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—Estás cansada —dijo Harry de pronto, apagando las luces del pasillo que conectaba con la sala de estar— Si deseas puedes quedarte a dormir conmigo.

Harry proyectaba ser una figura imponente estando de pie, con los brazos cruzados mirándola desde el otro lado de la sala, Lex lo miró desde el sofá e inevitablemente se mordió el labio y sonrió. Se prometió no caer tan fácilmente a sus encantos, pero era imposible no corresponderle una sonrisa. Y la verdad que fuera Harry casi diez años mayor que ella la llamaba a aceptar su invitación.

—Creí que seguiríamos con nuestra conversación —dijo Lex con cierto desdén, pero con una sonrisa coqueta en su rostro.

Harry se acercó al pequeño bar que había junto al comedor y tomó dos copas de vino.

—Ya hemos hablado bastante por hoy ¿No crees? Además, has bebido mucho y deberíamos tener la cabeza despejada cuando por fin hablemos.

—Lo dice quien acaba de servir vino.

—¿No quieres?

—No, muchas gracias.

—Debería haberte preguntado antes.

Lexi sonrió y estiro su mano a su lado derecho, palmeando el sofá para que su profesor se sentara junto a ella.

—¿No quieres irte a dormir todavía?

—¿Quién dijo que dormiría aquí? —inquirió la joven.

—Una noche. Pasa una noche conmigo y, si quieres marcharte mañana, no te detendré.

Muy suavemente Harry tomó el rostro de Lex y se acercó a ella. Lex no dijo nada, sintiendo cómo sus últimos vestigios de autocontrol la abandonaban cuando los labios rosas de Harry rozaron los suyos para besarla.

Estaba exhausta. Harry la había agotado y había diezmado su resistencia. Tal vez había sido el vino. O las emociones del día. O su explosivo encuentro en el despacho. No importaba la causa. Ya no tenía fuerzas para seguir resistiendo aquel encanto y belleza que aquel hombre emanaba.

Sus labios se juntaron una vez más aquel día. El corazón le latía con fuerza, acelerado. Las entrañas se le derretían por el calor que le recorría el cuerpo. En el vientre sintió el aleteo nada sutil del deseo.

«Me consumirá, en cuerpo y alma.»

Se sintió perdida, como si fuese la Beatriz de Dante. El profesor Styles era como el apuesto y noble Dante que rivalizaba la belleza de las ilustraciones de Botticelli. Quería ser la musa de alguien. Quería ser venerada y adorada en cuerpo y alma. Quería ser la Beatriz de un Dante y habitar con él para siempre en el Paraíso. Quería vivir una vida que rivalizara con la belleza de las ilustraciones de Botticelli como la famosa ilustración de Dante y Beatriz y el cielo de las estrellas fijas del Paraíso.

Por su parte Harry sentía tristeza por haber perdido el contacto. Lamentablemente, la vida los había llevado por caminos separados, y él siempre había lamentado la pérdida de su ángel, su musa, su amada Alexa. Poéticamente, su Beatriz.

Lexa volvió de su ensoñación donde en alguna dimensión diferente ambos estaban bajo las estrellas. Harry se separaba de ella y volví a besarle los labios. Luego se sentó a su lado pasando sus largos dedos entre las hebras de su cabello y fue entonces cuando recordó la propuesta que su profesor de Literatura le había hecho. Lo pensó y cerró los ojos, apoyando su cabeza en el hombro de su profesor.

—Solo esta noche —susurró Lex suavemente mientras caía lentamente en los brazos de morfeo— Sin romper la regla de confraternidad...

Harry esbozó una sonrisa complaciente y le besó tiernamente la frente.

Vidas Cruzadas (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora