Castigada.

1.3K 153 84
                                        

Corrí para abrir la ventana de mi habitación y empujé a Gavin hasta esta.

- Espero verte pronto - Me guiñó un ojo y se deslizó por el marco de la ventana.

Cerré la ventana y bajé la persiana rápidamente. Corrí hacia mi cama y me hice la dormida.

- No te hagas la tonta, aquí apesta a alcohol y por una vez no soy yo. - Dijo mi padre mientras abría la puerta de mi habitación.

Fingí despertarme y bostezar.

- Sí, sí . Ya, claro. ¿Pero tú te piensas que soy gilipollas?

Era mejor que dejase de mentir y aceptar las culpas o sería peor.

- Lo siento papá, te juro que no volverá a pasar. He sido una idiota, lo siento, de verdad.

- Estás castigada, una semana sin móvil y vas a venir todos los días conmigo a la comisaría, no pienso perderte de vista. ¡Joder! Suficiente tengo con el trabajo para llegar a casa y encontrarme con esto.

- Bueno, tampoco exageres, que tú rara vez estás sobrio - Le espeté molesta.

- Dos semanas.

- ¡¿Qué?! Ni se te ocurra.

- No. Ni se te ocurra a ti volver a hablarme así. Ya puedes prepararte, mañana te vienes conmigo.

- Que te den - Mascullé furiosa.

Me parecía increíble que Hank Anderson, el puto rey de los bares me castigase por emborracharme.

Le entregué de malas maneras el móvil a mi padre, salió de la habitación enfadado, estaba que echaba humo... Acto seguido, cerré la puerta dando un portazo y me tumbé en la cama. Con la resaca que llevaba no estaba para aguantar muchas tonterías.

Estuve todo el día en mi cama, no quise ni salir para comer, pero por la noche, no me quedó más remedio que salir para cenar, ya que me moría de hambre.
Mi padre y yo cenamos sin mediar palabra, supongo que era mejor así.
Después volví a mi habitación, estuve un rato escuchando música en el ordenador, con los auriculares, por supuesto. Lo último que me faltaba era cabrear más a mi padre. Y después me fui a dormir.

Al día siguiente, me desperté por culpa de mi padre, quien corrió las cortinas de mi habitación dejando que entrase la luz. Intenté taparme la cara con una de las almohadas, pero mi padre me quitó todas las almohadas y las tiró al suelo.

- Vámos a llegar tarde por tu culpa.

- Es tu trabajo, no el mío.

- ¿Quieres que sean tres semanas castigadas? - Preguntó con ironía, obviamente ya sabía la respuesta.

Me levanté con vagueza y fui a darme una ducha, después me vestí, desayuné y acompañé a mi padre a la comisaría.

- Siéntate en esa mesa - Me ordenó mientras señalaba la mesa de en frente.

Me senté dónde mi padre me indicó y no tardé en revolverme nerviosa en el asiento. ¿Qué narices iba a hacer aquí toda la mañana?

- ¿Puedo usar el ordenador?

- No.

-¿Puedo usar tú móvil?

- No.

- ¿Puedo pegarme un tiro? - Bromeé.

- ¿Puedes callarte?

-Mmm... No. - Le regalé una sonrisa forzada y mi padre puso los ojos en blanco.

Automáticamente, me encontré buscando con la mirada al detective Reed. Estaba un par de mesas más allá de nosotros. De vez en cuando, me miraba y me sonreía con aquella característica sonrisa torcida.

- Me voy al baño. - Le avisé.

- No vas a moverte de aquí.

- ¿Quieres que me haga pis encima?

- ¡Dios, que asco! ¿Por qué tienes que ser tan desagradable? Anda, ve.

Me levanté y caminé hasta el baño de las chicas, pasando antes al lado de la mesa del detective.

- Princesa... - Me llamó tratando de captar mi atención.

Le ignoré y seguí caminando hacia delante.

Estuve unos minutos poniendo caras raras en el espejo, hasta que me sorprendió una señora que me miraba confusa.
Salí del baño avergonzada y me choqué de bruces con el detective Reed.

- ¡Joder, Gavin! Qué puto susto me has dado.

Detective Reed. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora