Capítulo 17

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─Pero sí es cierto, sólo fuiste el tonto que ella enamoró y ahora te olvidó.

─ ¡Rachel, tú no sabes nada de ella! Te quiero mucho y lo sabes, pero eso no es lo que me limitará para decirte lo asombrado que estoy contigo y tu falta de madurez. Ella me brindó su confianza y la defraudé cuando la dejé ir aquella noche que me besaste. ¡¿Qué pasa por tu cabeza?! ¿Acaso no entiendes que sólo te veo como una hermana? ─profiero indignado.

─ ¡Pero yo no te veo como mi hermano, y eso quiero que lo tengas claro! ─exclama al borde de la histeria.

─Ya lo tengo ─contraataco.

─ ¡Rachel!, aléjate de Noél ─mi madre interviene ─; no te quiero cerca de mi hijo, y es una orden.

─Señora Margaret, es algo que Noél y yo debemos solucionar ─responde Rachel recuperando la calma.

─ ¡Ya te dije que te alejes de Noél, no repetiré! ─advierte. Muy pocas veces había visto a mi madre furiosa como ahora.

─Mamá, ya no importa. Ve a casa, yo hablo con ella ─la tomo de la mano.

─Tu vienes conmigo y no quiero objeción ─expresa furiosa.

─Mamá, saldré a caminar un poco para despejar mi mente. Ya ve a casa ─insisto. Me mira aún furiosa y sigue su camino por el pasillo del edificio ─. Rachel, no quiero seguir peleando contigo, será mejor que dejemos todo hasta aquí ─digo obstinado.

─Respeto mucho a la señora Margaret, pero ella no me impedirá que siga hablando contigo ─objeta segura de sí, algo propio de Rachel al momento de defenderse.

─Ella no, pero yo sí. Ya déjame ─me levanto de la banca y camino hasta las escaleras.

Llego a la salida del edificio y comienzo a caminar por la calle; poco después siento vibrar el celular.

─ ¿Un mensaje de número desconocido?, ¿quién será? ─pienso en voz alta.

─ ¡Hola Noél! Necesito de ti...
Att: Alondra ─leo y releo por la increíble confesión.

No puede ser Alondra. No, no puede ser ella. ¿Qué hago? ¡Joder estoy nervioso!

─ ¡Hola!, creí que no querrías saber más de mí. ¿Pasa algo? ─respondo y envío, casi al tiempo que mi piel se eriza.

Estoy feliz... pero, no entiendo, no puede ser ella.

─Estoy perdida. No puedo más con el trabajo y he decidido renunciar; fue algo que hice por razones válidas y aunque extrañaré mi ocupación, lo hice por mi bien ─informa.

─ ¿Puedo llamarte?, sé que tienes mucho que decirme ─contesto al filo de la preocupación.

─Claro que sí, pero cambie mi número y ahora tengo este, por el que te estoy hablando ─escribe.

─Está bien. Ya te llamo.

No puedo entender todo, ¿cómo es que ella me habla después de todo? No contestó mis e-mails ni mis llamadas, y ahora quiere hablar conmigo.

─ ¿H-hola? ─titubeo en mi primer intento por llamarla.

¿Por qué será que demora tanto en contestar?

─ ¿Hola?, ¿con quién hablo? ─la escucho decir confundida.

Es ella... Es su voz y no sabe que soy yo, no entiendo.

Alondra.

─ ¿Con quién desea hablar?, no tengo toda la tarde ─escupo enfrascada en la desesperación.

Una semana en París © TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora