Capítulo 26. Papá.

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Por el pequeño espacio entre la pared y la puerta que había hecho ella misma observó toda la escena. Sintió un extraño vacío en el estómago a causa del descubrimiento, confundida agachó la cabeza para tratar de calmarse pues su mente estaba haciéndole ver a su padre junto a otra mujer, sacudió la cabeza con rapidez para olvidarse de aquel delirio y volvió a mirar, pero la realidad era distinta, no estaba imaginando nada, su padre tenía a una chica un poco mayor que ella abrazada pretendiendo darle un beso.

Dejó de ser ella misma para armarse de valor y entrar por la puerta enfurecida, no tuvo problemas para tomar a la rubia por la cabellera y arrastrarla hasta el marco de la puerta donde unos segundos atrás se encontraba, se posó encima de ella mientras que la chica gritaba horrorizada y la aprisionó sólo para depositar una serie de cachetadas en su rostro pálido. Ella pataleaba y chillaba, tratando de zafarse de su agarre cubriéndose la cara con las palmas de las manos gritando por auxilio pero la furia era tan grande dentro de Génesis que le habían surgido fuerzas suficientes para no dejarla escapar.

-¡Para ya Génesis!-gritó el señor Janseen apenas pudo salir de la impresión.

Sin escuchar siguió llenado a la rubia con marcas rojizas en las mejillas, se levantó de pronto dejándola en el suelo dolorida y tomó sus rizos con fuerza, la chica volvió a chillar tomándose está vez el pelo y tratando de alcanzar su cara para rasguñarla pero le era imposible, entonces la jaló fuera de la oficina para llevarla hasta la recepción en donde la tiró al suelo sin piedad.

-¿Te quedó claro?-preguntó con ironía.

Un par de secretarias se acercaron a la mujer para ayudarle a levantarse. El sentimiento de temor había cambiado por uno más furioso pero sin compararse con el de Génesis que se encontraba del otro lado destilando ira en su máxima expresión, ninguna cedió a la guerra de miradas hirientes que se formó aún cuando personal y demas gente se acercaba para ver.

La rubia comenzó a soltarse de las chicas que la tomaban por los hombros para correr hasta Génesis y devolverle los golpes, pero una de ellas la detuvo de sus intenciones.

-Olvídate de eso, es Génesis Janseen, hija única del señor Evan-susurró la secretaría por lo bajo.

Génesis dió media vuelta después de unos minutos para ir hasta dónde se encontraba su padre, sin la más mínima intención de justificarlo, pero las palabras de la rubia la detuvieron y en lugar de lastimarla la habían hecho enfurecer más.

-¡Ojalá nunca te hubiesen encontrado del sujeto que te secuestro niña estúpida!-gritó desde la otra orilla de la sala.

Y tal cual leña seca aviva un fuego que está por apagarse, ella se encendió. Caminó con grandes zancadas dispuesta a romperle la cara e ignorando las miradas que tenía encima después de aquella confesión, dejó caer su puño en la nariz de la rubia tirandola al suelo y la tomó de las piernas para arrastrarla por todo el lugar sin importarle el ridículo que le haría pasar a su padre, después de todo, su mayor vergüenza iba a ser que todo el mundo se enterase cuán bajo había caído con una tipa cualquiera como esa.

Después de un largo recorrido por el lugar con la chica en el suelo ensordenciendo sus tímpanos con sus agudos gritos paró, era momento de finalizar con toda la escena que había formado, se acercó para levantarla pero una gran mano la rodeó por la cintura interrumpiendo su cometido, pataleo para que la dejaran libre pues quería terminar de aclararle a la chica quién tenía poder sobre quién.

-¡Génesis! ¡Basta!-exigió su padre.

El señor Evan la alejó con fuerza hacia sus espaldas y se volteó para detenerla por los hombros, pero ella no hacía más que luchar por zafarse queriendo castigar a la rubia, la miraba con un inmenso odio que ni los reclamos de su padre cesaban su sentir. Cansado de la situación y apenado con su personal, dió un ligero empujón a su hija para después regalarle una cachetada en la mejilla derecha que la calmó.

Con el rostro ardiendo, las lágrimas al borde de sus ojos, los sentidos arturdidos y una de sus palmas tomándose la mejilla golpeada miró a su padre con más odio que a la rubia, ahora ella estaba detrás de él protegiendose.

-¡Me das asco!-exclamó con gran voz.

Sin dejar de sobar su coloreado rostro corrió lejos de su padre para salir del lugar. El señor Evan fue detrás de la pequeña arrepentido por su actuar, había sido muy duro con ella y no tenía derecho de cachetearla después de lo que había presenciado, pero no recibió más que su desprecio.

-Princesa....-dijo el señor con voz temblorosa.

-¡Quédate con tu zorra! Porque eso es, una tipa ofrecida buscando tú maldito dinero. ¡Olvídate que existo, que soy tu hija, haz como que estoy muerta y jamás me busques!-gritó llorando.

-Puedo explicártelo, por favor, trata de entenderme-reclamó tomando su mano.

-¿¡Entenderte!? ¡Cómo diablos reclamas que te entienda! ¡Estuve desaparecida por casi un mes, un mes entero donde soporte golpes y gritos de parte de dos psicópatas que buscaban lastimarme en todas las formas posibles! ¿y qué hiciste? ¡Buscar una puta para consolar tu dolor!

Génesis forcejeo hasta que se libro de los agarres de su padre, entonces corrió al elevador y presionó el botón de la planta baja ignorando la presencia del señor Evan.

Las lágrimas aumentaron después de que la puerta cerró automáticamente, se dejó caer al suelo recargada en la pared y chilló desconsoladamente. Llegó entonces el recuerdo del bebé, el abuso de Rubén y los golpes de Natalia atacandola psicológicamente, comenzó a respirar con dificultad ahogándose en gritos mientras el elevador descendía lentamente.

Trato de tranquilizarse para volverse a levantar y salir del lugar, las piernas le temblaron pero logró huir. Paso por alto los ojos que no le quitaban de encima las personas que trabajan en el primer piso y tomó un taxi para ir a su casa, se rodeó con los brazos a si misma pidiendo que la llevaran otra dirección; la casa de Charlie.

Cuando llegó bajo con dificultad pero agradeciendo al buen hombre que conducía haberla traído, dió unos cuantos pasos por el adornado camino que conducía a la puerta principal y de pronto el estómago se le revolvió, su cabeza dió mil vueltas distorsionando su vista hasta que cayó al piso inconsciente.

Charlie Puth. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora