Por una vez en mi vida.

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Había quedado con Laura para comer y ponerle al día a cerca de mi escapada romántica con Gavin. Cuando le conté lo que pasó en el jacuzzi casi nos hechan del restaurante por que Laura se "atragantó" con los macarrones.

- ¿No crees que quizás os esteis pasando un poco? Quiero decir, tiene 36 tacos y tú acabas de cumplir los 18... No quiero sonar demasiado dura, pero creo que se está aprovechando de ti.

- Yo quería hacerlo, Laura y él nunca me obligaría a hacer nada que yo no quisiera hacer. - Dije con seriedad.

- Pero todos saben que es un capullo. - Argumentó ella.

- Pues conmigo no se comporta como tal.

- Todo el mundo habla mal de él, yo creo que nadie le aguanta y tú, que eres una pobre inocente, te dejas engañar fácilmente.

- ¿De verdad piensas eso? - Solo le faltaba llamarme tonta en toda mi cara...

- No es tu culpa, o sea es Gavin...

- Sí, Gavin Reed, ya lo sé y estoy locamente enamorada de él así que me gustaría que me dejaseis ser feliz por una vez en mi puta vida. - Le interrumpí enfadada. Ni si quiera yo misma creía lo que acababa de decir. No me pude controlar, estaba un poco harta de que todos pensaran que yo era la niña tonta y Gavin un viejo pervertido. Los dos éramos adultos y nos queríamos, sinceramente no sé que problema le veían a eso.

Laura me miró entristecida y abrió la boca para hablar, pero la volví a interrumpir antes de empezar una discusión que no quería tener.

- Lo siento, no quería ser tan bruta. -  Aquello no sonaba como una disculpa.

- No pasa nada, lo entiendo. - Pero no lo hacía realmente, solo lo decía para no discutir.

Seguimos comiendo en silencio y después cada una se marchó a su casa.
Encendí el ordenador para seguir mirando ofertas de trabajo y me llegó un correo electrónico de aquel restaurante que necesitaba camareros. En media hora tenía que estar allí para que me hicieran una entrevista. Corrí hasta el armario y empecé a probarme conjuntos que me hiciesen parecer más formal, a lo que me quise dar cuenta, ya era la hora de salir de casa. Al final llevé una camisa blanca, una falda de color negra y unas manoletinas de color azul marino. Gracias al reflejo de la ventana del taxi, conseguí hacerme una coleta más o menos decente.

Cuando llegué al sitio, el dueño me acompañó hasta su despacho, allí me hizo varias preguntas rutinarias que le indicarían si yo tenía lo que buscaban.

- Puedes empezar ahora mismo. - Dijo mientras cerraba la libreta en la que había estado anotando mis respuestas.

- ¿De verdad? - Pregunté entusiasmada. - Quiero decir, sí, claro. Cuando usted me diga, señor.

- Te indicaré donde está el vestuario y qué uniforme es el que deberá usar de ahora en adelante. - Me guió hasta los vestuarios y me entregó el uniforme.

Rápidamente llamé a mi padre y le conté que me habían dando una oportunidad, después a Gavin, pero no me lo cogió.
Me cambié de ropa y fui hasta la barra del bar, donde me esperaba mi jefe.

- Nos gustaría observarte durante esta primera semana para ver como te desenvuelves en el ámbito laboral. Así que si consigues pasar el periodo de prueba estarás contratada.

Asentí con la cabeza y justo cuando iba a marcharse, un chico pelirrojo entró por la puerta. Tenía un aspecto realmente simpático.

- Este es uno de tus compañeros.

- Hola, soy Jerry - Me saludó con la mano mientras sonreía alegremente.

- Hola, Jerry. Yo soy Hannah. - Me acerqué a él para darle la mano.

-Bueno, ya os iréis conociendo. Ahora poneos a trabajar. - Ordenó el jefe.

Jerry y yo nos miramos divertidos.

Detective Reed. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora