La noria.

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Ojalá hubiese salido tras de mí como pasa en las películas de amor. Ojalá me hubiese dicho que era una broma, una de muy mal gusto por cierto. Si de verdad me hubiese querido durante todo este tiempo, no habría pasado nada de esto. Era absurdo como de un momento a otro encontró la excusa más ridícula para dejarme.
Ya había pasado una semana desde aquella noche y me negaba a aceptar que todos tenían razón sobre Gavin, que era verdad que realmente no me quería y su único objetivo era jugar conmigo y hacerme daño. Aunque, era lo que parecía...

-¿Estás bien? ¿Necesitas algo? - La voz de Jerry me sacó de mis pensamientos.

Era de día, ya que esta semana nos tocaba turno diurno. Jerry había sido muy amable conmigo durante estos días, se preocupaba mucho por mí y siempre estaba intentando ayudarme. La verdad es que era el único que me estaba brindando algo de apoyo, ya que mi padre y Laura lo único que hacían era regocijarse de que tenían razón. La frase que más escuchaba últimamente era " Te lo dije" o "ya te avise y no me hiciste ni caso" pero Jerry me hacía compañía y trataba de hacerme reír, sentía que por alguna razón que desconocía, no me merecía que se portase tan bien conmigo.

- Sí, estoy bien. Es solo que todavía no me acostumbro. No termino de entender las cosas. - Sentía que nada de lo que pasaba era real, simplemente mi cabeza no conseguía asimilar la situación.

- Quizá solo necesites algo de tiempo. - Cuando Jerry sonreía, yo sonreía también, pues él causaba ese efecto en mí.

- Supongo que sí... Oye, ¿te apetece que vayamos a ver una peli o algo? Creo que me vendrá bien distraerme un poco. ¡Vamos, yo invito!

- ¿Podríamos ir al parque de atracciones? Hace mucho que no voy a ninguno y me haría mucha ilusión poder volver. - Estaba tan emocionado que parecía un niño de seis años. Jerry era realmente adorable. Él siempre parecía estar feliz, no sé como lo hacía, pero siempre se mostraba positivo y conseguía que mientras estuviese junto a él me olvidase de Gavin.

Seguimos trabajando hasta que finalizó nuestro turno y nos marchamos a casa. Mi padre todavía no había vuelto, así que aproveché para sacar a pasear a Sumo y hacer la comida. Cuando volví de pasear a Sumo, Connor y mi padre estaban en la cocina charlando, parecían preocupados.

Sumo corrió hasta los pies de Connor y este le acarició con cuidado. Al parecer los dos se tenían cierto cariño.

- Gavin es un puto gilipollas. - Murmuró mi padre. Parecía que habían estado hablando sobre él.

Mi padre y yo comimos mientras Connor nos observaba con curiosidad, era un poco extraño, pero me resultaba un tanto divertida la situación. Después de comer estuve hablando con Laura por videollamada, no me apetecía ni lo más mínimo porque sabía que me sacaría el tema de Gavin y así fue. Al final le colgué con la excusa de que tenía que trabajar, aunque ya había ido por la mañana, pero eso ella no lo sabía o al menos eso creía yo.

Me tomé mi tiempo para arreglarme y después cogí un taxi hasta el parque de atracciones. Ya era de noche y todo el recinto estaba decorado por luces de colores que, a pesar del estado mental en el que yo me encontraba, transmitían felicidad y alegría.

Hacía un poco de frío, por suerte me había traído mi abrigo. Me froté las manos para entrar en calor mientras caminaba hacia Jerry, quien me esperaba en la entrada.

- Y bien, ¿a dónde vamos primero? - Me preguntó mientras extendía su brazo para que yo le agarrase.

- ¿A la noria? - Le cogí del brazo tal y como él quería que hiciera y después de que asintiera con la cabeza, dimos un paseo por todo el parque hasta que llegamos a la noria. Era la última atracción del recorrido, pero desde pequeña, siempre he tenido la manía de subirme allí primero.

Desde lo más alto de la atracción se podía observar todo el parque, los niños corrían de un lado a otro alegremente, sin ninguna preocupación. Los enamorados paseaban cogidos de la mano...

- ¿Es precioso, verdad? - Preguntó Jerry sorprendido.

- Sí... - Suspiré asombrada.

Imaginarme allí mismo, en el momento adecuado con la persona adecuada, me hizo sonreír. Aquello hubiese sido realmente fascinante, pero al parecer, no tendría la suerte de vivir ese momento.

Se escuchó un crujido estruendoso y la noria se paró en seco justo cuando estábamos en lo más alto. Jerry y yo nos miramos asustados y después nos echamos a reír, parecía que nada podía salirnos bien y lejos de fastidiar nos, gracias a nuestro trabajo, habíamos aprendido a tomarnos las situaciones incómodas con humor.

- Parece que vamos a pasar un largo rato aquí arriba ¿de que te gustaría que charlasemos? - Pregunté imitando su amabilidad entre risas.

- Lo cierto es que me gustaría contarte algo...

Detective Reed. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora