Una casa así...

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Me acerqué divertida a Gavin y tiré de su mano para que me siguiera.

- No quiero irme a dormir ¡Hace una noche preciosa! ¿Por qué no vamos a tomar algo por ahí? - Me sentía feliz y tranquila, hacía mucho que no estaba así y me encontraba bastante animada. Era como si nada malo pudiera pasarnos, aunque no voy a mentir, en realidad, tenía miedo de que todo se desmoronase de repente.

- Te recuerdo que yo no tengo 18 años como tú, estoy un poco cansado. - Apuesto a qué no lo decía enserio, pero le gustaba que le insistiera.

- No seas aguafiestas, abuelo. Hasta mi padre aguanta más que tú. - Me reí de él.

- Vale, a ver quien aguanta más. ¿Te acuerdas de dónde he dejado aparcada la moto? Te echo una carrera hasta ella. - La había dejado un par de calles más abajo.

Y como si de un rayo se tratase, los dos empezamos a correr por las calles. Casi me choco contra un señor, pero no sé como, conseguí esquivarle. Gavin iba unos cuantos pasos por delante de mí, intenté por lo menos alcanzarle, pero no fui capaz de ello. Pero él jugaba con ventaja, porque ya estaba acostumbrado a salir a correr.

- ¿Es que todavía eres un bebé y no has aprendido a caminar? - Sé burló él. Parecía como si no se hubiese movido del sitio.

Yo en cambio tuve que apoyar las manos en las rodillas a la vez que me agachaba un poco para poder recobrar el aliento. No estaba acostumbrada a correr, bueno, ni a hacer demasiado ejercicio que digamos y sentía que me estaba ahogando.

- ¿Estás bien? Me estás asustando. - Gavin se acercó a mí y me ayudó a incorporarme.

- Estoy bien, estoy bien. - Estaba un poco mejor que hace unos segundos, pero todavía tenía la respiración entrecortada.

- ¿Sabías que practicando sexo a menudo puedes ponerte en forma? - Soltó de repente.

- ¡Gavin! - Grité avergonzada.

Negó con la cabeza mientras reía y me abrazaba.

- Lo siento, desde que te metiste conmigo en aquel jacuzzi ya no me puedo creer tu actitud de niña inocente. - Bromeó.

Abrí la boca formando una gran "O" para después reirme a carcajada limpia. ¿Cómo podía decir esas cosas y quedarse tan tranquilo?

Me ayudó a colocarme el casco de la moto y después fuimos al bar más cercano, aunque no parecía ser un bar normal, más bien era como un salón de juego. Había un par de mesas de poker y otras tantas de billar. La gente parecía tomarse las apuestas demasiado en serio. Sé que no hay que juzgar por las apariencias, pero aquel lugar no me daba buena espina, aunque sabía que Gavin no iba a dejar que me pasara nada malo.

- Dos cervezas, por favor. - Le indicó Gavin al camarero.

Estuvimos charlando durante horas y quizás, a Gavin se le fue un poco de las manos el beber tanta cerveza. Estaba completamente borracho y no dejaba de decir tonterías, era imposible dejar de reírme en tal estado.

- Creo que ya es hora de que nos vayamos, a ser posible me gustaría dormir en la cama y no tirada en el primer banco que nos encontremos. - Dejé que Gavin se apoyase sobre mi hombro para ayudarle a llegar hasta un taxi.

Cuando llegamos al apartamento, le quité los vaqueros y le tumbé sobre la cama. Después, me los quité yo y me tumbé junto a él.

- Una casa así... - Murmuró Gavin.

No sabía si lo estaba diciendo en sueños o todavía seguía consciente.

-¿Qué dices? - Pregunté mientras me reía.

- Cuando...cuando nos casemos, tendremos una casa como esta, con un jardín gigantesco para que nuestros hijos puedan jugar con Sumo y...

- No digas tonterías, seguro que mañana te arrepentirás de decir esas cosas. - Tuve que interrumpirle antes de que yo me emocionara más. Estaba claro que era una tontería, que no lo decía en serio, pero sentía que todo empezaba a ir demasiado rápido y al contrario de agobiarme, lo único que hacía era que yo me enganchase más a él. Gavin se estaba convirtiendo en una droga para mí y sabía que en caso de tener que hacerlo, no me resultaría nada fácil desengancharme.

Detective Reed. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora