Detective Reed (Final)

984 104 90
                                    

Durante este último mes, me fui a vivir con Gavin y redecoramos la casa con la intención de hacerla más familiar. Creo que hicimos un buen trabajo.

Nos pasamos el día entero limpiando, recogiendo la casa y cocinando la cena de Navidad.
Los dos íbamos impecablemente arreglados, nos estábamos esforzando por demostrar que estábamos bien. Pero todo nuestro esfuerzo podría haber sido en vano y aquellas Navidades quizás, serían las primeras que no pasaría con mi padre.

- Va a venir, Hannah. Confía en mí.

No había vuelto a hablar con mi padre desde aquel día en la comisaría. Le llamaba a menudo, pero nunca respondía. Gavin intentó contactar con él, pero nos ignoraba por completo. Gracias a Connor, conseguimos hacerle saber que planeábamos reunirnos con él en Navidad.

Estaba tan nerviosa que me temblaban las piernas, los tacones que llevaba tampoco ayudaban demasiado.

Gavin y yo estábamos parados frente a la puerta cuando el timbre sonó haciéndome tropezar del susto. Gavin sujetó mis mejillas alzando mi cara para asegurarse de que recibía toda mi atención.

- Te prometo que todo va a salir bien, princesa.

- Todo saldrá bien. - Repetí para convencerme a mí misma.

Gavin se acercó a la puerta para abrirla, suspiró tratando de liberar tensiones antes de volver junto a mí y rodear mi cintura con su brazo. Aquel gesto consiguió tranquilizarme un poco.

Mi padre y Connor aparecieron tras la puerta. Connor nos miraba con gesto de preocupación mientras mi padre no encontraba el valor suficiente de volver a cruzar miradas conmigo.

- Buenas noches, espero que no os importe que haya invitado a Connor a venir conmigo. Quizás debería haberos avisado antes. - Hablaba en un tono monótono por el cual no conseguía adivinar que era lo que sentía en ese momento.

- No importa, hay comida de sobra. - Me apresuré a decir.

Gavin me miraba incómodo ya que ahora tenía que pasar la noche, no solo con una, si no con dos personas que detestaba.

- Y donde caben, tres caben cuatro. - Añadió con la mayor amabilidad posible.

Le sonreí agradecida, pues sabía lo mucho que estaba haciendo por mí. En ese momento, me di cuenta de que mi padre había levantado la cabeza para mirarnos sonriendo ligeramente, como si se hubiese ablandado un poco.

- Adelante, pasad. - Hice ademán con la mano para dejarles entrar y Gavin, mientras yo guardaba sus abrigos, colocó en la mesa el plato y los cubiertos que faltaban para Connor.

Los cuatro nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer en silencio. Para romper el hielo, mi padre nos contó que había vuelto de Canadá y que ahora vivía con Connor en nuestra antigua casa. Connor se ilusionaba al hablar de Sumo y mi padre parecía emocionado al recordar lo mucho que le gusta a Sumo pasar tiempo y jugar con Connor.
A medida que avanzaba la conversación, parecíamos estar más cómodos y relajados, pero me daba miedo que mi padre tan sólo estuviera siendo amable, me daba miedo que al salir por esa puerta, no volviese a saber nada más de él jamás.

Me sorprendió que no bebiese ni una sola gota de alcohol en toda la noche. Al parecer, lo había dejado porque Connor siempre estaba dándole la tabarra sobre lo que era bueno o no para él.

De repente, un coche aparcó delante de nuestra casa. No sabíamos quien podría ser, Gavin y yo no esperábamos a nadie más.

- Teniente... - Connor le avisó a mi padre.

- Es la hora de los regalos. - Dijo alegremente mi padre.

Se levantaron de la mesa y salieron al exterior mientras Gavin y yo nos mirábamos confundidos. Aproveché para coger el regalo de mi padre, lo guardaba en la habitación. Cuando volví a la sala de estar, vi que mi padre llevaba en brazos a un cachorrito de San Bernardo.

- Feliz Navidad, cariño. - Me entregó el pequeño perrito y yo lo estreché con cuidado entre mis brazos.

- ¡Has adoptado un perro! - Exclamé emocionada, todavía sin creer aquello.

Dejé que Gavin cogiera en brazos a Stevie, así lo llamaría y abracé a mi padre olvidando todo lo que había pasado entre nosotros.

- Lo siento mucho, papá. Odio que las cosas hayan sido de esta manera.

- No pasa nada, mi niña. Te mereces ser feliz y parece que lo estás, eso es todo lo que quiero.

Al separarme de él, alcancé su regalo y se lo entregué. Era una edición limitada del último disco de The Knights Of The Black Death. Me parecía muy poca cosa comparado con el San Bernardo.

- Lo siento, es que no sabía si vendrías... - Comencé a explicarle insegura.

- Es perfecto, Hannah. Muchas gracias. - Me abrazó de nuevo antes de que me dirigirse a Connor para disculparme por no tener nada para él, ya que no sabíamos que vendría esta noche.

- Me caes como el culo... - Mi padre empezó a decirle a Gavin. - Y no te soporto, pero haces feliz a mi hija, no sé como, pero en fin... Así que te propongo una tregua, por Hannah. Aunque no dudaré ni un segundo en matarte si le haces daño. Feliz Navidad, Capullo. - Gavin rio divertido y abrazó a mi padre dándole un par de palmaditas en la espalda.

Nos despedimos y Gavin y yo comenzamos a recoger la cocina.

Estaba muy feliz, no podía dejar de sonreir. Sentía que por primera vez en mucho tiempo, las cosas irían bien y sería feliz durante mucho más tiempo. Tenía a mi lado a las dos personas más importates de mi vida, a las que más quería y eso es todo lo que necesitaba.

- Todavía tengo que darte mi regalo. - La voz de Gavin me sacó de mis pensamientos.

Me cogió de la mano y me llevó hasta la habitación. Me vendó los ojos y me entregó lo que parecía ser un cuadro. Retiré ansiosa la tela por la que estaba recubierta el cuadro y ahogué un grito al verlo.

Éramos Gavin y yo hablando alegremente en la comisaría, él me rozaba la mano con la suya y se mordía sus labios mientras yo acariciaba su mejilla.

- Lo hizo Carl. Le conté como nos conocimos, cuando solías llamarme detective Reed. - Sonrió melancólico al recordar aquello. Se acercó un poco más a mí, cogió el cuadro y lo apoyó sobre la cama para después abrazarme.

- Muchas gracias, cariño. Significa mucho para mi.

- Pase lo que pase, siempre serás la mujer de mi vida. Nunca podré olvidar lo que sentí la primera vez que te vi y todo lo que vino después. Pusiste mi mundo patas arriba, pero haces que me sienta vivo.

- Te amo, detective Reed. - Reí divertida al volverle a llamar así después de tanto tiempo y dejé que me besará como si se muriese de ganas por hacerlo y nunca lo hubiese hecho.

Muchas gracias a todos los que me habéis acompañado a lo largo de la historia, votando y comentando cada capítulo.  Eso me hace muy feliz y significa mucho para mí <3  En fin... Me da mucha penita acabar con la historia :( así que quizás más adelante, haga una segunda parte.
Decidme por favor si os gustaría que hubiese una segunda parte o preferís que se acabe aquí del todo. Pase lo que pase, no olvidéis que siempre seremos la Hannah de Gavin <3 jajajaja
Bueno, ya me voy que me enrollo como una persiana aggg
Os quieroooo!!!

Detective Reed. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora