Capítulo 15: Manzanas acarameladas

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- Llegamos. - Roman bajo del auto y entonces con Shelley lo seguimos.
- ¿Qué es esto? ¿Podemos estar aquí? - pregunte algo preocupada. Estábamos en un parque de diversiones y habían unas pocas personas deambulando con uniforme, pero además de ellos, nadie.
El parque y su respectivo personal funcionaba la perfección, pero por alguna razón no había ni un alma que quisiera disfrutar de los juegos.
- Esto es nuestro. Se lo compré a Shelley y a... no importa. Era para que viniéramos, pero me cuesta mucho sacarla a Shelley de casa, sin embargo contigo es diferente. Supongo que se siente cómoda contigo. - mientras decía esto la miraba Shelley y le acariciaba el cabello cariñosamente.
- Bueno entonces... ¡vamos a jugar! - Grité corriendo hacia los juegos. -Vamos Shelley, el ultimo que llega será el blanco de las pistolas de aguaaaa.
Salí corriendo hacia un juego donde habían payasos y pistolas de agua. Shelley llego junto a mí y tomamos un arma cada una y comenzamos a jugar.
Debo admitir que mi puntería es terrible, el objetivo del juego era apuntar a la boca del payaso y así reventar el globo que salía por su nariz, a causa de toda el agua que habías logrado embocar, Shelley lo hizo en un segundo, yo aun no encontraba el payaso... o no se, porque me era imposible embocar una gota de agua.
- Vaya, si que eres mala. - Dijo Roman, me volteé y le apunté para que se moje un poco.
- Oyeeee, yo llegue antes que Shelley. - protestó- Ella debería ser el blanco.
- Pero ella jugó. - contradije, entonces Shelley se unió y mojamos a Roman.
- Esto es muy injusto. - gritó Román mientras corría hacia atrás y se escondía junto a un carrito de manzanas acarameladas.
- Lo sentimos. - dije, y con Shelley dejamos las pistolas en su lugar.
- ¿Seguras? - Shelley asintió. - bueno entonces salgo. ¿Manzanas? - preguntó ofreciéndonos dos. Shelley tomo la de ella.
- No, gracias.
- Vamos, come algo, habrá tiempo para jugar. - Roman la tendió nuevamente para que la tomara. - Insisto, son las mejores de Pensilvania.

-¿Un trago? - Sebastián me tendió el vaso con dulzura.
-No, gracias. - me negué, seguramente aquel trago estaba alto en contenido en azucares, algo que no podía permitirme en este momento, no sin mi medicamentos.
-Insisto, toma un trago, abra mucho tiempo para bailar, además el barman es un genio, prepara los mejores tragos de todo California.- Sebastián acabó por convencerme, un error que pagamos ambos. Su egoísmo y mi inseguridad ante la presión social, ¡qué asco!
Esos recuerdos me provocaban lágrimas y náuseas... Sebastián insistiendo, yo convulsionando, el gritando, intentando...
Mi mente era mi perdición, y todo me recordaba a aquella fiesta.

- No, digo, me encantaría comer la manzana pero soy diabética. - admití finalmente.
Me sentía libre, otra persona. En mi otro colegio me acuerdo que ni mi mejor amiga lo sabía. ¿Por qué mierda me daba vergüenza eso? Estaba enferma, tenía una condición diferente pero no era mi culpa.
La gente solía llamarme "anorexica", "bulimica", "gorda resentida" y hasta "puro huesos". La escuela podía ser un infierno.
- Increíble, ¿y no puedes comer nada con azúcar? - preguntó Roman. Shelley saco su teléfono y se dispuso a responder, la espere.
- Ni hidratos, a menos que sea de insulina dependiente, en cuyo caso puede ingerir alimentos con azúcar pero no con un nivel tan alto como el caramelo o frutas muy saturadas en azúcar, aunque estas contienen azúcares buenos que ayudan al metabolismo de la diabetes. Puede consumir una gran variedad de alimentos siempre que tenga a la mano su insulina y su respectivo medidor de la misma. - explicó. Sonreí ante lo que dijo, y entonces la abrace.
- ¡Vaya, yo no tenia idea de la diabetes entonces! ¿Tienes que inyectarte cuando?
- Todos los días o día por medio, siempre midiendo el nivel de insulina en la sangre.
Entonces Roman abrió una pequeña puerta en el carrito de manzanas y sacó una manzana sin nada, me la acerco.
- Mira, una sin preparar. Perfecta para ti Reagan. - la tome dudosa pero agradecida.
- Gracias. De verdad aprecio como son conmigo. Mi mamá... dijo lo que dijo porque en mi anterior colegio todo era... horrible. Nunca le había dicho a mi mejor amiga, o a mi novio de ese momento, que tenía diabetes, me daba miedo ser rechazada. Pero... ocultarme esa información y actuar bajo la presión social... digamos que casi me cuesta la vida. Supongo que tengo suerte de tenerlos. - Dije finalmente y los abrace a los dos.

La Nueva Vargulf - Una historia de Hemlock GroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora