Capítulo 33. Petición.

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          —Es mi última palabra Charlie, no habrá boda con esa chica.

          —La amo Kendra y no me vas a impedir que sea feliz.

          —¡Soy tú madre!

          —Y ella mi prometida, la mujer que escogí para el resto de mis días.

Aunque mil veces le repitiera que no, él no iba a desistir hasta conseguir que Génesis fuese su esposa.

La señora Puth empezaba a sacarle filo a su arma: la mirada fulminante ante situaciones de ese tipo. Pero no podía contra Charlie, que la veía con la misma intensidad sin ceder por sus amenazas.

          —No Charlie.

          —Sí, Andrea-contestó levantándose del asiento.

          —Te ordeno que no.

          —Revoco tu orden-desafió.

          —Charlie Puth, si tu acaso vuelves..

          —¿Qué?—interrumpió—No puedes obligarme.

Se levantó de la silla en el despacho y camino fuera dejando a la señora Puth irritada, pero como cualquier madre jamás se canso y volvió a seguirle hasta la recepción principal sin intenciones de cambiar de idea.

          —Es una enferma mental—gritó—No quiero que sea una carga en nuestras vidas.

          —Olvídalo, no voy a permitir que me la quiten otra vez.

          —¡Charlie!

          —Kendra-respondió caminando hacia su habitación.

          —Vuelve en este instante-externó con las manos sobre la cintura desde la sala.

Charlie ignoró sus peticiones y siguió hasta llegar a su habitación; cerró la puerta con seguro para evitar que su madre volviera a interrumpirlo y se giró para recostarse en su cama mientras sacaba su móvil para revisar las notificaciones. Colocó su mano por encima de su cabeza para recargarse sobre ella y con su otra palma se dispuso a manejar el móvil, el timbre sonó de pronto avisándole de un mensaje de Alex.

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Alex
En línea.
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Hey
     10:33

¿Qué sucede?
10:33

¿Salimos?
            10:33

¿Dónde?
10:34

No lo sé precioso, donde
quieras. 😘
                                   10:34

Jajaja, en realidad estaba
planeando formalizar el
compromiso.
10:35

¿Cómo? Te ayudo.
                            10:36

Bien, te espero ahora
mismo.
10:37
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          —¿Cómo me veo?-preguntó Alex acomodándose la corbata.

          —Precioso-bromeó Charlie.

Ambos chicos estaban listos para dirigirse a la casa de Génesis dispuestos a darle una sorpresa, Alex cargaba con dos inmensos ramos de rosas; uno para la señora Janseen que le había dado el mayor regalo de su vida y otro para la chica de su mejor amigo, que consideraba su vida entera. También llevaba consigo cajas de chocolates y bolsas con regalos que habían pasado todo el día buscando por el centro comercial.

          —¿A donde crees que vas?-bufo la señora Puth desde las escaleras al verlos salir.

          —A buscar a mi chica.

          —Tú no sales de aquí...¿me oíste?-reclamó.

El pequeño ser interior orgulloso de Charlie salió a relucir ante los regaños de su madre. Sonrió juguetón y se dió media vuelta para atravesar aquel marco de madera de la entrada principal, Alex le siguió ignorando a la señora Puth que hacía berrinches como niña pequeña desde el lugar donde estaba.

           —Estas loco-agregó su amigo.

           —Un poco.

Con grandes zancadas los dos muchachos atravesaron la calle para llegar al jardín delantero de la casa de Génesis, Alex se colocó al lado de Charlie que tocaba a la puerta y cuando se abrió la señora Janseen salió para recibir con un caluroso abrazo al chico de las pupilas verdosas.

          —¡Qué gusto que estés aquí Charlie!-soltó conmocionada-¿buscas a mi hija?

          —En realidad, quería verla a usted.

          —¿A mi?-externó confundida.

Pronto salió Alex de las sombras para entregarle las flores a la mujer que de inmediato se alegró por el detalle dedicándoles una sonrisa de oreja a oreja.

          —Señora Janseen...He venido a pedirle la mano de Génesis.

Las arrugas aparecieron en el rostro al escuchar las súplicas de Charlie, podría estar aturdida por el engaño de su esposo pero lo que más había deseado era que su pequeña pudiese encontrar un hombre que la amara tanto como ella.

          —Por supuesto que sí-susurró bajito con lágrimas en los ojos.

Sin pensarlo se unieron en un abrazo de madre a hijo, estaba tan feliz en ese instante que nada le opacaria el sentimiento.

          —Espera-pidió la mujer separándose de Charlie.

Dió unos cuantos pasos a la altura de las escaleras posicionándose para llamar a su pequeña.

          —¡Gen! ¡Baja rápido!

Pasados 10 minutos bajo, con una remera grande que cubría su delgado cuerpo, un pantalón de pijama que ocultaba sus largas piernas. Su cabello estaba recogido en una pequeña coleta pero al tener melena corta algunos mechones rebeldes se salían cubriendole el rostro, usaba sus palmas para tallarse los ojos mientras que bajaba escalón por escalón.

Entonces le pareció ver a la mujer más hermosa de toda la existencia aún cuando viniese con ropas para dormir. Estaba seguro de que quería despertar cada mañana a su lado para ser el primero en escuchar con su preciosa voz el buenos días y pasar con ella la noche sólo para verla en su estado más vulnerable como acostumbró en la cabaña, anhelaba tanto ser su consuelo cada que sintiera que las fuerzas le faltaran y abrazarla para sentir el calor de sus cuerpos juntos.

Hasta que llegó abajo, Génesis se percató de la presencia de Charlie y su cara se iluminó.  Corrió hacia él cuando le tendió los brazos en su espera y se escondió en su pecho para respirar aquel penetrante aroma característico de su ropa que la hacia delirar.

          —Te amo-dijo enseguida.

Charlie Puth. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora