Capítulo XIX

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—¡Semejante comportamiento en alumnos de último curso! ¡Jamás había visto nada igual!—la profesora McGonagall parecía estar concursando contra una banshee en una competición de gritos

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—¡Semejante comportamiento en alumnos de último curso! ¡Jamás había visto nada igual!—la profesora McGonagall parecía estar concursando contra una banshee en una competición de gritos.—¡Y usted, señor Lowell! ¡No le quepa la menor duda de que me encargaré que la jefa de su casa informe a su madre de esto!

  Escuché a Charlie carraspear. A él le daba igual. ¿De qué serviría? Su madre era muggle, y una muy atareada con su trabajo. ¿Qué haría, castigarlo sin postre en Navidad?

  La profesora McGonagall puso los brazos en jarras, y entonces Ted, a mi izquierda, carraspeó. Dejó de mirar cómo sus manos se convertían en pezuñas y decidió hacer algo por la vida:

—Em...profesora—la llamó mi amigo, y la jefa de la casa de Gryffindor clavó sus viejos y cansados ojos en él.—Kutcher no tiene pruebas, ¿cierto? Nadie más que él nos vio...supuestamente vio en el Bosque Prohibido. Así que es su palabra contra la nuestra...

—¡Ah, usted debe creer que me chupo el dedo!—la profesora McGonagall vociferaba de tal manera que su sombrero se ladeó aún más, como si estuviera triste. ¿Triste? Triste sería el castigo que nos pondrían. De seguro a revisar la sanidad en los baños a medianoche. Aún me entraban arcadas desde la última vez.—¡Señor Lupin, déjeme que le recuerde que los pillaron hace una semanas infringiendo la misma norma!

—¡Exacto! Por tanto, es imposible que repitiéramos lo mismo—exclamé. O tomaba cartas en el asunto, o puede que nos obligaran a algo más horrible...como limpiarle los callos a Filch, o planchar las bragas de la profesora Trelawney.—¿Por quién nos toma, profesora? Nosotros tenemos clase—acentué la última palabra.

  A mi lado, Ted asentía cada cosa que decía. Mientras, Charlie soltó una risilla y, cuando McGonagall tragó saliva, se acomodó en su asiento. ¿Quieres unas palomitas, Charlie, mientras disfrutas del espectáculo?

  McGonagall se acercó un par de pasos lentamente hacia mí.

—¡Dos semanas castigados! ¡Dos! ¿Le parece eso suficiente clase, Potter?—bramó. Tragué saliva. Comprendido: la única que podía tener estilo aquí era ella. Capici.—¡Y como los vea volver a las andadas, me encargaré personalmente que no pisen el exterior hasta que yo me jubile o al fantasma Nick Casi Decapitado se le caiga la cabeza; lo que suceda primero!

—Pero, profesora...—comenzó otra vez Ted.

—¡Señor Lupin! ¡No empeore las cosas!

—Sí, mamá.

  Solté una carcajada y miré a Ted, que me observaba como si no entendiera nada. Charlie me golpeó en el hombro, y se tuvo que meter el puño en la boca para ahogar la risa.

—¿Acabas...?—la risa le impedía hablar. Acababa de hacerlo. Acababa de...Era demasiado para Charlie.—¿Has llamado a la profesora McGonagall...mamá?

—¿Qué? ¡No, no, no, no!—Ted negaba con la cabeza muy asustado, tanto que su pelo se volvió blanco. Seguro que se acababa de dar cuenta de lo que había dicho, y también de que ni a Charlie ni a mí se nos olvidaría en la vida.—¡He dicho "sí, profesora"!

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora