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—¿Me mandó a llamar, profesor? —Lexi tocó la puerta de la oficina del profesor Styles. Cuando llegó esta mañana a clases, la secretaria le envió un correo informándole que Styles la necesitaba urgente al finalizar su clase.

Entrando ahora a la oficina, su cuerpo de inmediato se tensó. No sabía qué tipo de urgencia era para que él la llamara.

—Cierre la puerta —la señorita Le Brun lo quedó mirando confusa, pero obedeció— Siéntese.

Se sentó en la butaca de terciopelo rojo, era muy parecida a la que había visto en la sala de estudio de su casa. Juntando sus piernas, Lexi apoyó sus manos en su regazo. Él se puso de pie, y se sentó de forma relajada en el gran escritorio de roble, frente a ella y sin apartar sus ojos verdes de su rostro.

Con sus manos tomó una carpeta y la alargó hacia ella.

—No es un contrato, Lex —le aseguró al ver el rostro de sorpresa— Necesito que me ayudes a organizar algunos documentos, y las carpetas en las estanterías.

La señorita Le Brun se atrevió a mirarlo a los ojos en busca de alguna respuesta, pero él ya estaba rodeando el escritorio para volver a trabajar.

—Comienza por las primeras letras del abecedario y luego continúa con las facturas.

Lexi obedeció en silencio y comenzó a ordenar las fichas por fecha de emisión. Su profesor respondía correos o marcaba su agenda, mientras ella ordenada los documentos. Pronto se sintió sumamente incómoda. Cada vez que se dirigía a una estantería en busca de más carpetas, sentía los ojos del profesor en sus piernas. Si hubiera sabido que la llamaría hubiera optado por unos vaqueros y no una falda de tubo.

No era tan inocente como él pensaba, sabía las intenciones que él había tenido el día que fue a cenar con él y su hermana. Había estado a punto de besarla pero no lo hizo. Hubiese sido la Lexi de hace unos años, lo hubiera besado ella primero.

—¿Deseas café? —Lexi se volvió para mirarlo con la boca entreabierta, en sus manos tenía una carpeta abierta. Harry la miró, tenía las mejillas demasiado sonrojadas— Bajaré la calefacción.

—No hace falta. —sacudió la cabeza, tragando saliva. ¿En que estaba pensando? ¡Había estado fantaseando con su profesor en aquella oficina! Por supuesto que sus mejillas estarían rojas.

—Tienes calor, Lex. —él sonrió— Descuida, yo también.

Lexi frunció el entrecejo y se volvió hacia la estantería. No quería ver cómo se quitaba el saco y quedaba con la camisa blanca. Ya estaba sufriendo bastante.

—Lo que ha pasado el fin de semana —comenzó a decir su profesor— no puede volver a suceder, ¿lo entiendes?

—Sí, profesor. —siguió tomando más y más carpetas asegurándose que estuvieran en orden antes de volver a dejarlas en su lugar.

—Si no hubiera estado mi hermana jamás hubieras entrado a mi casa. —ella se giró un poco para mirarlo, se había incorporado y ahora estaba sentado en el escritorio, con ambas manos apoyadas en él y los pies entrecruzados.

Él se pasó la lengua por los labios.

—Sí.

—Y lo de la cena, tampoco se volverá a repetir. ¿Está claro?

Lexi asintió apartando la mirada de él para no sentirse más humillada de lo que ya se sentía. Estaba claro que la había llamado para decirle todo eso.

—Eres la única persona capaz de alterarme de esta manera. De todas las maneras.

Ella miró de reojo a la puerta, deseando huir.

Vidas Cruzadas (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora