—¿¡Que hiciste QUÉ!?
—Charlie, relájate...
—¡¿Fuiste a la Cámara de los Secretos?! ¡¿Sin avisarme?!
Eso era lo que yo llamaba discreción.
Miré a un lado y a otro, pero los únicos que estábamos en las gradas éramos nosotros. Un par de figuras sobrevolaban el campo de quidditch. Entre ellos, pude distinguir al número veinticuatro. No sabía por qué aquél era el que había elegido James, pero tenía cuestiones más importantes que atender.
—¿Podrías bajar la voz?—pedí, cruzándome de brazos.—Tus gallos alertarán a todo el mundo.
—Mis gallos...—a Charlie parecía que le iba a dar algo. Miró hacia su lado, donde Ted nos miraba con expectación.—Colega, ¿puedes ayudarme con esto?
—¡Menuda pasada!—gritó Ted con tanto ímpetu que asustó a un pájaro que andaba posado en un asiento cercano al nuestro. Se fue con el viento de la fría mañana de domingo.—¡Harriet, te has ganado mi respeto desde ahora! ¿Cómo fue? ¿Da mucho cague? ¿Estuviste a punto de morir? ¡Seguro que sí! ¡Menudo flipe!
No pude evitar sonreír al ver el efecto de las palabras de su amigo en Charlie. Se puso un poco más blanco, y se abanicó con la bufanda a rayas negras y amarillas que llevaba al cuello.
—A mí me va a dar algo—comentó, y dejó caer el culo encima de las gradas.
Yo me senté a su derecha.
—Charlie, respira—dije, dándole un toquecito con mis botas en sus zapatillas sucias que en otro tiempo fueron blancas.—Acompañé a Jim para que no le pasara nada. No volverá a intentarlo. Puedes dormir tranquilo...
—¡...sabiendo que mi hermana se juega la vida sin yo enterarme!
Ted comenzó a abanicarlo también. Transformó sus dos manos enguantadas en pequeñas alas para que la ventisca helada que produjeran fuera aún mayor.
—Oh, vamos, como si tú no lo hicieras—protesté. Estaba de acuerdo en seguir las reglas, en que estaba mal lo que habíamos hecho Jim y yo, pero no me parecía correcto que Charlie tuviera derecho a hacer el cafre todo lo que quisiera y yo no tuviera esa opción por una vez.—Charlie, ¿qué ha pasado con tu filosofía de "las reglas están para romperlas"?
—¡Jamás he afirmado eso! ¡Las reglas no están hechas para romperse!—protestó Charlie, atusándose el pelo rubio, que estaba casi blanco por el ambiente frío. Me pregunté si el mío se encontraría en el mismo estado. El de Ted, quien seguía abanicando, se había convertido en gris, así que era difícil saberlo.—Que nosotros no les prestemos la más mínima atención no quiere decir que estén para eso. ¿Por qué algo estaría hecho para romperse? No tiene sentido...
—Piñatas—replicó Ted.
—Envoltorio de burbujas—añadí yo.
Ted levantó un ala, que metamorfoseó hasta transformarla de nuevo en su mano derecha, y yo la choqué divertida. Esto de tomarle el pelo a Charlie respaldada por sus amigos era genial.
Charlie se apoyó la mano en el pecho y comenzó a respirar más fuerte mientras nos fulminaba a los dos con la mirada.
—¡Querido Charlie, vuelve a dormiiiiiiiiiiiiir!—empezó a cantar Ted de la nada. Cogió la cabeza de Charlie y la apretó contra su pecho mientras cerraba los ojos para cantar mejor. En el rostro de Charlie se formó una expresión de alerta, pero yo me estaba riendo demasiado como para prestarle atención.—¡Despierta cuando seas feliiiiiiiiiiiiz!
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CHISPAS (a Hogwarts story)
FanfictionHarriet necesita una historia. Desesperadamente. Tras haber ganado el JEM, otorgado por el Profeta, sabe que quiere escribir, y devolver al Periodismo la buena fama que malos escritores como Rita Skeeter le han arrebatado. Por ello, en el comienzo...