Capítulo 27: El beso de un Angel

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Me quede anonadada. Román estaba en el suelo arrodillado llorando.
- Roman. Peter si fue un imbecil pero quizá le dolió, la gente lidia con el dolor de manera cobarde y estúpida. No niego que Peter fue un desastre, pero... creo que estaba muy dolido. Igual que tu. - me agache junto a él y lo levante. Fuimos hasta el sillón y se sentó a llorar. - estás en tu derecho a odiarlo. Déjame ayudarlo con esto. Solo por su mamá.
Román no hablaba.
- Lo siento mucho.
- Todo es su culpa.
- Roman no digas eso. - le levante el rostro. - tranquilízate. - me miro agitado de tanto llorar. - me odiarás por lo que voy a decir. - le advertí.
- Entonces no lo digas. - él sabía lo que iba a decir.
- Deberías darle otra oportunidad.
- No lo creo.
- Por favor. Aunque sea habla con él. Ya sabe que fue un Idiota. Ni siquiera puede verte a la cara.
- Si fuera él ni si quiera pisaría Hemlock.
- Roman, por favor. Por lo menos inténtalo.
- No puedo.
- Si que puedes, lo puedes hacer todo.
Miro al suelo un instante.
- Por lo menos prométeme que lo intentarás.
- Solo eso. - lo abrace nuevamente. Algo era algo. Y parece que al menos trataría de intentarlo por mi. - a veces me olvido que lo odio.
- Si eran amigos es porque la pasaban bien en algún punto.
- Siempre defendió a mi hermana. - aún estábamos abrazados. En silencio. No sabía que sentía él, pero con Román... había cierta tensión. Una conexión inexplicable, me sentía bien con él, como si supiera que él jamás me juzgaría. Al parecer nadie en este pueblo.
- Bien. - sonreí finalmente y lo miré.
A veces parecía tan raro. Pero ahora estaba ahí sentado. Como un chico sencillo y dolido. Era solo un niño muy sensible. Era muy lindo.
Se me quedó mirando un rato.
- Aún así me gustaría que me tengas más en cuenta. - soltó finalmente.
- ¿Quieres que te invite a salir? Aunque sea como amigo o para que me rechaces y recuperes tu hombría.
- Claro. -
- Bueno, que te parece si... me ayuda a buscar mi auto, me baño y de más. Voy a por la madre de Peter y cuando llegue pasó por ti y vamos a cenar sushi.
- Me parece increíble. - contestó, aunque estaba lista para que me dijera "no gracias".
- ¿Pero? - agregué por su rostro dudoso.
- Paso yo por ti.
- Esta bien
- Esta muy bien.
- Entonces vamos a buscar mi auto.
Román me llevo hasta el estacionamiento, me despedí rápidamente y le dije que lo vería en la noche.
Llegue a casa con mi auto y me bañe. Averigüe cuánto tardaría en llegar la mamá de Peter al aeropuerto y me marcaba un vuelo con aterrizaje a las 7.
Llegue a casa con mi auto, me bañe, me puse unos jeans que me quedaban muy feos, pero casi no había tiempo. Me puse una musculosa negra y una camisa de jean para estar a juego con el horrible par de jeans que me cargaba.
Ya en la puerta de Peter comencé a mensajearlo, él salió riendo por la puerta de su casa rodante.
- ¿Listo?
- ¿Para buscar un paquete? - se burló.
- Es más que eso.
- Ustedes las mujeres le dan mucha importancia a todo.
- Las mujeres somos increíbles.
- Lo son. - afirmó.
- Y no solo porque menstruamos y sobrevivimos a pensamientos suicidas al respecto. Sino porque somos poderosas.
- ¿Acaso quieres que me haga feminista?
- Ya lo eres, si amaste a una mujer entonces entendiste lo increíbles que somos. - dijo antes de arrancar.
- Te levantaste muy empoderada.
- No tienes idea. - la verdad es que me moría por ver la expresión de Peter. Y trataba de tapar mi felicidad con un poco de humor feminista. Aunque, vamos, me estaba saliendo muy mal. Parecía estupida tirando comentarios de la nada. Aunque las mujeres SI somos increbles.
El resto del camino escuchamos música y nos reímos de las radios locales.
En el medio Peter me pregunto como estaba. La pregunta me había tomado bastante por sorpresa.
- Vaya, tenía la guardia baja.
- Lo siento.
- Esta bien. Supongo que en algún momento habrá que hablarlo.
- Cuando quieras, o nunca. Solo quería saber cómo estabas hoy.
- Estoy bien. Y me gustaría hablarlo con alguien, contigo sería genial, pero preferiría que hoy no. Dejémosle este día al feminismo y a la alegría.
- Bueno.
- Pero podemos tener una charla reveladora en otro momento. Sabes mucho de mi. Me gustaría saber que esconden esos anillos gitanos.
- ¿Está noche?
- No puedo, salgo con Román. Y tú tampoco puedes.
- ¿Con Román? No dejes que te hable de mi.
- Tranquilo, lo que quiera saber de ti lo escucharé de tu boca. - Peter suspiró aliviado.
- Supongo que está bien. Y... ¿por qué está noche no puedo?
- Tengo que pedirte otro favor.
- Ya no me gusta esto. - bromeó.
- Cuando lleguemos te digo.
- ¿Y donde está el paquete exactamente?
- En el aeropuerto. Pague un envío aparte porque sino no llegaba. Tu tranquilo, todo estará bien. No es un piano.
- No se si te creo.
- Soy más de la guitarra, de verdad.
Llegamos al aeropuerto, estacione el auto y fuimos con Peter a tomar un café dentro del aeropuerto.
- Quede acá con alguien. Llegamos un poco temprano.
- Tranquila, esperemos. - me dijo Peter tomando un sorbo de su café.
- Voy al baño, el café y estar sentada media hora no me ayudan en nada.
- Te espero.
En el baño textee con Erison. Él me dijo que la mamá de Peter ya debería estar por salir en la puerta C, que su avión acababa de aterrizar.
Salí del baño y Peter seguía muy tranquilo. Si supiera lo que lo esperaba.
- Vamos, me dijeron que lo traen por la puerta C.
Nos paramos y caminamos hasta ahí.
La gente comenzó a salir.
- ¿Y como es la persona que te trae el paquete o que es?
- No, no se. Cuando lo veamos nos vamos a dar cuenta me dijeron.
- ¿Nos vamos a dar cuenta?
- Si, mira bien a ver si se nos pasa.
Una mujer pelirroja con rulos enmarañados salió por la puerta C. Tenía los ojos de Peter.
- Ella trae mi paquete. - la señale.
Peter la miro tranquilo, su expresión automáticamente cambio de desinterés a sorpresa.
- ¡Mamá! - Peter corrió a ella y la abrazó.
Estuvieron así un rato. Casi no se despegaban. Hablaron ahí un rato y entonces Peter me miro incrédulo y corrió a mi. Me abrazo hasta casi ahogarme.
- Gracias Rubia.
- Aún me deben un paquete. - bromee, mientras la mamá de Peter se acercaba por detrás feliz.
- Lynda Rumancek. Mucho gusto.
- Debes ser la famosa Reagan Nielsen.
- La misma.
- Te agradezco todo lo que hiciste por nosotros.
- Casi no hice nada, todo lo hizo Erison. Que es un imbecil pero hace bien su trabajo. - me burlé.
- Bueno que les parece si ahora vamos finalmente a su casa señora Rumancek.
- Vamos. - ella sólo tenía una mochila, y Peter le ayudo a cargarla.
De camino de vuelta manejo Peter, ofrenci a la señora Rumancek el asiento de adelante para que esté con su hijo, atrás prácticamente iba durmiendo.
Llegamos a su casa a las 9. Peter me despertó y me despedí para volver al asiento del piloto. Salude con un abrazo a la señora Rumancek y me dirigí a casa.
Mamá aún no había llegado.
Lloviznaba de vez en cuando.
Me puse un jean más lindo y cambié la camisa por una campera de cuero.
Cuando estuve lista la llame a mamá.
- Me quede dormida en el hotel, lo siento, iba a llamarte. ¿Estas bien?
- Si ma, ¿vos? ¿Cuando volves?
- Mañana a la noche. Tranquila, me llevan a casa y todo. Después de hacerme esperar tanto me regalaron mil cosas.
- Es lo mínimo que pueden hacer.
- Tranquila mi amor, mañana nos vemos. ¿Salís hoy?
- Voy a comer con Román.
- Suerte, avísame si te pasa algo por favor.
- Si ma, nos vemos mañana. -
- Nos vemos, te quiero. - y corto.
Puse a cargar mi teléfono antes de salir y subí a buscar una mochila con algunas cosas. Guarde mi billetera y mis llaves.
Saque la ropa del lavarropas en el tiempo que quedaba y deje una tanda para poner a lavar cuando llegara.
Me medí la insulina y me coloqué un poco para poder corregirme un poco la mía.
Finalmente tocaron el timbre.
Abrí mirando mi reloj para hacerme la ofendida.
- Dijiste a las 10:30 y son las 10 y...- trate de leer la hora irónica pero estaba por reír.
- 10 y 3. Es temprano.- la extraña voz hizo que levantara la cabeza rápidamente. - ¿Me extrañaste? - Sebastian me miraba desde la puerta con una sonrisa odiosa.
- Vete. - le grité e intente cerrar la puerta pero el puso el pie. Trataba de mostrarme sin miedo. Pero él sabía el desagradable efecto que causaba en mi. - Ándate.
- Ni de broma Reagan. Sé que estás sola. Ayer no vi el auto de tu mamá y parece que ni siquiera está en la ciudad. - pego una patada y abrió mi puerta, me aleje y me coloque detrás del sillón para estar a una distancia prudente.
- Román vendrá en cualquier momento.
- ¿El chico que debe llegar a las 10:30? Me pregunto que hará cuando no le abras la puerta. - dijo hechandole traba a la puerta y dejando las llaves de su auto en la mesa junto a la puerta.
- Va a venir antes.
- No sé, aunque llegue en 20 minutos a mi me sobra el tiempo. -
Corri escaleras arriba y eche traba a mi puerta, busque mi celular y me di cuenta que lo había dejado cargando en la mesa de la cocina.
- Ábreme perra. Cuanto antes termines con esto mejor.
Aún así había un teléfono de línea en mi cuarto. Marque el 911 rápidamente. Escuche como Sebastian trataba de tirar la puerta así que simplemente susurre mi dirección y deje el teléfono descolgado. Pero dentro del cajón de la mesa de luz para que no se vea.
Sebastian logró abrir. Yo lo esperaba con una lámpara en la mano.
- Te la voy a romper en la cabeza sin importar que mueras.
- No te creo.
- Tarde para jugar con la fe. - le lance la lampara, no le pego pero me dio tiempo a salir de mi cuarto y bajar la escalera de un salto.
Casi llegué a la puerta principal pero Sebastian me agarro del cuello. Le di una patada en la entrepierna sin pensarlo, no fue gratis porque me llegó a golpear fuerte en la cara, pero cayó al piso del dolor.
- Hija de puta. - agarre las llaves del auto que habia dejado y salí corriendo.
Sebastian venía atrás mío corriendo con dificultad. Iba a subirme al auto pero si el tiempo no me alcanzaba a subirme quizá me iría peor. Corrí en dirección al centro. Cuando sentí que Sebastian estaba muy cerca lancé sus llaves al patio de una casa.
Apenas intenté ver qué sucedía detrás mío y resulta que Sebastian había ido a por sus llaves.
Había corrido solo dos cuadras y mis pulmones y mi diabetes en cualquier momento me traicionarían. Entonces vi a Roman. Estacionó casi en medio de la vereda y se bajó.
- ¿Que sucede? ¿Por qué sangras?
- Vámonos.
- ¿Qué pasó?
Sebastian salió corriendo de adentro de una casa.
- De nuevo tu perra. - soltó al verlo, parecía divertirse con la situación.
- Tengo más para vos. - Roman le dio un golpe y lo dejó en el suelo. Y luego le dio otro. Y luego le dio otro. Y entendí que quizá Sebastián ya no respiraba.
El seguiente puño lo agarre de atrás en el aire.
- Basta no vale la pena.
- Por eso mismo, ni que respire vale la pena. - lo levante para que se alejara y lo empuje.
Sebastian se levantó. Estaba torpe pero se alejó un poco. Tenía la cara llena de sangre y la nariz seguramente rota.
- ¿Queres más imbecil?
- Román, vámonos. - Roman casi me empujó con él. Clave los pies en el piso y lo abrace para que pare, pero el me levanto. - por favor. - Lloré pero casi que me ignoro. Sebastian seguía arrastrándose por el piso. Parecía que buscaba algo. Las llaves de su auto quizá.
Cuando entendí que Roman estaba muy cerca lo empujé de los hombros. Tenía esa mirada, lo iba a matar de verdad. Me miro furioso, y lo besé. Como dos segundos. Su expresión se había suavizado.
Me miraba confundido.
- Vámonos
- ¡Reagan, cuidado!
Y entonces yo entré en una confusión. Román me levanto y me giro, como corriéndome del camino. Sebastian ahora estaba justo detrás de mí pero él me había empujado para enfrentarlo. Pero no lo hizo.
Sebastian le metió un puñetazo en el estómago y Roman levantó la mirada sorprendido, y luego me miro.
Sebastian aún tenía su puño ahí, y lo saco con dificultad, acompañado de un gemido de Román.
Sebastian le había clavado un cuchillo a Román en el estómago, y el ahora estaba en el suelo. Me miraba confundido.
Sebastian soltó el cuchillo y ahora me miraba incrédulo.
- ¿Qué hiciste? ¿Qué mierda te pasa? - me agache junto a Román. - No se te ocurra dormirte, ayúdame a presionar la herida y mírame.
- Lo último que me pasó, es que me beso un ángel. - me dijo. Me limpio las lágrimas con su mano.
Entendí que estaba llorando, llorando un montón.
- Román por favor no. No digas estupideces.
- Todo va a estar bien, tranquila.
- Román no te duermas.
- No lo sé.
Alguien me agarro de la espalda.
Era un policia.
Entonces entendí que la policía había llegado.
Un montón de personas subieron a Román a una camilla. Y otro grupo se llevó a Sebastian.
No me dejaban entrar a la ambulancia.
No sabía que hacer, solo lloraba y miraba para todos lados.
¿Qué estaba pasando?
Entonces vi al declive que me había interrogado por primera vez.
- ¿Nielsen está usted bien? Soy yo, Holdbrook.
- ¿Por qué no me dejan ir con Román?
- Eres menor de edad y... ¿estás segura que estás bie...?
Apenas escuche la pregunta porque me tambalee y el me atrapó. Me dolía la cabeza y me sentía muy mal. Sentí que estaba por vomitar pero al final no ocurrió nada. Sólo que todo se volvió oscuro y había olor a metal caliente.

La Nueva Vargulf - Una historia de Hemlock GroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora