Capítulo XXXIV

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—Harriet.

  Alguien me llamaba.

  Me revolví entre las sábanas, engurruñando la nariz. Lo primero que vi fue el libro que había comenzado a leer tras la cena, El hombre invisible, junto a mi almohada, cerrado. La página por la que me había quedado se había perdido, pero lo mismo daba: seguro que tendría que remontarme más atrás en mi próxima lectura, porque me había quedado frita leyéndolo.

  A través del dosel de mi cama pude ver la ventana, y detrás, la luna brillando casi en su totalidad. Seguía siendo de noche, muy de noche.

  ¿Habría soñado con que alguien decía mi nombre?

—Harriet.

  Mierda.

  No conseguía ver por ningún lado de dónde había procedido esa voz. Reculé en el colchón hacia atrás, sumergiendo mi mano bajo la almohada, donde siempre guardaba mi varita. Me causaba una sensación de confianza tenerla tan cerca. Escrutiné el alrededor de la habitación. Las otras cuatro chicas Hufflepuff de último curso dormían profundamente. ¿Sería alguna de ella sonámbula?

  O quizá...

  Cogí mi colgante con más fuerza.

  No. No podía ser Salazar Slytherin otra vez...¿o sí?

—Harriet—me llamó la voz, mucho más cercana que antes. Algo me tiró de uno de mis rizos rubios, y me giré a la vez que apuntaba con la varita.

—Wow, wow, wow, aborten misión—musitó James, levantando las dos manos.

—James, ¿cómo has entrado aquí?—pregunté, mucho más calmada al ver que no se trataba de ninguna figura fantasmal de cierto viejo mago.

—Por la puerta—dijo él como si fuera algo obvio.

  ¿Y para esto me despertaba?

  James llevaba unos vaqueros negros y una camisa blanca descuidada y semi-abierta en la zona del pecho. El cuello estaba arrugado, pero era evidente que al chico no le podía importar lo más mínimo.

  Sus hermosos ojos de peluche estaban rodeados por círculos violetas. ¿Qué podía preocupar tanto a James Sirius Potter como para impedirle conciliar el sueño?

—No sé qué te trae por aquí, pero debes irte—comencé a negar con la cabeza, tapándome aún más con la manta, a pesar de que James ya me había visto en pijama y le había gustado...detalle que no importaba en absoluto, por supuesto.—Es tarde, o temprano, depende de cómo se vea. Si alguien te ve...

—No tengo tiempo para eso, Harriet—me detuvo con la mano James. Se arrodilló junto a mi cama, de manera que por una vez mi cara estuvo más alta que la suya. Ja.—Tienes que ayudarme. Tengo el examen dentro de tres horas y media, y lo voy a suspender, porque soy inútil, y mi cerebro es una castaña asada, y McGonagall nunca me llamará señor, y me sacarán del equipo de quidditch, y todos pensarán que soy inútil, y tú dirás con razón que no merezco tu ayuda, y entonces...

—James—lo interrumpí, algo asombrada porque no se le hubiera acabado el aire con todo ese discurso—echa el freno. Respira y explícate. Estás así...¿por el examen de Transformaciones?

—¡Obviamente, Lowell!—James dejó caer su cara en el borde de mi colchón. Cuando habló sin levantarse, su voz se escuchó ahogada.—Llevo toda la noche despierto. No soy capaz de recordar nada.

  James Potter...¿con miedo a suspender?

  Mi corazón se conmovió, he de reconocerlo. Allí de rodillas, pidiéndome ayuda, lucía tan...tan...inocente. Recordé cuando Charlie me dijo que James no sabía manejar las situaciones estresantes; eso era más que evidente.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora