Capitulo 38

410 42 1
                                    

─ ¿Estás distraído? ─interfiere Hellen en mis pensamientos.

─No... no, las escuchaba ─me acomodo en el asiento para ver mejor a Hellen que está en el puesto de atrás.

─A ver, ¿dinos qué hablábamos? ─interroga Hellen con suspicacia.

─Ehm... ─sonrío ─, bueno, no escuché nada. Lo siento.

─Tú y Alondra están perdidos en sus pensamientos que no se fijan de su entorno ─comenta Loaiza mientras conduce.

─Seguro están conectados entre sí ─bromea mi madre.

─Debe ser ─inquiere Loaiza ─; ya estamos llegando a mi departamento, espero que se sientan como en casa y disfruten de su estadía aquí ─entra al jardín delantero de una casa y aparca el auto en un costado ─. Llegamos ─avisa con una sonrisa.

─Yo voy por las maletas mamá, tú ve con Loaiza y Hellen a la casa ─me bajo del auto, abro el baúl del auto y saco las maletas que son unas cuatro. Dos por persona.

─Permíteme ─se me acerca Hellen y toma una de las maletas ─, son muchas para ti.

─No te hubieras molestado, estoy en forma ─presumo jocosamente.

Con esfuerzo camino hacia la entrada de la gran casa y Hellen me sigue el paso.

─Alondra estaba muy triste por la mañana, estaba nostálgica y todo porque se sentía abrumada con lo del evento y, sus trabajos, por supuesto  ─comenta Hellen al entrar a la casa.

─Hablé con ella en varias ocasiones y le dije que no estaba de acuerdo con que tuviera dos trabajos; es mucho, puede enfermarse ─pongo las maletas en el piso brillante de porcelana que cubre todas las dimensiones de la casa.

─ ¿Se les ofrece algo de comer o tomar? ─pregunta Loaiza ─, no tengan vergüenza, para mí no es una molestia atenderlos.

─Gracias por toda tu atención, preferimos que nos digas cuál será la habitación donde nos hospedaremos y así cobramos tiempo para ir a la inauguración ─espeto.

─Estoy de acuerdo con Noél ─comenta mi madre.

─Bueno, entiendo que estén ansiosos por ver a Alondra, así que para no quitarles tiempo, los llevaré a sus recámaras ─hace énfasis en las dos últimas palabras.

Con toda la amabilidad del caso, Loaiza nos dirige a las que serán nuestras habitaciones. La casa es muy linda; así quiero que sea mi casa cuando me case con Alondra, toda una mansión en la que nuestra guardería pueda correr.

Me gustan los niños, quiero tener seis niños, no quiero exagerar, mejor me quedo con tres.

─Espero que le guste su habitación señora ─espeta Loaiza al instalar a mi madre en su recámara.

Camino tras ella con mis dos maletas. Se detiene frente a una puerta color marrón oscuro con unas llaves.

─Esta será la habitación en la que te hospedarás ─me sonríe ─, toma, son las llaves de la puerta. Te espero en la salida para irnos al taller ─por última vez me sonríe y se aleja.

Al entrar a la enorme alcoba, veo cuadros y floreros exclusivos de una mujer que ama la moda. Es un cuarto de mujercita, a la madre el machismo,  estoy jodidamente cansado para pensar si las sábanas son rosas o azules.

─ ¿Ya estás listo, Noél? ─escucho la voz de mi madre al otro lado de la puerta.

─Sí, ya salgo ─cojo el pequeño cofre de anillo que está sobre la mesa, y lo guardo en el bolsillo izquierdo de mi pantalón. Abro la puerta ─. Vamos.

Una semana en París © TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora