Capítulo 24

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─ ¿Abogado? ─George me mira confundido ─, ¿se te olvida que tu jefe lo es? ─recuerda.

─ ¿Tú jefe? ─interroga Loaiza igual de perdida que George ─. Mucho gusto, me llamo Loaiza ─se presenta con George.

George atiende a su gesto y, sin más, le sonríe cordialmente.

─Él es mi nuevo jefe, ¿algún problema? ─la miro desafiante.

─Ehm... No. Me alegro por ti, creí que no... ─masculla insegura, luego de unos segundos apenas procesa las cosas y no termina con sus palabras.

─Sí, como verás, conseguí trabajo ─cruzo mis brazos, pero tengo algunos golpes en ellos que hacen que me duela.

─Bueno, creo que ya tienes abogado, ahora lo único que falta es que me digas qué puedo hacer por ti ─espeta George sin pasar por desapercibido.

─Ya has hecho mucho por mí al aceptar que llegue tarde a trabajar ─alardeo de su buen corazón.

─No llegarás tarde porqué sencillamente no irás a trabajar, hay cosas de mayor atención ahora ─contesta George.

─Bueno, veo que todo ha quedado resuelto, será mejor que me retire ─Loaiza sonríe amablemente con los presentes y luego dirige su mirada a mí, con vergüenza ─. Espero que todo salga bien ─me sujeta las manos por unos segundos y luego se retira acojonada.

***

─ ¿No piensas perdonar a Loaiza? ─pregunta mi hermana.

─Hellen... ─la miro de reojo ─, Loaiza me humilló, me hizo sentir miserable cuando dijo que ella siempre me ha dejado el paso libre para que yo disfrutara de las oportunidades que seguro eran para ella.

─Quizá fue en un acto de rabia ─me toma de la mano ─, también es hora de que te comuniques con Noél.

─No quiero hablar de Noél ─me suelto de su agarre y camino hacia el frigorífico ─, él tiene una chica en su vida y aunque me haya dicho que no, los hechos hablaron por sí solos.

─Ella no es nada de él, entiende que tu eres de su interés y eso él lo sufre.

¿Sufrir?, Hellen qué sabe de sufrir...

─ ¿Cómo sabes que él sufre?, ¿acaso hablas con él? ─conozco muy bien a Hellen, sé cuando oculta algo ─. ¡Dime! ─reclamo.

─No, claro que no ─se defiende ─, es que... ─ «sé que miente», sus manos tiemblan y no me mira a los ojos ─. Supongo que sufre. Él y yo tuvimos una plática por Facebook hace unas semanas atrás, pero no fue gran cosa.

─Dime la verdad Hellen ─insisto a tal punto que la pongo entre la espada y la pared.

─ ¡Ya deja de intimidar...!

─ ¡Dime! ─mi grito la hace estremecer ─. ¿Has hablado con él?

─Sí, sí, he estado hablando con él desde que nos vinimos ─se aparta de mí con nervios ─; lo hice porque creo en él. Yo creo en su interés por ti.

─Su maldi... ─digo a medias inspirando hondo para llegar al control ─. No quiero más charlas con ese hombre, ¿entiendes?

─Tengo dieciocho años y puedo hablar con quien quiera ─sus ojos están redondos como esferas y eso me enerva.

Una semana en París © TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora