Capítulo LXXI

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—¿Estáis seguros de que lo lleváis todo?—preguntó la señora Potter apoyada en la barandilla de la escalera.

Albus, a mi lado, asintió. Los dos ya teníamos nuestras maletas a los pies, perfectamente preparadas.

—Si no, siempre podremos enviárselo por lechuza... eso si alguien nos responde a las cartas, claro—ironizó el señor Potter mirando divertido a su hijo. Le cogió de la cabeza y se la apretó un poco mientras le daba un beso en la cabellera revuelta.

Albus puso cara de queja, pero antes de que su padre lo soltara, un agudo chillido nos sobresaltó a todos:

—¡Wiiiiiiiiiiiiiiii!—gritó Lily Luna a la vez que se deslizaba por la barandilla, sosteniendo su mochila entre las manos. Tenía los brazos levantados y cara de felicidad. 

Aterrizó con un pequeño salto en el suelo.

—¿No crees que estás un poco mayor para esos juegos, Lily?—le preguntó Albus, enarcando una ceja de forma elegante.

La niña le sacó la lengua e hizo una pedorreta en su dirección.

—¡Aquí voooooooooy!

Y todos fuimos testigos de cómo un James tremendamente ilusionado aposentaba su culo en la barandilla desde el piso superior y se resbalaba a gran velocidad hasta llegar a nuestra dirección. Saltó en el último momento, consiguiendo que la camiseta se le subiera un poco, y aterrizó con sonrisa seductora al lado de su madre, a quien besó en la mejilla.

—Nos vemos pronto, mamá—le dijo, y Ginny Potter le guiñó un ojo a su hijo mayor antes de abrazar a los otros dos como buenamente le permitieron sus brazos.

—Ha sido estupendo tenerte con nosotros, Harriet—me dijo el señor Potter, ofreciéndome la mano.—Deberías venirte este verano algunos días.

—¡Sí!—saltó Lily. Tenía una mancha marrón en el lateral de su boca, y yo empecé a sospechar, por eso y por su exceso de su energía, que había comido más dulces de la cuenta.—¡Así podríamos irnos de compras las dos juntas!

—Mamá, Lily no deja de acaparar a mi novia—se cruzó de brazos James, haciendo un mohín.

—Tú calla, princesito—le gruñó su hermana.

—¡Mamá!

—James tiene razón. Harriet es una persona absolutamente independiente, a la que recibiremos encantados—tomó cartas en el asunto la señora Potter.—Sobretodo, porque cuando está aquí James ayuda con las tareas domésticas.

Me eché a reír sin poder evitarlo, y las chicas Potter me secundaron.

—Nadie me entiende—se hizo el dramático James.

No me preocupé. Normalmente necesita hacerse un poco el divo. Si no, no se va a dormir tranquilo.

La señora Potter se despidió de mí con un abrazo y unas palmaditas en la espalda.

—¿Llevas los bollos de mi madre?—me preguntó con un susurro cómplice.

Me volví para comprobar que James había cogido la cesta de dulces. 

—Sí, asegurado.

—Les has caído muy bien a todos—añadió la señora Potter, consiguiendo que mi sonrisa se volviese aún mayor.

—¡Y eso que no es pelirroja!—dijo el señor Potter desde detrás. Lo dijo un poco entrecortado, porque estaba intentando abrazar a Albus, que protestaba y no se dejaba tocar ni con una varita de tres metros.

Arrugué un poco el ceño. Ya había escuchado esa frase antes... Sí, estaba segura de que algo de eso había dicho la abuela Molly el día anterior.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora