Jerry

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- Lo cierto es que me gustaría contarte algo... - Aquella positividad que siempre transmitía se esfumó de un plumazo, ahora más bien parecía asustado, por lo cual yo comencé a asustarme también.

- Me estás asustando, Jerry ¿Ahora no irás a decirme que te gusto o algo así, verdad? - Bromeé para quitarle un poco de seriedad al asunto.

- No, no - Rio divertido y hasta un poco sorprendido por aquello. - Pero quiero que sepas que nunca quise hacerte daño y si no estás de acuerdo conmigo simplemente me marcharé, prometo no darte problemas...

No entendía nada de lo que me decía, no podía imaginarme nada de lo que me iba a contar, nada tenía sentido.

- Sé que solo nos conocemos desde hace una semana, pero para mí eres una gran amiga y no puedo seguir ocultandolo, necesito contartelo de una vez. Eres una buena chica y mereces saber la verdad, no quiero seguir engañandote.

- Pues cuéntamelo de una maldita vez, me estás poniendo de los nervios. - No lo dije enfadada, si no más bien con impaciencia.

- Soy... Soy... - Tenía la voz temblorosa y parecía que era incapaz de articular las siguientes palabras.

- ¿Qué narices eres? - Insistí nerviosa.

- Soy un androide. - Confesó finalmente.

Tras unos segundos de confusión, me di cuenta de que no sentía nada de nada a cerca de lo que me acababa de contar. Quizás un poco de asombro porque no me lo esperaba, pero nada más. Le consideraba una persona de verdad y no creía que hubiese estado fingiendo. Nunca me había planteado nada a cerca del tema de los divergentes, supongo que nunca había encontrado la razón para que lo hiciese. Pero para mí, no había cambiado absolutamente nada, él se había comportado mejor conmigo que la mayoría de humanos y aquello era decir mucho.

- Vale. - Me limité a decir.

Me miró confundido y atemorizado, no terminaba de aceptar mi reacción.

- ¿Vale? - Preguntó temeroso.

- Sí, vale. Me da igual. ¿Por qué no me lo dijiste antes? - Pregunté con curiosidad.

- Con todo lo que está pasando con los divergentes, cada vez hay más gente en contra de los androides. Tenía miedo de que sí te enterases decidieras alejarte de mí. Aunque supongo que debía darte esa oportunidad en el caso de que quisieras hacerlo.

Me acerqué a él rápidamente y le abracé con fuerza, haciéndole saber que estaba ahí para apoyarle y que no iba a marcharme.

Y como si aquello estuviese planeado, cuando nos separamos, la noria hizo otro ruido extraño y siguió girando hasta que se acabó el viaje.

Jerry y yo íbamos caminando alegremente hacia la siguiente atracción, como si todo estuviera bien realmente cuando de repente, ahí estaba él. Caminaba hacia nosotros decidido. No sabía si dar media vuelta y esconderme, si salir corriendo y si fingir un desmayo. No estaba preparada ni si quiera para verle, pero ya era demasiado tarde para poder hacer nada. Solo había pasado una semana y sentía que habían pasado años y años desde la última vez que nos vimos.

- ¡Hannah, que sorpresa encontrarte por aquí! - Me saludó Gavin nervioso.

- Ya me iba... - Mentí tratando de aguantar las lágrimas.

- ¿Qué tal va todo? Yo diría que demasiado bien, ¿no? - Miró con odio a Jerry y después volvió a mirarme a mí.

- Pues no, la verdad es que no estoy bien, ¿pero qué más da? Eso nunca ha parecido importarte - Le recriminé con ironía.

Su dura expresión pareció suavizarse un poco, como si se acabara de dar cuenta de algo. Agachó la mirada nervioso y murmuró - ¿Podemos hablar, por favor?

Debería decirle que no, debería mandarle a freír espárragos, pero la curiosidad me podía.

- ¿Qué quieres?

- Creo que tú sobrás aquí, pelirojito. - Gavin se dirigió a Jerry asqueado.

Y en ese momento me di cuenta... "¿Pero qué se creía este hombre?" No podía hacerme lo que me hizo y después esperar que yo comiera de la palma de su mano y mucho menos hablarle así a mi amigo.

- El único que sobra aquí eres tú. - Dije cansada.

Me miró sorprendido, abrió la boca para decir algo, pero enseguida la cerró apretando con fuerza la mandíbula. Me temblaban las piernas de lo nerviosa que estaba, pensaba que ahora comenzaría a decirme de todo para hundirme todavía más, si es que podía estar más hundida, pero dio media vuelta y se limitó a marcharse.

Detective Reed. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora