Capítulo 25. Rubia.

281 16 4
                                    

          —Hola.

          —Hola...-susurró ella.

La noche le traía a un chico con el cabello más alborotado de lo habitual, una sonrisa radiante y un semblante lleno de felicidad.

          —Tengo que irme, preciosa.

          —No- balbuceó.

Acercó sus manos por su espalda para convencerlo de quedarse haciendo un puchero.

          —Muy pronto estaremos juntos siempre y no podrás escapar de mi -respondió besando su frente- ahora no es tiempo.

          —Te amo.

          —No más que yo a ti.

Sin ganas lo soltó para que saliera de la cama, tomó la sabana para cubrirse mientras que él cogía su ropa para ponérsela, Charlie sonrió pícaramente al ver lo que hacía.

          —Eso no es necesario -exclamó subiendo sus jeans.

Las mejillas de la chica al instante se colorearon de carmín intenso, se conocían ahora de pies a cabeza pero le causaba aún vergüenza mostrarse como tal.

El torso descubierto de Charlie llamó toda su atención, estaba tan trabajado que la hacia babear a los suelos. Inconsiente se quedó mirándolo sin poder creer que todo aquello lo había tenido cerca de su cuerpo proporcionándole calidez.

          —¿Te veo mañana?-soltó acomodándose la playera.

          —Sí-contestó Génesis moviendo la cabeza con desaprobación.

Charlie salió para dirigirse a su casa dejándola en cama completamente desnuda, se recargó en la cabecera pensando en todo lo que había sucedido, estaba tan agradecida de tenerlo a su lado amandola, queriendola tal como era sin condiciones ni restricciones y lo mejor, que al entregarse la había recibido con todo el amor del mundo. El cariño que sentía era tan profundo que estaba dispuesta a todo, por él.

Que la persona que este a tu lado, te haga sentir la mujer más hermosa de este mundo, que te vea y te ame sin importar las imperfecciones de tu cuerpo, que te haga sentir segura de ti misma sin importar lo que digan o piensen los demás, eso es maravilloso.

Entre tanto la chica comenzaba a preguntarse donde estarían sus padres. Con todo lo acontecido la ansiedad le provocaba un gran temor al quedarse de nuevo sola,  así que se levantó para tomar una ducha y encerrarse en su habitación hasta que su madre, padre o Charlie volvieran a buscarla.

Se encaminó con la sábana envuelta alrededor del cuerpo para entrar en el baño, pasó sus pies por el tapete afelpado que acariciaba cada uno de su dedos relajandola por completo y dejó caer al suelo lo que la cubría, abrió la regadera para esperar a que el agua tibia comenzara a aparecer y se giró para verse en el espejo. La piel se pegaba a sus huesos haciéndola parecer un esqueleto y en todas partes tenía moretones que cubrían su cuerpo de manchas moradas.

Una cicatriz adornaba un costado de su vientre, era ligeramente grande y al verla recordó a Natalia, la autora de esa pequeña herida. La había hecho enfurecer demasiado al grado de casi perforarla con una pequeña navaja de mano que tenía y todo por negarse a hablar con ella.

Se apartó de los escalofriantes recuerdos dirigiéndose a la ducha caliente, comenzó a tranquilizarse con la sensación del agua correr por todo su cuerpo que le hacía esquivar todo pensamiento negativo. Salió para ponerse unos jeans y una camisa blanca con encaje que le obsequió su padre en Navidad y se dió cuenta de que hasta ese momento no había vuelto a hablarle, ni siquiera lo había visto por lo que la idea de ir a encontrarse con él le pareció bastante buena. Colocó sus tenis y peino su corta cabellera, estaba lista para ir a visitarlo, lo extrañaba en gran medida pues desde pequeña se había acostumbrado a estar con él la mayoría del tiempo.

El edificio era gigantesco, entró por la puerta giratoria recorriendo el salón de espera para buscar a la recepcionista, cuando la encontró pidió amablemente saber en qué piso se hayaba su padre y subió, al caminar se cruzó con una Rubia de ojos color miel y con rizos sueltos en la espalda que llevaba una falda negra corta acompañada de una blusa blanca de manga larga. El conjunto resaltaba sus muy pronunciadas curvas y su sonrisa era tan grande que cualquiera se habría vuelto loco por ella, Génesis rezo por que a Charlie jamás le tocará ver a la mujer pues aunque le había repetido mil veces que la amaba a ella, se sentía inferior a chicas como la rubia.

          —¿Buscas al señor Evan?-preguntó al instante.

          —Así es, ¿sabe usted donde puedo encontrarlo?

          —Por supuesto, sígueme.

Juntas subieron al elevador que las condujo al quinto piso donde trabajaba el padre de Génesis. El silencio resultó demasiado incómodo y más porque hacía horas que nadie la atendía que se se había encontrado de pronto una mujer muy amable que le hizo el favor de llevarla ante su padre

          —Oh, como lo siento. ¿No me presenté verdad? Hola, soy Emilia, asistente personal del señor Evan.

.          —Mucho gusto, Génesis Janseen.

          —No puedo creerlo, ¿eres hija del señor Evan?

          —Claro que sí.

          —Disculpa mi ignorancia, he tenido un día largo y pesado.

          —No se preocupe, gracias por todo -dijo por último al bajar.

          —La oficina del señor Evan está por allá, al fondo a la izquierda .

Génesis recorrió todos los rincones que pudo con sus inmesos ojos, hasta que llegó a la puerta de su padre. Sin dudar tomó la perilla pero una fuerza la detuvo en abrir la puerta, así que decidió sorprender a su padre abriendo lentamente la madera. Se detuvo unos centímetros antes de la manija pensando en cómo tomaría su padre el regreso pero la sorpresa no fue tan agradable y se la había hecho ella misma, una mujer de la complexión de la chica anterior tomaba del cuello a su padre acariciandolo, él la abrazaba por la cintura mientras conversaban acerca de otras cosas.

          —Mi amor, ¡Cuánto te extrañé!- decía la rubia aproximándose a su padre

Charlie Puth. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora