23.- Roto

1.4K 192 133
                                        

Perdonen la demora, aquí les dejo una breve perspectiva de nuestro querido pelirrojo.

Nos leemos pronto ❣️

****

Gerard:

No, no me sentía mal por esto. Al contrario, me encontraba muy molesto por la inmadurez de Frank.

¡Él ya lo sabía!

No podía estarle repitiendo las reglas del trato a cada instante, maldición.  Él sabía en lo que se había metido, tampoco podía tenerme atado a él. Yo no era de su pertenencia. Yo era un ser libre y podía hacer lo que quisiera a la hora que quisiera. 

Me salí de clases, no estaba prestando atención en nada y sinceramente los últimos días no estaba haciendo nada más que un desastre de todo. Estaba empezando a sentir algo por ese estúpido nerd. Pero eso que sentía era odio e impotencia.

¿Por qué mi mejor amiga querría estar con Frank y no conmigo?

¿Por qué las únicas personas que me importaban lo suficiente se alejaban para ir a consolar a ese idiota?

Di otra calada a mi cigarrillo y expulsé el humo por mis fosas nasales. Amaba ésta forma de matar mi cuerpo, era lenta y, ¿a quién le importa? Ya que no era el único que lo hacía.

A lo lejos vi a Bert pasar con sus amigos, después a Austin, más allá estaba Dalí, Edward...

Habían varios chicos en el mismo lugar con los que me había acostado, todos ellos aceptaron el término de una sola noche y ahora estaban como si nada, no me conocían ni yo a ellos.

¿Qué mierda habían sucedido con Frank?

Negué y tiré la colilla, la pisé para no provocar algún tipo de estúpido incendio. Lo que más me enfadada es que todo el tiempo me encontraba molesto, irritante, tanto que ni yo mismo me soportaba. Quería dejar de sentirme así, el pecho me dolía de lo reprimido que estaba.

Mi orgullo estaba dañado.

×|×|×|×|×


Estar en mi casa no era mejor, mi hermano se la pasaba ocupado haciendo quién sabe qué con la preparatoria, Donald casi no llegaba por lo que sólo nos comunicábamos a través del teléfono, y mi mamá...

Nadie sabía qué pasaba con ella.

Quería darle su espacio a mi nana porque un familiar suyo estaba enfermo, constantemente salía y cuando llegaba estaba cansada.

Estaba solo.

No me gustaba para nada estar así, no sabía qué hacer. Normalmente si quería hacer algo sólo lo pensaba y ya tenía a alguien a mi mereced. Ahora no tenía nada, más que frustraciones y una migraña terrible.

Apreté los dientes y abrí la puerta de mi habitación tan fuerte que muy probablemente pude haberla roto.

—¡Maldita sea! —grité tirando todo a mi paso. Estaba enojado, estaba molesto con todos y conmigo mismo.

FURIOSO.

Y sin querer pasé a traer el macetero pequeño que Helena me había dado hace tiempo, y fue entonces vi otro de mis tantos errores. Había matado a la plantita, pero no había sido ahora, ya que en realidad nunca le había prestado atención, por eso estaba totalmente seca. Lo roto había sido el florero.

La tierra se esparció por toda la alfombra y las hojas secas se distribuyeron en muchos pedazos, ¿Qué diría Helena al ver que algo que me había regalado de todo corazón, estaba más seco que un desierto?

Era un malagradecido, un desgraciado. Pero ella no tenía que enterarse, ¿verdad?

Lloré.

Me solté a llorar amargamente porque ya no podía conmigo en el suelo encima de la suciedad. Lloré aún más fuerte y me jalé el cabello. Estaba pasando por una de esas crisis que antes me daba y ahora sí me estaba volviendo loco, pues estaba como un maldito histérico.

Me estaba quebrando...

Sólo quería que alguien llegara y me diera estabilidad. Nunca me había sentido así.

"El amor se cuida como a una planta."

∆|∆|∆|∆


Cuando logré calmarme me di una ducha con agua tibia, tardándome el tiempo necesario y también tomando una de esas esencias tranquilizantes de mamá. Traté de relajarme lo mayor posible. Después limpié todo el desastre que había ocasionado en mi habitación y me recosté en la cama con la mirada en el techo.

Quizás, sólo quizás, yo no estaba bien. Es decir, la actitud que había tomado era la misma que tenía siempre pero con mayores arranques de...

Idiotez.

Tal vez sí tenía un gran problema grave. 

Pero, ¿Qué importaba ya?

El daño estaba hecho, y Frank no era la única víctima.

—Gee, ¿quieres algo de cenar? —preguntó Helena asomándose, abriendo un poco la puerta. Asentí aunque no tenía apetito. Sólo quería estar con alguien, quién mejor que ella.

—En seguida voy —respondí.

Ella me recorrió con la mirada y ladeó la cabeza. Por poco formaba un puchero soltándome a llorar otra vez. 

—¿Te encuentras bien cariño?

Sonreí.

—De maravilla.

No muy convencida salió, me levanté con pesadez y solté un sonoro suspiro. Vaya mierda de vida.

Frankie  |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora