Los ojos de ella lo escrutaron con timidez, quizás tenía vergüenza de que él la viera en aquel lugar trabajando de part time. Es por esto, que Edward tuvo que apartar la mirada rápidamente, no quería hacerla sentir incómoda menos cuando su intención no era encontrarse a la señorita Le Brun luego de cómo la trató el primer día de clases. Avergonzado, se sentó en la mesa con vista al Carrusel y la torre Eiffel . Había venido una vez, la semana pasada, luego del trabajo, pero en esa ocasión lo había atendido otra persona ya que Alexa solo trabaja algunos fines de semana.
La miró a la distancia, por encima de su taza de café expreso. Se mordía el labio inferior mientras garabateaba en una libreta. Su intento de ocultar su rostro de él con su cabellera habían fallado, y Edward la podía mirar perfectamente desde el lugar donde estaba. Su rostro, le pareció familiar, pero no del todo. Se arregló la garganta al darse cuenta que la rubia, la mesera que lo atendió, lo atrapó mirando a Alexa.
Unos segundos más tarde la rubia volvió a su mesa y le entregó su pie de limón y su expresso. Le dio las gracias en un acento francés fluido y volvió a mirarla. Esta vez Alexa lo miraba con los labios entreabiertos. Sus ojos grises bajaron de sus ojos a su camisa, donde había una miga de pie. Ella sonrió en una especie de burla y luego atendió a los nuevos clientes. Edward, en ese momento, vio que sus pensamientos estaban tomando otra dirección así que bajó la vista hacia su celular y decidió contestar algunos correos, tanto personales como profesionales.
Más tarde Edward guardaba su tarjeta VISA y comenzaba a marcharse. Salió del local, con el cuerpo caliente y molesto por cómo ella se había reído de él. Ni siquiera pudo disfrutar de su pie de limón, había comido menos de un cuarto de él, y había dejado su expresso a la mitad. Y todo por culpa de la señorita Le Brun. Enfurruñado, se subió a su Volvo y condujo en dirección hacia su departamento, sin recordarse a sí mismo que la volvería a ver el lunes por la mañana.
A la misma hora que él llegaba a su departamento, Alexa servía a los clientes sus pedidos para distraerse y tratar de evitar la mirada inquisitiva de Bonnie. Su amiga, quien guardaba dinero en la caja registradora, sonreía jovial.
—¿Lo conocías?
—¿Perdón? —cuestionó Alexa haciéndose la desentendida.
—Ese hombre...
—¿Cuál de todos? —pasó su mirada por el local, evitando el asiento que su profesor había ocupado.
—Lexi, para ya. Sabes a quien me refiero. —dijo recalcando el pronombre relativo.
—¿El señor Edward? —Bonnie asintió con una sonrisa cursando sus labios— Ahora pediré yo que pares. Es mi director de tesis.
—Lo siento, es solo que... —Bonnie miró a su amiga con lástima— Olvídalo.
Más tarde Alexa estaba sola en su departamento de un dormitorio, baño y un living-comedor. Mientras hojeaba una revista de investigación que le había prestado Josh, se preguntó qué cosa iba a decir Bonnie del señor Styles. Tal vez iba a opinar sobre la forma en la mirada de desprecio que le había dado, o tal vez iba a decir lo guapo que estaba. Sea cual fuera la opinión de su amiga, lo dejó pasar, y entonces con determinación se levantó de su sofá cama, y caminó hacia la pequeña barra de la cocina Americana. Se sirvió un té rojo mientras leía a Schmidt, que hablaba sobre la Actividad Comunicativa.
Ese sábado por la noche estaba agotada luego de atender la cafetería de su padre; por lo que, llegando del trabajo, se había puesto sus pantuflas, pijama largo, calcetines de polar y un cardigán que le había regalado su madre dos navidades pasadas. Siendo esa, la última navidad que pasó junto a ella.
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Vidas Cruzadas (H.S)
RomansaHarry Styles, un enigmático y atractivo profesor con especialidad en literatura inglesa, es un hombre poco orgulloso de su pasado aunque consciente del prestigio que ha conseguido. Cuando la virtuosa señorita Le Brun gana un cupo para el curso de m...