Capítulo 18

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Lo que andabas esperando tiene más de cien años de existencia, lamentablemente eres muy contemporáneo para creer en lo bohemio.
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─Gracias, pero no ─interpelo cortante; doy un giro en el auto que determina mi respuesta a su visible exhibición, la cual evado.

¿Hasta cuándo pensará seguir con esto?

Mi jefe es un gran hombre, aunque su vida es muy ocupada, siempre tiene tiempo para todo y todos; jamás se presenta ante sus trabajadores sin primero mostrar una sonrisa.

La mayor parte del tiempo pasa trabajando y atendiendo los caprichos de su hija, que tiene mi edad, y es su mano derecha en la empresa. Es refinada como Alondra, pero a diferencia de aquella... ésta es arrogante y complicada, hasta para dar las gracias. A pesar de todo, le he caído en gracia y, por alguna razón, me ha pedido en varias ocasiones que la lleve a su departamento o espere a las afueras de algún evento social; creo que algo en mí la hizo bajar los humos.

La señorita Andana, sí, así se llama, gusta mucho de los idiomas. Gracias a eso, nos hemos entendido perfectamente, hasta he sido de ayuda para practicar su pronunciación en inglés... aunque el francés invade por momentos nuestras conversaciones y nos saca muchas risas.

─ ¿Tiene algo qué hacer hoy por la noche, Joven?

─Ehm... No señorita ─miro por el retrovisor a la joven, pero se muestra entretenida en el celular ─. ¿Desea que la lleve a algún lugar?

─Deseo ir a una disco, me han invitado unos amigos americanos y, como usted sabe muy bien de América, quería llevarlo conmigo para que me sirviera de apoyo ─comenta. ¡Lo que faltaba! ─. Claro, si no es mucha molestia.

─Señorita, no es de mi costumbre ir a esos lugares, así que con el mayor de los respetos debo decirle que no iré ─respondo con sinceridad.

─Está bien, solo quería tener compañía, pero si no es de su gusto ir a esos lugares, no lo obligaré; aunque se me ha olvidado decirle que tendrá un aumento en su sueldo si acepta ir como mi compañía a eventos sociales y demás festejos ─suelta las últimas palabras con un gusto abrumador, dejando más cabos sueltos.

La miro por el retrovisor y su ceja enarcada con la mirada victoriosa, propia de su prepotencia, me hacen pensar una vez más su propuesta.

─Para ser sincero señorita Andana, no tenía motivación alguna antes de escuchar su propuesta, pero ahora la necesidad tiene cara de perro y acepta lo que me pide ─admito.

Recibir dinero extra me servirá de mucho para cambiar de vecindario y, por supuesto, pagar algunas deudas.

─Creí que era de esos orgullosos que pierden oportunidades por no leer la letra menuda del contrato ─me sonríe con astucia ─, créame, soy de fiar y mi palabra es un hecho.

¿Por qué será no me da buena espina lo que transmite?

─No dudo de sus palabras. Espero y fíe de la mía que, por si sola, ya es un hecho ─interpelo mientras conduzco a una mansión.

─Me esperará aquí, iré por unas cosas a casa de mis abuelos y saldré tan pronto me sea posible ─me guiña el ojo y sale.

Soy yo o es que mi vida se ha vuelto un caos. Ahora Rachel se me insinúa descaradamente y la hija de mi jefe me manipula. ¿Acaso tengo cara de imbécil?

Siento rabia por tener que ceder a la necesidad del dinero, pero a la vez calma porque sé que ahora el sueldo alcanzará más para los gastos en casa.

Una semana en París © TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora