Capítulo LII

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—¡Esto es inaceptable! ¡Habráse visto semejante acusación!—gritaba Rita Skeeter en mitad del pasillo, aunque con el abrigo de pelo de erumpet que llevaba puesto, su voz era lo que menos destacaba de ella.—¡Me niego a que se ultraje mi honor de esa manera!

  "¿Qué honor?", me hubiera gustado preguntarle, pero entonces vi que la señora Potter... Ginny, se apresuraba a contestar:

—Disculpe, pero sólo le he hecho una pregunta. He entrado en la enfermería, y mi hijo no estaba, pero usted sí, en contra de las normas. ¿Tan raro que le parece que piense que pueda tener algo que ver con su desaparición?

  La línea de pensamiento era bastante lógica.

  El señ... bueno, Harry, se había adelantado hacia donde su esposa estaba cruzándose de brazos con la puerta que daba al lugar de trabajo de la señora Pomfrey a su espalda, protegiéndola cual perro guardián. Si hubiera podido apostar, daría diez galeones a que Rita Skeeter no conseguiría entrar.

  Y, ¿cómo que James no se encontraba allí?

—¡Ah, por ahí viene!—señaló Rita Skeeter con una uña rosa que más bien parecía una garra de cóndor. La pluma que siempre la acompañaba por los aires se acercó y le subió las gafas por el puente de la nariz. Entonces Skeeter abrió aún más los ojos y sonrió. Me recordó a un depredador relamiéndose.—No, no, si es Potter senior. Vamos, tú y yo nos conocemos desde hace tiempo, Harry. ¿Podrías decirle a tu mujer, por favor, que delira?

—Le tengo aprecio a mi vida, así que no—fue la contestación de Harry Potter, que se posicionó al lado de Ginny. Dirigiéndose a ella e ignorando olímpicamente a Skeeter, le preguntó:—¿Qué está pasando?

—Lo que has escuchado, Harry. James no está, y cabe la posibilidad de que se haya ido por ahí, pero me he encontrado a esta...mujer—sonó como que Ginny Potter quería decir otra palabra, pero mantuvo la compostura y se apartó el pelo rojizo de la cara de un manotazo para intentar serenarse.—Estaba en la enfermería, y sé que Percy le ha prohibido expresamente entrar en los terrenos del castillo, así que no sé cómo...

—Creo que yo me hago a una idea—Harry examinó a Rita, que seguía poniendo caras de ofensa con cada una de sus palabras.—Oiga, si no tiene permiso, no puede irrumpir en el sitio donde descansa mi hijo...

—¡Claro que tengo permiso!—contestó Skeeter.

—Eso no es cierto—tercié yo, y las miradas de los tres adultos volaron hacia mí. Mantuve la barbilla firme y clavé mi vista en Skeeter, que crujió la mandíbula un poco al verme.—El director tuvo que echarla un par de veces el pasado trimestre. En la última ocasión estuvo persiguiendo a Albus por el camino que lleva a la cabaña de Hagrid.

—Que usted, ¿¡QUÉ!?—explotó Ginny Potter. El rostro de la madre de James se puso del mismo color que su cabello.

—Ah, si está ella también aquí...—escupió sus palabras Rita Skeeter. Me examinó de los pies a la cabeza con un gesto de desprecio.—Parece que te tomaste mi consejo en serio, chiquilla, y estás espabilando. Aunque arrimarte a los Potter para conseguir algo sobre lo que escribir es despreciable hasta para mí...

  Acusé el golpe retrocediendo un paso. Ésa era la razón por la que había decidido fingir ser la novia de James en un primer momento... aunque no con el sentido con el que lo decía Skeeter. Además, si antes jamás hubiera podido difamar a unas personas ajenas a todo ese lío, ahora que los conocía, menos todavía.

—Se está pasando usted—saltó en mi defensa Harry, echándose hacia delante un paso. Agradecí con un intento de sonrisa que me defendiera, pero las palabras de Skeeter, como siempre, habían provocado el efecto deseado en mí.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora