Capítulo X

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—¿Hames?

—Es horrible.

—¿Jarriet?

—No puedes estar hablando en serio.

Jim me salpicó con un poco de agua en la cara, y yo me di la vuelta para que no me mojara la capa.

Desde que habíamos salido de Herbología, mi amiga había dedicado todo su tiempo a parlotear sobre mi nuevo "romance" con James. Ni siquiera en el baño me libraba, puesto que ahora estaba decidida a encontrarnos a los dos un nombre de pareja.

Y como ella, los demás estudiantes. Tandy y Tristan, dos chicas de Hufflepuff más jóvenes que yo, se me habían acercado dos veces a lo largo de la mañana para intentar rapiñar un poco en busca de cotilleo. Ya había algunas chicas de segundo curso, a las que yo no conocía, que me habían mirado mal sin motivos aparentes.

—¿Sabes?, algunas relaciones mezclan los apellidos de la pareja. Potter, Lowell...—Jim meditó, dejando correr el agua sin importarle el gasto.—¿Lotter? ¿O mejor Powell? ¿Qué te parecen?

—Suenan como los nombres que les pondrían a sus lechuzas unas niñas pequeñas—me sinceré, agitando mis manos al aire para que se secaran antes.

—Daré con la combinación perfecta, te guste o no.

—No tienes arreglo.

—Tampoco quiero tenerlo—Jim me volvió a salpicar.

Y la ventana que había encima de ella explotó.

Grité "¡Protego!" por mecanismo, porque ni siquiera me fijé dónde apuntaba mi varita. Aunque al menos hice algo: Jim sólo se agachó, cubriéndose la cabeza con las manos mientras chillaba como un cochinillo.

El motivo de todo el jaleo aleteó sobre nuestras cabezas, trazando círculos, y se posó en el espejo de los lavabos. Se trataba de un espécimen de lechuza realmente espectacular: de un color marrón tostado, como el de un caramelo, miraba a todas partes con sus ojos grandes y ambarinos.

—¡Ala, qué preciosidad!—dijo Jim cuando pudo levantarse del suelo. Se lanzó sobre la lechuza, y comenzó a acariciar su plumaje.

Yo, en cambio, me dediqué a comprobar los trozos de vidrio que yacían en el suelo, junto a las astillas de la ventana. Para colmo, el aire que entraba me rozaba en la piel mojada. Si me cogía una pulmonía, la culpa sería exclusiva de Jim.

—Como la señora Rosmerta vea lo que tu preciosidad le ha hecho a su baño, prepara alitas para cenar—comenté antes de murmurar "Reparo".

Los cristales y la madera salidos salieron volando hasta la altura, y ahí se acoplaron al agujero que habían dejado. Allí no había pasado nada.

—Har—me llamó Jim, y cuando me topé con su cara ilusionada no entendí a qué se debía.—Creo que es para ti.

No lo entendí hasta que me percaté del paquete que me tendía. Éste aún tenía las marcas que las garras de la lechuza había dejado al aferrarlo con fuerza. Se trataba de un sobre muy grande, y estaba dirigido, efectivamente, a mí. No había remitente.

Rasgué la parte superior de éste con impaciencia, a la vez que mi estómago adquiría vida propia. En su interior había algo rectangular, envuelto en un plástico, y una nota.

—"Me ha encantado tu trabajo. Espero que podamos colaborar juntos en más ocasiones. Con todo el cariño del mundo, X.L"—leí en voz alta.

La lechuza ululó como respuesta.

—¿A qué esperas, Ricitos de Oro?—me cogió Jim del brazo, zarandeándolo con una fuerza impresionante para su pequeño tamaño.—¡Por los calcetines de Dumbledore, ábrelo ya!

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora