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El viernes por la tarde, Harry llegó a su casa. Estaba vacía. Lex estaría por llegar de su trabajo. Tomó una ducha antes de cambiarse de ropa. Cuando estuvo listo, bajó hasta el primer piso para comenzar a cocinar. Le había dado la tarde libre a la señora Ana así que cocinaría la cena de esa noche para los dos. Se subió las mangas hasta los codos y comenzó a rebanar las verduras para saltearlas. Harry comenzó a desplazarse por la cocina familiarizado y relajado. Estaba feliz de poder estar en su casa.

—¿Necesitas ayuda? —la voz de Le Brun lo hizo detenerse en su tarea. Se volvió a ella y sonrió. Alexa estaba guapa. Con su cabello tomado en una coleta alta y unos mechones sueltos caían al costado de su rostro. Llevaba un vestido negro que acariciaba sus curvas de manera elegante y sensual.

Harry apagó la encimera y se acercó a ella.

Harry le quitó el bolso de las manos y lo tiró al suelo. El sonido de la piel chocando con el mármol resonó por el pasillo.

Alexa rio —Yo estoy bien gracias.

Con una sonrisa juguetona Harry la agarró entonces por los hombros y la besó apasionadamente, enredándole una mano en el pelo y acariciándola por encima del vestido con la otra mano. La fuerza de su contacto la empujó hacia atrás, hasta que notó el frío de la pared del pasillo contra la piel desnuda de los hombros. El firme cuerpo de él la apretó contra la pared.

—Te he extrañado... —Separándole los labios, le penetró la boca con la lengua, mientras le acariciaba la espalda con fuerza.

Alexa se dio cuenta de que Harry había dejado de contenerse. Hasta ese momento había sido muy cuidadoso con ella. Pero ahora no lo estaba siendo en absoluto. Parte de ella se inflamó, desesperada por seguir hasta el final. Otra parte se preguntó cómo reaccionaría él si le pidiera que se detuviera.

Levantándole una pierna, Harry se la enlazó detrás de la cadera y apretó, tratando de clavarse en ella.

Alexa lo sintió a través del vestido y se quejó como una mujer sin aliento. Era evidente que también quería más.

Harry le succionó el labio inferior y se lo metió en la boca, mordisqueándoselo. La acarició por debajo del vestido, subiéndole la mano por el muslo hasta llegar al hilillo que le cruzaba la cadera.

Se apartó un poco para mirarla a la cara.

—¿Hoy no llevas liguero?

Alexa negó con la cabeza.

—Entonces, ¿qué es esto? —preguntó, tirando del hilo.

—Bragas —murmuró ella.

Los ojos de Harry brillaron en la penumbra.

—¿Qué tipo de bragas?

—Un tanga.

La sonrisa de él estaba llena de sensualidad.

—¿Y te lo has puesto para mí? —le susurró al oído.

—Sólo para ti. Siempre.

Sin previo aviso, Harry la levantó del suelo y la apoyó contra la fría pared. Con los labios pegados a su cuello, empujó con las caderas. Los largos y finos tacones de los zapatos de Alexa se le clavaron en el culo y la miró enloquecido de pasión.

—Te deseo. Ahora.

Con una mano, tiró del tanga hasta romperlo. Nada se interponía entre ellos. Harry se metió la diminuta prenda en el bolsillo de sus jeans. Para compensar el movimiento, Alexa se apoyó más en él.

Cuando le pasó la lengua por la base de la garganta, Alexa cerró los ojos. Sus pasiones luchaban con su mente, que le decía que le diera un empujón para apartarlo y reflexionara un momento. Acababa de llegar y no habían hablado absolutamente nada. En ese estado, Harry era peligroso pero lo deseaba.

Vidas Cruzadas (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora