Capítulo 5: Peter Rumancek

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En el auto fuimos escuchando música de The luminers y sumidas en un silencio agradable, aunque debes en cuando Shelley tiraba algún comentario acerca del lugar donde estábamos o sobre alguien que viviera cerca.
- Aquí vive mi tío, Norman. - Señaló una casa muy grande y bonita con tonos blancos.
- ¿Son cercanos? - Ella antes de contestar sonrió.
- Sí, le escribo cartas todo el tiempo, digamos que le gusta escuchar de mi. Él es psiquiatra.
- Vaya, deber ser genial escribir cartas, ya nadie lo hace... deberíamos implementarlo.
- Sí, deberíamos.
- ¿Y tu tío tiene hijos? - Pregunté, pero la expresión de Shelley cambió a tristeza rápidamente. Quizá había tocado algo que no era de mi incumbencia. - Lo siento, Shelley, supongo que de nuevo lo hice. Cambiemos de tema. ¿A dónde me estás llevando exactamente?
- Al súper.
- Espero que sea la atracción más divertida aquí. - Sonrió y se quedó pensando unos minutos, entonces llegamos y mientras estacionaba comenzó a teclear rápidamente.
- ¿Sabes? Eres la única chica que no me ha hablado de mi hermano durante las últimas horas que nos conocemos. Has superado el récord mundial.
- ¿Me debo sentir alagadada... o?
- No, no me malinterpretes, me refiero a que todas las amigas que he tenido o compañeras se han acercado a mi por Román, sin embargo tú... no sabías que el era mi hermano. - Decía mientras bajamos del auto, tomamos un carrito y entramos, yo continué escuchando a Shelley.
- Siento que tratas de decirme que la atracción del pueblo es tu hermano y si el no me atrae entonces moriré de aburrimiento, cosa que está por suceder. - la mire confundida. Shelley rió.
- No, en realidad no se si es una gran atracción pero es que puedo ver que a ti no te atrae. Cuando apareciste con él se me cruzó por la mente que me habías hablado por la misma razón que las demás pero parecías bastante disgustada cuando te enteraste que era mi hermano.
- Lo siento, es que tu hermano parece el típico chico que les rompe el corazón a todas. Sin embargo tu... nunca dudaste en ayudarme. A Roman lo había visto en la oficina del director y... se que es tu hermano pero me pareció una persona tan extraña.
- ¿Más que yo? - Dijo irónica.
- Por supuesto, tú no eres extraña Shelley, solo eres tú y yo soy yo, sin embargo tu hermano solo me dijo cosas extrañas y aterradoras desde que lo conocí. - Shelley me miro extrañada y confundida esperando a que le revelara a que me refería. - Cuando lo vi sangrando por la nariz me dio a entender que había tenido una pelea y luego me dijo que tenía problemas de presión. No se si trató de impresionarme pero me dejo un terrible sabor de boca.
- Roman es así... me disculpo por él.-  ¿Te dijo algo más que te haya molestado? Veré que puedo hacer.
- No se lo digas, quizá entendí mal pero cuando estábamos en el auto...él trataba de persuadirme y de... obligarme a tomar decisiones. Como si estuviera convencido total y completamente de que aceptaría sin dudar, pero cuando me negaba... actuaba aún más extraño. Casi parecía perplejo de lo confundido que estaba.
- ¿Persuadirte?
- Si, como que estábamos hablando de que me reuniría contigo para ir de compras y conocer el pueblo y me pregunto si podía venir, me negué numeradas veces pero hasta llego a decirme "Di que sí". Mirándome fijo a los ojos... ¿Practica algún nivel de hipnotismo? - Shelley negó con la cabeza como si comprendiera totalmente a Roman y me pareciera graciosa mi pregunta, pero yo hablaba muy en serio.
- Él es así... muy extraño.
Continuamos caminando por el súper y buscando cosas que necesitaba, hasta que me choque con un carrito sin dueño.
- ¡Qué idiota deja su carrito en el medio de la nad...! ¡Dios mío! ¡Shelley, ven a ver esto! - Shelley que parecía distraída mirando la góndola de cereales se acercó a mi rápidamente cuando escuchó su nombre. Nos quedamos petrificadas al observar el carrito a fondo. Tenía un enorme pilón de carne y pollo, como si fueran a preparar una parrillada para toda la ciudad.
- ¿De quién es el carrito?
- No lo sé, choque con él sin querer y parece que su dueño va hacer una fiesta de barbacoa y no estamos invitadas.
- Quizá son solo reservas.
- ¿Shelley, exactamente donde guardas toda esa carne? Ahí hay como 25 kilos o quizá más.
- Sí, tal vez estén festejando algo.
- Y lo averiguaremos. - Dije tomando el carrito y empujándolo, que no fue nada fácil puesto que ahí habían más de 25 kilos, para que saliera andando solo. - ¡Oigan, aquí hay un carrito que está andando solo! No lo podemos parar. - Grité. Me volví a Shelley susurrando - Oye actúa normal y sígueme la corriente. - Shelley asintió.
Un chico apareció corriendo a toda velocidad y paró el carrito sin esfuerzo.
¡Y vaya que chico!
Era un Moreno de cabellos semi cortos y de un marrón muy lindo, con unos ojos azules muy claros.
- Lo siento, era mi...- Él chico comenzó a retroceder con el carrito hacia nosotras, y cuando intento disculparse se dio la vuelta y se quedó callado. - Shelley.
- Ah, ¿ustedes se...? - Shelley ya estaba tecleando su respuesta.
- Sí, mi hermano y Peter eran mejores amigos, hasta que. Hasta el verano pasado. Reagan el es Peter, Peter ella es Reagan.- Peter extendió la mano y se la estreché.
- Mucho gusto, supongo que eres nueva.
- Es casi mi segundo nombre.
- Siento decirte esto pero es un alivio ya no ocupar ese puesto.
- Está bien, supongo que ya llegará alguien.
- Si, no te preocupes. En fin, tengo que...
- Dar un festín... - Dije irónica mirando al carrito.
- ¿Cómo? - Dijo confundido.
- El carrito, parece que darás una parrillada y no has invitado a tus grandes amigas Shelley y Reagan.
- No voy a dar una fiesta, créeme. Y serían las únicas que vendrían.
- Vamos Peter no seas tímido, a menos que tengas el hambre de diez osos no te vas a comer eso tú solo.
- Quizá tengo hermanos... - Dijo finalmente.
- Sí, doce hermanos con el hambre de doce lobos. - Dije sarcástica.
- Créeme, si doy una fiesta te aviso. - Asentí creyéndole.
- Está bien, nos vemos entonces.
- Nos vemos. Shelley, - Dijo Peter acercándose a ella y mirándola a los ojos. - No le digas a Roman que estoy aquí.
Me quedé perpleja. Parecía que su vida dependía de que Roman no supiera que estaba ahí.

La Nueva Vargulf - Una historia de Hemlock GroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora