Detective Reed.

Siento haberte dado problemas.

Escuché un crujido que me hizo despertar. Parecía que venía desde la ventana de mi cuarto. Vi como esta se abría lentamente.
Estaba paralizada por el miedo, quería gritar para que mi padre viniese, pero mi garganta estaba totalmente cerrada. No podía moverme, solo podía mirar hacia delante esperando que la ventana dejase de abrirse. Por desgracia, no lo hizo y una figura humanoide estaba comenzando a entrar a mi habitación. Caminó con cuidado hasta sentarse en el borde de mi cama. No conseguí ver quien era, hasta que se acercó  a mí.
Solté todo el aire que con tanto cuidado había estado sosteniendo al ver que era él.
El detective Reed acarició mi cabello, después mi mejilla y se acercó más a mí.

- Detective... - Le susurré.

Colocó su dedo en mi boca haciendome callar, después apartó su dedo y llevó su mano a mi cadera. Estaba tan cerca de mí que nuestros labios se rozaban.

- Buenos días, pequeña. - Me despertó mi padre.

Me incorporé rápidamente en la cama dudando de si había soñado aquello. No podía ser... ¿Me atraía el detective Reed? Lo que me faltaba...

- Bue...buenos días - Tartamudeé nerviosa tratando de mantener la calma.

- Venga, tenemos que irnos.

- ¿Y el desayuno? - Anoche ni si quiera cené, en cuanto Laura se fue, yo me metí en mi habitación y me quedé dormida.

- Llego tarde, ya comerás algo ahí.

Me levanté y me cambié de ropa lo más rápido que pude para después acompañar a mi padre a la comisaría.
El detective Reed todavía no había llegado.

Está vez encendí el ordenador sin pedirle permiso a mi padre, por suerte, no me dijo nada. Estuve un par de horas escuchando música y viendo videos por internet.

- Papá, tengo hambre. ¿Puedo ir a tomarme un café?

- Claro.

Hoy parecía un poco más contento que ayer, se me ocurrió que si me portaba bien, quizás, me levantaría antes el castigo. O quizás no, pero no perdía nada por intentarlo.
Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla para después decirle que le quería.
No me di cuenta de que Gavin había llegado hasta que no me levanté. Esta vez, di toda la vuelta para no tener que pasar cerca de su mesa y así no me podría decir ninguna tontería.

Me acerqué a la sala de descanso, me preparé un café y me compré un par de bollos en una de las máquinas expendedoras.
Me lo comí tranquilamente y cuando iba a volver junto con mi padre, apareció Gavin.

- ¡Hannah! ¿Cómo va eso? - Fingió sorprenderse al verme, pero sabía perfectamente que estaba aquí, puesto que me había visto venir.

- Bien, supongo. ¿Qué tal está usted, detective? - Quise ser amable, puede que, si veía que no me molestaba se cansaría y se marcharía pronto.

- Podría estar mejor... - Sé encogió de hombros y se acercó a la máquina de café.

- ¿Sigues castigada verdad?

- Si, claro. Y todavía me quedan dos semanas.

- Ya eres mayor, no tienes por qué hacerle caso. - Después de prepararse el café se sentó junto a mí.

- Su casa sus normas. - Expliqué.

- En cualquier caso... ¿Podría ir a hacerte compañía? me lo pasé muy bien contigo la otra noche. - Bromeó.

Reí al recordarlo. Debí de parecer super patética.

- Sí, quizás debamos repetir... Oye, gracias por quedarte conmigo.

El detective me regaló una sonrisa sincera. Se veía realmente guapo cuando sonreía. Gavin Reed siempre tenía aquella dura expresión, como si siempre estuviese enfadado. Era bonito verle contento.

- ¿Qué coño haces? Te dije que no te acercases a ella - Mi padre se acercó y le tiró el café por encima a Gavin.

- ¡Papá, para! Solo le estaba saludando. - Intenté defenderle.

Miré a Gavin suplicandole con la mirada que no hiciese nada.

- ¿Por qué no te metes en tus putos asuntos, Hank? - Preguntó Gavin furioso.

- Papá, ya vale, por favor. No te comportes así. - Suavicé mi tonto tratando de calmarle.

- Te lo diré por última vez, no te acerques a ella.

Mi padre me cogió del brazo y me arrastró de nuevo a la mesa.
Encendí de nuevo el ordenador y me llegó un correo, era de Gavin.

- Siento haberte dado problemas.

- No te preocupes, no es culpa tuya. ¿Estás bien?

- Si.

Miré por encima de la pantalla, me estaba sonriendo desde su mesa.