Capítulo 37

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─No te voy a discutir ese punto ─me siento en la alfombra roja que compré para decorar el centro del local.

Mientras comemos, observamos cada detalle de mi obra maestra; todo fue esfuerzo y perseverancia.

Un toque en la puerta me alerta momentáneamente.

─Yo abro ─me ofrezco. En mi intento por atender la visita escucho mi celular repicar.

─Contesta la llamada, yo abro la puerta ─sugiere Loaiza mientras camina en dirección a la misma.

─Hola ─me complace saber que es Noél ─, ¿cómo estás?

─Bien, un poco cansado, pero aún con vida y esperanza de verte ─escucho su voz entrecortada y no quiero pensar que es algo malo.

─ ¿Son ideas mías o te escucho mal?, confía en mí, dime qué tienes ─insisto ansiosa.

─Sólo es cansancio, y melancolía, por no poder estar contigo mañana ─lo escucho suspirar profundamente. Está exhausto ─, anhelaba, bueno, anhelo ir a verte; ya sabrás que aquí es un día de adelanto por algunas horas de diferencia.

─Sí, claro. Tranquilo, no debes afligirte por razones como esa, lo importante es que algún día nos veremos y eso basta para ser felices aunque sea a rato ─tomo una trémula bocanada de aire fresco ─. Sé que allá es de madrugada y amo el esfuerzo que haces para hablar conmigo, a pesar, de la diferencia de horarios.

─He pasado pensando en tu inauguración y en lo bien que te verás rodeada de personas interesadas en contribuir con tu proyecto. Todo saldrá excelente.

─Te voy a extrañar y... ─sonrío para mí con nostalgia. Los hombres que entran al taller con los cuadros que mandó a hacer Loaiza me miran, logrando avergonzarme ─, te querré abrazar ─camino hacia la puerta de, la que pronto será, mi pequeña oficina.

─Podrás hacerlo muy pronto, sabes que también deseo abrazarte y hacer muchas otras cosas contigo ─tose ─; disculpa, el clima ha estado frío y supongo que estoy resfriado. Como te decía, anhelo estar allá para abrazarte y besarte; no sabes cuánto me gustan tus besos.

─Daría muchas cosas por lo nuestro. En estos meses que han pasado, me has demostrado que tienes interés por mí y no sólo lo demuestras por lo bien que me tratas, sino por cómo manejas cada situación difícil por la que pasamos sin tirarme todo en cara ─admito.

─Para eso están las parejas, ¿no?, para amarse, entenderse y, sin duda, apoyarse. Sé que dirás que no somos una pareja, pero si nos amamos y somos fieles, ¿qué otro nombre le ponemos a lo nuestro? ─lo escucho toser nuevamente.

─No somos novios, pero como tu dices sentimos algo que va más allá de una efímera atracción; es algo así como lo que sentía Romeo por Julieta ─río ─, no quiero ser muy cursi, pero es más o menos la descripción que le puedo dar a lo nuestro.

─Quizá, aunque nunca hemos comentado eso. Lo nuestro fue imposible desde un principio ─tose con fuerza ─; nuevamente lo siento, es que tengo mucha tos y me siento enfermo.

─Mañana no quiero saber que fuiste a trabajar, te llamaré en horas de la tarde para saber cómo sigues y, lo que menos quiero escuchar, es que Andana te puso a trabajar ─digo afectada.

─Amor ─resopla entre risas ─, tengo mucho trabajo que terminar y no quiero retrasar todo; mejor descanso otro día en el que Andana esté de mejor ánimo.

─Recuerda que no siempre estarás allá, y ahora que sé que me amas no puedo permitir que tu jefa nos aleje ─alego asumiendo una actitud chocante y cursi.

Una semana en París © TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora