Capítulo LX

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—Dame una.

—No.

—Por favor.

—No.

—¡Por favor! ¡Te lo suplico! ¡Moriré de hambre si no me das una de tus deliciosas patatas fritas!

—Jim, contente. Hace sólo un rato que has comido...

  Jim se cruzó de brazos, enfurruñándose como si tuviera cinco años. Claro que la mueca no le funcionó muy bien que dijéramos porque en ese momento el viento provocó que su bufanda se levantara y le atizara en toda la cara.

—Odio mi vida—sonó debajo del tejido. Jim empezó a bracear para apartarse la tela, pero no era capaz y, por solidaridad a nuestra amistad, yo hice el esfuerzo de no reírme.

—Te ayudaría, pero tengo las manos ocupadas—comenté solamente, alzando mis manos para que se pudiera apreciar aún mejor los dos cartuchos de cartón que sostenía con ellas. Dentro de cada uno, un montón de patatas fritas humeantes y calentitas producían un contraste delicioso en comparación con el aire frío de la última semana de enero.

  Jim se deshizo finalmente de la bufanda de un manotazo.

—Eso. Tú restriégalo por mi cara—murmuró con cara de perro mojado, cruzándose otra vez de brazos pero poniendo cuidado en hacerlo en dirección al viento. A su espalda, el campo de quidditch se veía iluminado por los últimos rayos de la tarde.

  El entrenamiento de quidditch programado por Gryffindor había terminado hacía un rato, y mis pies empezaban a entumecerse de estar allí esperando, pero no podía quejarme. Además de porque no había avisado a James de que lo esperaría, sobretodo se debía a que prefería que pasara un buen rato en la ducha tras semejante cantidad de ejercicio. En mi lista de prioridades, los pies fríos están por debajo del mal olor corporal.

—¿Sabes?, algunas patatas fritas ayudarían a mejorar mi día—suspiró Jim. Sonreí ante los nuevos intentos de mi amiga. Ahora atacaba por la banda de la lástima. Interesante estrategia.

—¿Lo dices por el profesor Walsh?—pregunté, soplando para que un rizo que se me había metido en la boca se desplazara de ahí.

  Me peinaría con coleta si no fuera porque mi mata de cabello rebelde me protegía de coger una otitis.

  Jim bufó.

  El profesor Walsh hoy le había entregado su última redacción para Estudios Muggles y el resultado... bueno, digamos que el adjetivo "catastrófico" se queda corto.

  La asignatura que desde tercer curso se le atascaba a Jim era Estudios Muggles. Yo siempre lo había encontrado absurdo, porque podía a recurrir a mí en busca de ayuda en cualquier momento, pero Jim jamás cejaba en su obcecación: según ella, quería sacárselo sola.

  Respetaba su decisión... pero necesitaba aprobar todo con buena nota para que la admitieran como profesora, o al menos ayudante de Hagrid, el año próximo.

—Si luego te duele el estómago, te pido que no me culpes a mí—advertí antes de tenderle mi cucurucho de patatas fritas.

  La cara de Jim pasó de estar meditabunda a tremendamente feliz cuando cogió el primer puñado de patatas y se lo llevó a la boca.

—¿Alguna vez te he mencionado que te quiero, amiga?—preguntó con los carrillos llenos y cara de haber alcanzado el cielo. Sus mejillas estaban rojas por el calor de los alimentos.

—Sí, creo que te lo he escuchado decir alguna que otra vez—fingí recordar, y sonreí un poco.

  Jim rió con la boca llena, y se introdujo otro bocado de patatas fritas con dedos aceitosos.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora