Capítulo 11

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─No más besos, debo irme ─me alejo para secar mis manos con un pañuelo de cocina ─. Fue un gusto cenar contigo ─digo. «Fueron tantos golpes y tantas palabras feas que dije, que ahora me asombro al ver que aquella presencia incómoda me es agradable y seguramente especial»

─El gusto fue mío. Quisiera secuestrar a tan bella dama. Podría leer cada parte ti toda la noche.

─Ya deja lo poeta para otra ocasión, ciertamente no te queda ─río y camino hasta donde está sentada Hellen peinando a Bongo con sus manos.

─ ¿Ya nos vamos? ─pregunta Hellen con una cara de querer quedarse.

─Sí, señorita, ya es hora de irnos, se nos hará más tarde y no sabemos cómo es esta ciudad de noche ─camino hasta la salida del apartamento que, aunque no es lujoso, tiene todo lo necesario para vivir. Es acogedor y todo está limpio y organizado.

─Olvidan despedirse de mi madre, Margaret se sentirá mal si no lo hacen.

─ ¡Oh, claro! ─Camino al compás de Noél que me lleva a la habitación de Margaret ─. Está dormida. Pobre. Será mejor que no la llamemos, en otra ocasión podremos despedirnos.

─Bien. Cuando despierte le diré que no quisiste molestarla ─voy caminando a la salida del lugar ─. Las acompañaré, no quiero que les pase algo.

─No hace falta, yo tomaré un taxi y de seguro me llevará hasta la puerta del hotel.

─Pero es... ─intenta decir.

─Es mejor como dice Alondra, igual, gracias por ofrecerte ─espeta Hellen.

─Okey. Las acompañaré a tomar el taxi, es lo menos que puedo hacer ─dice frustrado.

─Bueno ─tomo las bolsas de compra, salimos del departamento que queda en un edificio viejo de pocos pisos. Caminamos hasta un ascensor, pero se encontraba fuera de servicio así que bajamos por las escaleras desde el quinto piso hasta la primera planta.

─Estoy exhausta ─logra decir Hellen mientras recupera fuerzas ─. Yo odio ir al gimnasio, imagina la odisea que acabo de pasar con esas escaleras...

─ ¡Hellen! ─llamo su atención, con la mirada le hablo y entiende a la perfección mi gesto. Puede hacer que Noél se sienta apenado.

─Debe ser que el ascensor ya no sirve, hace mucho tenía problemas a causa de lo viejo que está ─se excusa Noél logrando incomodarme.

─Tranquilo, yo creo que las escaleras son de mayor ayuda que un ascensor ─comento.

─ ¡Noél!, te estuve buscando toda la mañana y no me dieron razón de tu paradero ─chilla una mujer. ¿Quién es esta? Por lo visto no es nada recatada, su forma de vestir habla mucho de ella ─ ¿Qui son ces dames?, Ils semblent riches? (¿Quiénes son estas damas? ¿Parecen ricas?)

─Son unas amigas. Hablamos luego, las ayudaré a tomar el transporte ─dice él. «No sé qué rayos diga en francés, pero por su gesto no es algo que me guste» ─. Tranquila, Rachel, ellas hablan nuestro idioma, ya deja el francés para otro momento ─Noél se nota fastidiado por lo que le dice la chica, que, por cierto, no es nada amigable.

─Sont-ils américains?, ¿Comprenez-vous le français? (¿Son estadounidenses? ¿Entiendes el francés?) ─pregunta la mujer dejándome fuera de contexto.

─Juste un peu (sólo un poco) ─contesta Hellen haciendo que la mujer nos mire con un poco de molestia, quizá tiene alguna relación con Noél y se muestra celosa por nuestra compañía.

─Rachel, hablaremos en otro momento ─concluye Noél.

─OK J'attends (ok, espero) ─masculina con ínfulas de vencedora ante nosotros.

Una semana en París © TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora