Capítulo 38. Un bello vestido blanco.

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          —Cariño, debo ajustartelo un poco más—regañó la modista.

El largo vestido blanco adornado con encaje que hacía relucir su figura estaba siendo ajustado a sus caderas para la esperada fecha. Un largo espejo frente a ella le hacia saber cómo se le veía puesto además de que también le mostraba un ramo lleno de flores artificiales y el velo caer por su pronunciada cabellera.

Habían pasado semanas buscándolo sin éxito por una interminable lista de tiendas para novias en donde se confeccionaban telas, tenía que ser lo más especial posible pues sería el día más importante en toda su vida.

          —¿Y quién es el padre?—preguntó indiscreta la mujer sacándole de sus pensamientos.

          —¿Disculpe?—respondió frunciendo el ceño.

          —Oh vamos, se nota a kilómetros—continuó.

Génesis sonrió y agachó la cabeza, era más que la verdad. El doctor que le había atendido el día en que Charlie la llevó desesperado a la clínica le había dado una de las mejores noticias del mundo.

                 —Flashback—

          —¿Cuál ha sido tú último período.

          —El mes pasado—balbuceó.

          —¿Alguno otro síntoma?

          —Vómito.

          —¿Acompañado de mareos?—agregó tomando nota en la pequeña libreta.

          —Algunas veces.

          —Bien, permíteme un momento.

El médico abandono su asiento para salir del lugar mientras que ella se quedaba a esperar el diagnóstico. Su ya muy frustada mente no le permitía adivinar la situación, sentía un dolor terrible de cabeza que la volvería loca aún más de lo que estaba si no se le atendía y la ansiedad comenzaba a desesperarla en aquella pequeña habitación.

Lo único que anhelaba era estar con Charlie, con su amado Charlie, que podía hacerla olvidar cualquier cosa con su sola presencia y sanar cada herida que invadiera su cuerpo. El dolor se quedaba corto junto a él, en sus brazos no existía tal cosa.

La puerta se abrió dejando ver al médico con una enfermera detrás llevando consigo un par de jeringas, algodón, tubos de muestra y torundas de alcohol. La chica se acercó a Génesis que veía con horror las agujas con las que venían equipadas las jeringas, acomodó todos los instrumentos en la pequeña mesita posicionada a un lado y se dispuso a recolectar muestras de sangre para realizar un estudio médico a fondo pretendiendo determinar el estado de salud de la paciente.

Al terminar salió apresurada ordenándole ponerse un algodón empapado de alcohol para retener la sangre del piquete.

          —¿Todo bien?—comentó el médico.

          —Sí.

          —Bueno, ya puedes tomar asiento frente al escritorio.

          —¿Qué sucede?—interrogó al instante.

          —¿Cuántos años tienes?

          —19.

          —Sí que eres joven.

          —Puede ya decirme que es lo que pasa por favor—Exigió.

          —¿De verdad no lo sabes?—soltó sonriendo y cruzándose de brazos.

          —No.

          —Entonces esperemos el resultado del análisis.

Al cabo de otros 5 minutos tocaron a la puerta, el médico dio pase a la enfermera que asomó la cabeza por el espacio entre el marco y la madera dando una señal afirmativa con la cabeza.

          —Gracias Marie.

Génesis aún se concentraba en lo que sucedía y volvió a verle cuando escuchó el ruido de la puerta sonar.

          —Felicidades, vas a ser mamá—exclamó por fin cruzando ambas manos.

Una voz en su cabeza se encendió recordándole a una criatura que lloraba cada noche en su mente atormetandola. Se paralizó con la noticia y se quedó sin habla recordando cada momento que había llevado un pequeño ser dentro de sus entrañas a quién todavía se preguntaba porque le había perdido tan fácil, sintió miedo de nuevo, una horrible presión en el pecho que le dificultaba la respiración y una punzada que le oprimía el corazón.

Pensó un momento en lo rápido que habían sucedido las cosas, quiso sonreír, brincar de alegría y correr a contarle a Charlie que sería padre para verlo desfallecer por la buena nueva, pero algo se lo impedía y simplemente no lo hizo.

          —¿Qué pasa? ¿No te ha caído bien la buena?

          —Yo...no.... lo sé—aclaró agachando la cabeza.

          —Es normal que sientas miedo, imagino que es tu primer bebé.

          —Ya perdí uno—interrumpió.

          —Ya veo—tragó saliva el médico—pero siempre existe una segunda oportunidad.

          —No creo que funcione así.

          —Por supuesto, no puedes cambiar lo escrito por Dios o el destino, como lo prefieras.

          —Aún llevó conmigo el recuerdo del primero.

          —Eso es bastante obvio, chica. No puedo cambiar tu dolor, pero estoy seguro de que si amaste tanto a tu primer semilla podrás hacer lo mismo por la que ahora está germinando en tu vientre—sonrió.

Después de un rato de sermones por parte de la figura frente a ella logró calmar ese recuerdo que tanto le dolía y lo cambio por uno que le produciera un poco de felicidad. Estaba segura de que nadie podría reemplazar aquel vacío y ni el consuelo de la noticia lo llenaría, pero al menos intentaría ser feliz por ambos niños que llevaba en el alma.

          —Marie.

          —¿Sí?

          —Por favor, haga pasar al joven Charlie Puth.

          —Como ordene.

Con los sentidos estables trato de reprimir las ganas de llorar aunque sabía que al verlo las fuerzas le faltarían y una tras otra saldrían lágrimas disparadas. Cerró los ojos al instante que escuchó la puerta volver a sonar y no aguanto más el chillar cuando escuchó su armoniosa voz entrar por sus oídos.

          —¿Cómo se encuentra?—preguntó viendo al médico y después a Génesis.

No pasó ni un minuto cuando se levantó para correr hacia él y esconderse entre su pecho aferrándose a su cuerpo, la abrazó preocupado por su estado y se tranquilizó al ver los gestos del médico, pero sin soltarla comenzó a acariciar su cabeza al notar que no paraba de llorar desesperada.

          —Tiene un descontrol emocional, eso es todo—mintió el señor por indicaciones de la chica.

          —¿Necesita medicinas?

          —Lo único que necesita es a alguien que la ame tanto como ella ama a las personas a su alrededor.

          —Me encargaré de eso.

             —Fin del flashback—

          —Esta listo—comentó la modista—llamaré a tu madre.

Admiró por última vez su figura dando pequeños giros buscando cada detalle que conformaba la suave prenda, sonrió y vió a su madre por el espejo que daba saltos de emoción.

          —¡Te ves preciosa mi pequeña!—gritó.

Charlie Puth. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora