─Lo vas a espantar Alondra ─susurra Hellen con vergüenza.
─Solo aviso ─miro al chico de forma intimidante y él sólo traga en seco.
Camino hasta el ascensor del hotel. Me siento más tranquila, Loaiza no será quien me haga dudar de Noél, yo sé que él no es como los demás. Él tiene algo especial y lo puedo sentir.
Este aparato ascendiente, por experiencia pasada, me ha dejado algo tensa cada vez que lo utilizo; es como si me diera claustrofobia el solo pensar que estoy en él.
El ascensor se abre y camino por el pasillo hasta la habitación 506 del quinto piso.─Estoy empezando a querer esta cama ─«Espero que nadie haya escuchado ese pensamiento en voz alta.» Me lanzo a la cama y siento que todas las cargas se caen.
Son las cuatro de la tarde. El tiempo ha pasado más rápido que nunca. Es como si Chicago me llamara a gritos.
─ ¡Hola, riquilla! ─escucho su voz al descolgar.
─ ¿Piensas tratarme como una materialista, aun cuando te he demostrado que no soy así? ─no puedo ocultar mi risa entre palabras.
─Es una forma de administrar cariño a la mujer más salvaje que he podido conocer ─dice.
─Es un término muy feo para caracterizar a una dama ─replico.
─Tienes razón ─lo escucho reír ─. Llamaba para decirte que he salido temprano del trabajo, nos vendría bien un helado.
─Un helado está perfecto. ¿Dónde estarás?
─Como un buen hombre pasaré por ti, si no es mucha molestia.
─De acuerdo. Puedes pasar por mí en media hora.
─Ahí estaré ─Cuelga.
Corro hasta la ducha, me despojo del vestuario, accesorios y todo lo que tengo encima. El agua está cálida, así que decido mojar mi cabello para sentirme más fresca. Lavo mi cabello y aplico aceites aromáticos a mi piel.
Una vibración proveniente de mi celular llama mí atención.
─ ¿Quieres olvidar por un momento lo que te dije, y disculparme? Solo trato de abrir tus ojos. Sabes que eres muy fácil de cautivar, y ese hombre lo ha logrado en cuestión de días. Hablemos, amiga.
Salgo del baño y guardo el móvil en una de las maletas, para no escuchar más notificaciones sobre mensajes de Loaiza. Ya todo está dicho.
Busco en el closet la ropa que me pondré. Un vestido a media rodilla, con mangas cortas y una chaqueta color marrón igual que las zapatillas.
Las vibraciones del celular continúan. Supongo que son mensajes de arrepentimiento de Loaiza.
Tocan la puerta.
─Lo siento bella joven, creo que me equivoqué de habitación. Busco a una mujer de extravagantes gustos con algo de formalidad impresa en sus prendas.
─Ya deja de molestar y dime, ¿qué tal me veo? ─doy una pequeña vuelta y él sonríe.
─Te ves como de mi clase. Perfecta ─siento emoción al escuchar su halago.
─Gracias ─digo mientras corro hasta la cama y tomo la cartera. He salido sin mirarme al espejo. Mi cabello húmedo y suelto me hace sentir serena y fresca. Refleja mi parte hogareña. Así ando en lo privado.
─Este helado de pasas es delicioso ─saboreo el helado.
─El de vainilla es mucho mejor, tiene un sabor impresionante ─comenta.
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Una semana en París © TERMINADA
RomanceAlondra Henderson diseñadora profesional, trabaja para su mejor amiga en un taller de costura que hace parte una marca de ropa muy reconocida. En su ocupada vida laboral tiene escasa oportunidad de iniciar una relación, y su entorno no es más que si...