Capítulo 10: La chica del bate

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Comenzamos a caminar hacia el lugar y ya llegando comenzó el escándalo, un chico fue prácticamente echado a los golpes por otros dos tipos, entonces uno de ellos saco una botella cortada, en mi instinto estupido y arriesgado abri la puerta de atrás de mi auto y saqué un bate de béisbol.
Peter ya estaba cerca de ellos. Corrí para alcanzarlos, uno de los hombrse amenazaba con cortar al chico, ¡Qué era Roman!, entonces el segundo se abalanzó en Peter, pero rápidamente lo golpeé en el pie antes de que este se sumará a la pelea.
- No seas imbecil, déjamelo a mi, la policia no buscará a una chica con un bate.
Peter se resistió un poco hasta que accedió aunque el segundo hombre ya estaba en el piso vomitando y retorciéndose de dolor.
Entonces el de la botella avanzó, pero me interpuse entre él y Roman.
- ¡Deja que me mate! - Gritó Roman, entonces le vi el rostro, tenía mucha sangre.
- Ni de broma. - Dicho esto Roman me empujo a un costado y entonces el hombre de la botella avanzó, nuevamente me interpuse en el ataque y si pensarlo golpeé fuertemente.
Todo sucedió tan rápido, la botella rota cayó al piso en millones de pedazos. El hombre acompañó a la botella con un golpe sordo al piso y completamente inconsciente.
Yo respiraba agitada y cuando me di vuelta Roman estaba en el suelo mirando fijo a Peter sin entender nada.
Peter lo miraba con vergüenza, como si hubiera roto un plato de Roman.
- Peter. - Dijo Roman levantándose y tambaleándose, pero apenas logró avanzar se desmayó, lo atrapé apenas como pude para que no se golpeara la cabeza. Pero me caí al piso por no aguantar el peso.
- Peter no te quedes mirando, ayúdame.
- Claro, lo siento.
Peter cargo sin esfuerzo a Roman y lo puso en la parte trasera de mi auto, llamé a la policia anónimamente y rápidamente fuimos a mi casa.
- ¿A donde vamos? - Pregunto Peter confundido.
- A mí casa, en vista de la situación no puedo llevarlo a un hospital, nos podrían arrestar a todos, y tampoco podemos ir a tu casa, no quiero causarte problemas, yo soy nueva, nadie sospechará de mí. - Le extendí mi teléfono a Peter. - Dile a Shelley que encontré a su hermano y que no se preocupe, cuando termine la ultima clase la iré a buscar.
Llegamos a mi casa y Peter lo entro a Roman. Aun estaba inconsciente, lo coloco en la cama de invitados y me ayudo a cambiarle la camisa ensangrentada que llevaba.
Llego trajo del baño con vendas y alcohol y una camisa.
- Sostenlo y yo lo cambio - Dijo Peter levantando la camisa que había encontrado de mi papá.
- Espera, limpiémosle las heridas o la sangre así no la volvemos a manchar.
- Espero no te moleste que haya tomado la camisa.
- No te preocupes, es ropa de papá que nunca sacamos. - conteste sacando las vendas y vertiéndole agua oxigenada.
Roman comenzó a abrir los ojos por momentos, entonces Peter comenzó a ponerse nervioso aún estando fuera del campo visual de Roman. El pobre chico asustado estaba en un banco junto a la puerta mientras yo, del otro lado de la habitación, trataba de girar a Roman en la cama, sentada desde una silla junto a la mesa de luz con las cosas que trajo Peter.
- Estaré en la cocina, no sería ideal que me viera. Si quieres vuelvo para ayudarte cambiarlo. - Dijo Peter.
- Está bien, yo me ocupo, termino y voy.
Roman se levantaba a ratos y me miraba sin decir nada o ponía algunas caras de dolor cuando lo limpiaba.
Entonces comenzó a llorar.
Tiene que ser una puta broma.
- Lo siento, yo no sé por qué lo hice...
- Roman estás ebrio...- Lo interrumpí para que no hablara.
- No, de verdad lo siento.
- Está bien. Olvídalo.
- No, no lo entiendes, de verdad Lo siento. Hablé con Veronica de nuevo...
- Está bien, es tu hermana, estabas preocupado. - Traté de callarlo.
- No, no es solo eso. ¿Por qué mierda trato así a la gente? ¿Reagan por qué no dejaste que me mataran?
- Porque no lo merecías.
- Claro que si, soy un verdadero imbecil.
- La muerte es un regalo para la gente imbecil. - Dije con ironía.
No pensaba en él, realmente a Roman no lo conocía, solo creía hacerlo, aunque es verdad que hizo cosas malas que he presenciado, pero yo solo pensaba en Sebastián.
Después de hacerme todo lo que me hizo lo quería muerto, pero si lo hubiera matado en el momento no habría podido disfrutar todo el sufrimiento que le estaba causando desde que su padre lo había ayudado a evadir los cargos.
Sin embargo, Roman ante mi comentario comenzó a reír.
A reír como un loco.
Como si fuera lo más gracioso que hubiera escuchado en la vida.
Hemlock Grove se ahogaba en la locura, ¿y sus habitantes? Prácticamente se la bebían.

La Nueva Vargulf - Una historia de Hemlock GroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora