Capítulo II

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No me dio ni tiempo a entrar en la sala común aquella mañana cuando una chica me embistió.

—¡Por los calzoncillos de Merlín!—chilló de forma tan aguda que estoy bastante segura que superó los decibelios permitidos para el oído humano.—¡Eres tú! ¡Harriet Cecilia Lowell!

Fue un poco extraño que se supiera mi segundo nombre, ya que era la primera vez que la veía. No era más que una chiquilla, que no pasaría del primer año. Sujetaba su pelo castaño en dos trenzas pequeñas y despeinadas, y tenía el uniforme tremendamente arrugado. Con todo, sonreía enseñando al mundo sus enormes paletas.

Lo más raro de todo es que traía a Charlie agarrado de la manga, quien parecía encontrarse en el mismo estado que yo.

Lo miré, solicitando explicaciones con los ojos.

Él se encogió de hombros y bostezó.

Gran ayuda.

—¡Sois los hermanos Lowell! ¡Los que han devuelto la gloria a Hufflepuff!—gritó de nuevo la chica, dando saltitos. Parecía que se le iban a salir sus ojos saltones de la emoción.—¡Cuando escuché lo que habíais hecho, deseé que me pusieran en Hufflepuff! ¡Y lo hicieron! ¡No puedo creerlo! ¡Compartiré gachas en el desayuno con mis dos ídolos!

¿Cómo reacciona una persona ante eso?

—Humm...gracias...—respondí, no muy segura de qué hacer con esa niña. Miré a Charlie otra vez, pero él estaba muy entretenido limpiándose legañas.—Disculpa, pero exactamente ¿quién eres tú?

—¡Soy Mary Elizabeth Corberó Gutiérrez III!—dijo la niña muy orgullosa.—¿Puedo darte un abrazo?

Y, sin esperar a mi respuesta, me estrujó entre sus cortos brazos que, sin embargo, poseían una fuerza sorprendente. Casi podía sentir cómo mis intestinos se aplastaban más y más en mi interior, y me pregunté si la señora Pomfrey tendría algún remedio para cuando se terminaran de comprimir.

—¡No puede ser! ¡Harriet Cecilia Lowell me está abrazando! ¡No volveré a lavar esta túnica jamás!—gritó la pequeña Mary, zarandeándome un poco.

Para ser justos, eso sonaba poco higiénico. Y yo no la estaba abrazando. Ella era la que me aferraba con tanta delicadeza y calidez como tendría una boa constrictor.

Por suerte para mí, finalmente Charlie reaccionó y le dio un par de golpecitos en el hombro a Mary, que se apartó para mirarlo con tanta ilusión como si fuera el mismísimo Ministro de Magia. Yo cogí un poco de aire, y descubrí que se me había saltado una lágrima del abrazo. No porque me conmoviera, sino porque ahora mis órganos internos mandaban señales S.O.S.

—No tengo ni idea de qué estás hablando, niña, pero puedo asegurarte que te confundes de pers...—comenzó a decir Charlie, pero la niña chilló otra vez. Mi hermano puso cara de susto y retrocedió discretamente, ocultándose un poco detrás de mí.

—¡Qué guapo eres! ¡Y encima modesto! ¡Por el tanga de Dumbledore!

—Eso no es cierto—me apresuré a decir yo.

—Gracias—fue la aportación de Charlie antes de volver a espiar a la niña desde detrás de mi hombro.

—¡Por supuesto que no os he confundido! ¡Tú eres el que consiguió llevar a Hufflepuff hasta la final de quidditch el año pasado! ¡Si una bludger no te hubiera golpeado en el brazo, hubieras atrapado la snitch!—comienza a gritar la chica. La sala común comienza a llenarse poco a poco de estudiantes, y algunos nos miran con curiosidad, pero la mayoría se dirigen al desayuno sin comentar nada.—¡Mi hermana mayor me contó que este año, si no vuelves a romperte algo, conseguirás la Copa de Quidditch para Hufflepuff!

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora