ser quien era estuve a punto de perderla. Si la hubiese perdido no estaría aquí, pero míranos, somos una familia. Ahora de cuatro integrantes.

—No me habías dicho eso antes.

—¿Para qué contarte mis desgracias de adolescente? Tú vive tu vida Frank, aprecia a las personas que están a tu alrededor y por favor no cometas los mismos errores que tú tonto padre. Ama a quien te ama y si ese amor se llega a terminar algún día, sigue amando. Es lo único por lo que vale la pena estar en este mundo. 

—Mamá no diría lo mismo. Ella sería un poco más racional ¿No?

—Y por eso la amo —reímos. —Piénsalo hijo, si quiere una segunda oportunidad dásela, pero hazlo cuando creas que estés listo. Recuerda que el pasado de las personas, de las que quieren cambiar, no pueden definir su presente. 

—Papá...

—Claro, hablando de temas emocionales y errores que no son tan drásticos. Y viéndote tal vez consiga tu perdón pronto —dijo y desvíe la mirada. —¿Tengo razón?

—Gracias papá.

Regresamos a casa.

Frankie  |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora