─Ese no es mi problema, ve y arréglate a menos que quieras que te deje sin ir a la gala de hoy ─hay momentos en los que me preocupo más que mi mejor amiga por el trabajo; lo que alivia mis cargas es saber que ella nunca me presiona en cuanto a laborar se trata, y siempre invierte tiempo en mí y en mis problemas, odia verme sumergida en los vacíos emocionales o laborales.
─Sólo iré por un buen café ─arrastro mis pies hasta el baño, y me dispongo a hacer lo pensado. Loaiza y Hellen son muy parecidas en el tema de la moda; aman ir de compras y por supuesto, eso no es lo mío, aunque mi vida laboral y social gire en torno a ello.
─Te pondrás este vestido, combina muy bien con los tacones negros que compramos hace un mes ─típica Loaiza, siempre combinando cosas.
─No me pondré ese vestido, es muy corto y odio los escotes.
─Ya entiendo por qué no tengo cuñado ─gruñe Hellen. Camino hacia las maletas, cojo un par de medias y la ropa interior que voy a usar.
─Ambas están locas si creen que me pondré ese vestido solo para ir de compras; no quiero que miren lo que no deben.
─Eres muy... ¡¿sabes qué?! ,mejor vístete rápido que se nos hará tarde ─resopla Loaiza. Como soy el problema, me toca agilizar el paso; busqué un vestido algo formal, tomé un saco y los tacones beige. Terminamos de desayunar. Caminamos hasta la entrada del hotel; uno de los botones nos indicó los lugares turísticos y algunos centros comerciales para visitar.
─Estoy exhausta, hemos caminado más de diez cuadras visitando tiendas, ya no puedo con mis pies ─reprocho casi al tiempo que me abstengo momentáneamente de caminar.
─Siempre chilla por todo, te falta gimnasio...
─ ¡Calla, Hellen! Siempre andas criticando, pero nada que aportas una solución ─suelto obstinada.
─ ¡Ay, pero qué niñas parecen!, mejor Hellen y yo seguimos comprando y tú nos esperas en el café que nos recomendó el chofer.
─ ¡Off!, magnífica idea. Las espero allí ─camino en dirección al café con un mapa en mano para no perderme; «seguro hago evidente mi extranjería».
La franquicia es de buena apariencia, todo es tan delicado y formal que no produce mala impresión.
─ ¡Oh!, ¡¿Pero por qué será que no me sorprende que seas una engreída sin causa!? Eres peor que cualquier cliente sin propina ─el bullicio se hace cada vez más audible. «¿Qué pasará allí dentro?»
─Es mejor que te marches, harás que los clientes presentes se vayan. Fuiste un pésimo trabajador y por esa sencilla razón no te daré la paga ─el escándalo estremeció a los pocos comensales del lugar; de un momento a otro salió una mujer rubia bien perfilada y por su idioma deduje que era norteamericana; y un hombre con voz conocida, muy molesto de una pequeña puerta que conduce creo que a una oficina.
─Vendré con la policía a este local y haré que paguen cada moneda debida ─amenaza la figura varonil que se muestra reacio al comportamiento de la rubia.
─ ¡Anda, marcha rumbo a donde quieras!, no pagaremos por un mal trabajo... ─espeta la rubia. «Odio la gente que humilla a otro por dinero. Quizá no tolere este tipo de situaciones; pobre hombre».
─ ¡Disculpe! ─interrumpo la discusión. «No pienso retractarme» ─; ¿usted es la dueña del lugar?
─Sí ─espeta la mujer.
─Mucho gusto, me llamo Alondra ─extiendo mi mano hacia ella; algo desconcertada me sigue el gesto ─. Le daré un corto consejo. Éste hombre quizá no se esforzó como debió, pero trabajó hasta donde se le permitió, y aunque fue un mal servicio prestado, debe remunerar su tiempo laborado. Primero somos seres racionales antes que ignorantes ─miro al hombre y... «Rayos! ¡Es el patán de anoche!»
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Una semana en París © TERMINADA
RomanceAlondra Henderson diseñadora profesional, trabaja para su mejor amiga en un taller de costura que hace parte una marca de ropa muy reconocida. En su ocupada vida laboral tiene escasa oportunidad de iniciar una relación, y su entorno no es más que si...