─Perfecto. No llamemos cita a una salida a ciegas.
─No es una salida a ciegas ─camino ignorando su presencia, dinero y demás.
─ ¡Cómo quieras! Me doy por vencida. Será una salida a comer en la que actuarás y vestirás como quieras; sin fingir nada.
─Dije que no. Ya deja de insistir, niñita; harás que mi cabeza estalle ─aprieto los puños para dar un aspecto de molesto. «Me he ganado la lotería»
─No acepto un "no" por respuesta. Me llamarás cuando estés en el lugar esperándola, y haré que vaya a la cita que costearás con mi dinero ─se lanza a mí y en cuestión de segundos mete dinero en mis pantalones ─. Guarda la nota que te di; ahí está todo anotado; mi persona y la Jefaza de mi hermana te daremos una muy buena paga por distraer a Alondra.
─ ¿Jefaza?
─Ya veo que procesas todo con lentitud. La mejor amiga de mi hermana que también es su jefa.
Me quedo pensando su propuesta y no es tan mala. Después de todo solo se trata de divertir a una mujer muy hermosa. El problema es que no le agrado.
Alondra.
─Espero que no te haya causado problemas mi incompetencia ─voy hasta la mesa central del Buffet y analizo los bocadillos ─. Quiero engordar en estos días; no quiero prohibirle nada a mi paladar. Tengo ganas de comer hasta estallar.
─ ¡¿Acaso estás en embarazo?! ─chilla Loaiza.
─¿Cómo se te ocurre? ─mascullo.
─ ¿Y quién es el hombre aquel con el que viniste? Es apuesto ─comenta. «y yo creí que lo había reconocido»
─Él solo me ayudó a traer los accesorios aquí.
─Okey, qué bien por la ayuda ─sus gestos de incrédula me incomodan ─. Se parece mucho al chico del andén.
─Ohm... Sí, es el mismo ─por un momento pensé que me ahogaría con el bocadillo ─; a veces siento que me persigue.
─Y tú gustas de su compañía. Es algo evidente.
─Qué cosas dices, lo he visto un par de veces y en lo poco puedo decir que es... Detestable.
Comemos de la mesa en silencio mientras vemos a las personas socializar sobre el evento que por supuesto quedó muy bien.
─No le veo el punto negativo a que salgas con él.
─¿Cuándo vas a dejar de pensar estupideces y decir tonterías? ─por un momento quiero salir de las faldas de mi amiga y los atajos del trabajo, para ir lejos a no sé dónde.
***
—Gracias por el pedido, estaremos en contacto para diligenciar el pago en cheque de los encargos. Fue un placer hablar con usted señorita Sasha —contesto a través del teléfono.
—Gracias a usted señorita Alondra. Mandaré una notificación al taller de la señorita Méndez para que después pueda analizar mi propuesta de compra.
—Perfecto, alguna de las chicas encargadas del taller nos avisará sobre la notificación. Que pase un excelente resto de semana.
—Igual. Les deseo un excelente viaje —dice la señora Sasha dando por concluida la llamada.
─Aún en tus tiempos de descanso tienes que trabajar, odio ver que te matas por ser autosuficiente ─parlotea Hellen.
─Tú no entiendes nada de la vida, hermanita ─saboreo el sorbo de café mientras miro por el balcón.
─Esta mañana llegó una invitación para ti y para Loaiza a la recepción ─informa.
─ ¿Invitación? ¿Qué?
─Solo sé que será en un restaurante algo decente de la ciudad, y que debes ir reluciente.
─Pero... ¿Por qué Loaiza no me ha dicho nada?
─Debe ser porque olvidó decírtelo —voy hasta el teléfono para marcar a la línea de la habitación de Loaiza y nada que contesta. «Se supone que no había actividad para hoy, ¿Cómo que ahora hay una invitación de última hora?»
─Debe ser alguna equivocación, no tenemos nada para hoy ─digo dudosa.
─Loaiza vino muy temprano a decir que iría a comprar unas cosas para la cena, que en cuanto te despertara, te avisara de la velada.
─Estoy agotada ─vivir de tareas laborales en tareas laborales es frustrante ─. Me pondré el vestido de cóctel con que fui a la cena familiar.
─Es lindo, pero primero debes pensar en el tipo de persona que invita.
─Tienes razón, ¿Quién pudo habernos invitado? ─la mocosa de mi hermana tiene mucha razón.
─Me quedaré viendo películas, así que no te preocupes por mí ─avisa la niña.
Mientras camino por el asfalto de la calle, analizo cada pareja, cada niño, cada anciano, cada escenario de mi entorno detalladamente que me es imposible disfrutar por la monotonía de mi vida. ¡Qué lindo resulta París cuando ves más allá de su arquitectura y demás!, desde que llegué a esta ciudad, he sentido que guarda una esencia única.
Tengo un vicio. Amo los casinos, así que apenas vi el casino me dieron ganas de recordar viejas adicciones. Siento el puto celular vibrar...
—¿Sí? —descuelgo.
—Son las cinco y tú nada que apareces. La cena es a las siete en punto.
—Lo siento, Loaiza; me quedé distraída en un parque. Tomaré un taxi hasta el hotel.
—Es una cena muy importante con unos patrocinadores.
—Solo dame quince minutos para llegar al hotel y arreglarme.
—Solo quince. Te espero en el restaurante al que te llevará
—Bueno.
Como siempre pierdo la noción del tiempo mientras estoy en un casino. No puedo negar que fue un gran distractor, por eso me dediqué excesivamente a trabajar para no incurrir en la adicción.
Los taxis no son mi fuerte en esta ciudad; cada vez siento que buscar un taxi me es imposible. Por suerte alcanzo a tomar uno.
Al llegar al hotel doy el pago al anciano y camino hacia el ascensor.
─ ¡Hellen!
─Se te hizo tarde. Loaiza tuvo que ir antes para disimular ¿Dónde estabas?
Con desespero busco entre las maletas el vestido cóctel y los tacones para combinar.
─ ¡Dónde rayos se metieron esos zapatos!
─Solo ve y date una ducha. Saqué todo para ti. Supuse que estarías cansadita y no tendrías cabeza para pensar en la cena —mi hermana de cierto modo es un alma buena, hay actos de caridad que la hacen ver más ángel. Le lanzo besos desde la entrada del baño y me doy una ducha calmada. Tampoco quiero ir medio lavada.
Salgo y noto que mi hermana ha salido de la habitación para que me vista. Es algo pulcra con los temas de privacidad.
─Te ves sencilla.
─Ya sé, ya sé. Pero sabes que odio andar maquillada todo el tiempo ─le doy un pequeño abrazo a mi hermana y salgo de la habitación —mi hermana es más amante de la moda que yo, ella guarda más afinidad con Loaiza en los temas de moda y esas cosas. Yo soy una diseñadora algo rara.
El ascensor se detiene por unos segundos. Creo que solo era falsa alarma. Se abre y puedo ver el carro de aquel taxista amable, pensé que sería otro chofer...
─ ¿Cómo está? ─ingreso al auto con su ayuda, es tan amable.
─Muy bien, señorita. Creo que ahora mucho mejor con su presencia.
─Gracias por el cumplido ─me mira por el retrovisor y me regala una sonrisa muy cordial.
Noél.
No he logrado conseguir el atuendo correcto para ir a ese lugar, no quiero parecer un holgazán en medio de toda esa gente bien vestida. Solo tengo unos pantalones elegantes que siempre uso para las entrevistas y una camisa celeste que es mi predilecta para ir a fiestas.
─Hijo, solo será una cena, ¿realmente te mortifica no ir bien vestido a una cena? Esa chica debe entender que estás dando lo mejor que tienes.
─Lo sé, mamá, pero ella no es una chica que entienda ese tipo de esfuerzos.
─Entonces no te merece.
─Mamá, solo iré por un trato que hice; tan pronto pueda, me olvidaré de esa riquilla.
«Pensándolo bien, mi madre tiene razón. Debería valorar lo poco que le brindo»
Llego al restaurante y miro el reloj. Son las siete y veinte minutos. Creo que dejé plantada a la riquilla.
Camino entre las mesas y noto que el ambiente no es tan formal. Veo gente vestida decente, pero no tan elegante. Eso me hace sentir mejor. Solo un poco más seguro.
En la mesa del fondo veo a una chica que mira el reloj impaciente mientras toma un sorbo de vino. Creo que es ella. Camino hacia la mesa.
─ ¿Hola? ─se ve... hermosa ─. ¿Puedo sentarme con usted? ─intento pasar por "desapercibido."
─ ¿Tú eres el patrocinador importante? ¡Vaya! Debí sospechar todo. Soy una tonta ─se levanta de la mesa molesta.
─A ver, qué esperabas ¿Un hombre con vestido caro y rosas? ─ ¡RAYOS! ¡Las flores, las olvidé! ─. Eres tan superficial ─mantengo mi postura y mi voz a un tono normal. Ella solo se detiene para escucharme con la mandíbula tensa.
─No, fíjate. Esperaba una cena de trabajo. Esperaba clientes, o para ser más exacta; esperaba a los supuestos clientes que me enviaron la invitación ─toma un último trago de la copa y camina entre las mesas con todas las mirabas sobre nosotros.
Por un momento sentí que le jugué sucio, pero luego recordé que no fue idea mía.
Le cancelo al mesero lo consumido por ella. Al salir miro a cada lado y a lo lejos veo a la testaruda.
─Ya deja de seguirme. No te quiero ver ni en el reflejo del estúpido asfalto mojado.
─Si dejaras que yo fuera amable contigo, todo sería mejor.
─ ¡Dime!, ¿Cuánto te pagaron por esto? Ya sé que mi hermana y mi mejor amiga acolitan esto. ¡Dime cuánto te ofrecieron! ─mientras me grita en frente de todos, yo solo miro sus labios delicados que me provocan.
─ ¿Te puedo besar?
─ ¿Qué? ─frena los alaridos con un gesto rayado, de confusión.
─Sí. Ya deja de patalear como niña malcriada y déjame probar tus labios.
─Que imbécil me sal... ─la beso y por un momento solo espero golpes, pero su reacción es otra. Queda paralizada dejando que la bese. Me separo lentamente de sus labios para no ser más abusivo y ella me mira perpleja.
─Son suaves, dulces, y lo mejor, es que los probé ─limpio mis labios que están untados de lápiz labial. Aún sigue perpleja y por un momento me hace reír. De sus ojos salen lágrimas sin gesto; e inclina su mirada para limpiar las que corren por sus mejillas.
─Lo siento ─me siento como una mierda. Me mira por última vez y camina a paso lento. Soy una peste. Quise actuar como un rebelde y terminé por herirla.
─Créeme, no tuve otra intención que la de probar tus labios.
─ ¡Ya cállate! ─sus ojos los abre de una forma asombrosa que me hace detener el paso.
─Te he pedido disculpa, ¡Dime qué más quieres! Puedo regresar el beso a tu boca y... ─una bofetada resuena y quedo atónito. Me escupe la cara ─. ¡Joder! ─realmente me ha dado en mis partes nobles. El dolor me hace quedar de rodillas en el pavimento mientras ella me mira estando de pie.
─ ¿Qué me harás, poco hombre? ─me golpea de forma reiterada y me hace doler todo. Sus putos tacones no ayudan.
Alondra.
Le doy patadas por todo el cuerpo y veo como se retuerce. Es un aprovechado. Se lo merece.
—"Eres un animal" —le digo mientras lo golpeo. Y entre más lo hago, más siento ira, y lo arremeto con mayor intensidad. Ahora me pongo sobre él y le doy puñetazos hasta hacer sangrar su nariz. Él solo intenta detener mis manos, pero no puede por la fuerza que me proporciona la rabia.
Escucho una voz a mis espaldas que no logro descifrar. Un hombre me sujeta por la espalda hasta separarme del imbécil. Me doy cuenta de que son oficiales, y hablan su idioma que en estos momentos no me importa entender. Uno de ellos levanta a mi víctima del suelo y lo lleva a la patrulla junto conmigo. Me colocan unas esposas. —"No la arreste" —le escucho pedir. El policía dice algo a sus subordinados y uno de ellos me quita las esposas.
Llegamos a un hospital. Lo bajan de la patrulla con algo de ayuda. Creo que me pasé un poco. Él me mira y hace un gesto de dolor al intentar enderezar su brazo.
─Por favor, necesito que entres conmigo al hospital —suplica. «Tengo tanta rabia que lo ignoro. Se merece todos esos golpes.» ─. Le tengo miedo a los hospitales, solo te pido compañía.
─ ¡Tú! ─río mientras los oficiales nos vigilan ─. No sabía que eras tan niña para esto de las inyecciones y cositas así —finalmente accedo. Bajo de la patrulla. Caminamos hasta la pequeña sala de esperas donde no hay muchas personas.
12: 59 a.m.
Siento que estoy frente a un abismo, y mi dilema consiste en tirarme o seguir atormentada en vida. Veo una fuente de agua cristal que cae al abismo y me incita a dejarme llevar.
—"Ven, ven" —esa voz me deja caer.
─ ¡No! ─Despierto. Mis manos están húmedas y frías. Solo fue un sueño.
─Lastimosamente el sueño tiene razón. He vivido para tu mala suerte —miro a un costado del mueble en el que estoy acostada, y el troglodita en su camilla vendado.
─Para mi mala suerte aún estoy aquí ─me acomodo mientras observo la puerta medio abierta con uno de los oficiales vigilando ─. ¿Me arrestarán por darte tu merecido?
─Tranquila. Les pedí que te dejarán libre. Fue un mal incidente.
─Dudo que solo hayas dicho eso. No eres tan bondadoso conmigo —sonríe un poco mientras acomoda su brazo canalizado.
─Bueno, le dije que éramos pareja, y que me habías visto siéndote infiel. Por eso actuaste así ─me mira de reojo, y hace gesto de dolor.
─Linda historia ─camino hasta él. Tiene un labio roto y uno de los orificios de la nariz con un algodón.
Con hematomas en sus brazos. Y como su camisa está un poco abierta; deja ver su abdomen golpeado.
─Sí ─hace maneras para reír, pero lo único que le salen son gemidos de dolor ─. Golpeas como boxeador.
─Eso dijo mi enemiga de quinto año en la escuela ─le sonrío y él me corresponde con una media sonrisa ─. ¿Te duele mucho?
─Creo que rompiste una de mis costillas ─trata de sentarse, pero le duele tanto que me toca ayudarle ─. No pensé que un beso me costara tanto.
─Suelen costar más, a ti fue a quien menos le costó.
─Que permisiva eres.
Sin avisar, entra una enfermera con bandeja que contiene un vaso de agua acompañado de unas píldoras. Las deja en la mesita de al lado y se marcha después de dar las indicaciones.
─ ¿Cómo es que después de todo me hablas?
Lo miro mientras voy a la bandeja y tomo una píldora con el vaso de agua que trajeron.
─Sentí mucho remordimiento al verte tan golpeado ─camino hacia él ─. Mi pregunta es, ¿Cómo me sigues hablando después de mandarte a este lugar que tanto le temes?
─Soy consciente de que merecía todos esos golpes, por atrevido.
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Una semana en París © TERMINADA
RomanceAlondra Henderson diseñadora profesional, trabaja para su mejor amiga en un taller de costura que hace parte una marca de ropa muy reconocida. En su ocupada vida laboral tiene escasa oportunidad de iniciar una relación, y su entorno no es más que si...