Capítulo LXIX

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ADVERTENCIA: ESTE CAPÍTULO CONTIENE ALGUNAS ESCENAS PARA MAYORES DE 18 QUE PODRÍAN RESULTAR VIOLENTAS. LEER BAJO RESPONSABILIDAD PROPIA O, SI NO, SALTAR DICHAS ESCENAS.

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El tío Ron fue el primero en levantarse para ir a bailar.

Fuera de la carpa había anochecido hacía un rato. Las luces flotantes se habían ido encendiendo poco a poco a medida que degustábamos los manjares preparados. Había habido un momento muy gracioso en el que los novios habían tratado de cortar el pastel de bodas y el cuchillo había salido corriendo. Yo me había sentido trastocada... hasta descubrir que formaba parte de la nueva gama de "cuchillos cobardes" que Sortilegios Weasley sacaría en primavera.

Los instrumentos solitarios, que no necesitaban de ningún intérprete para tocarse ellos solos, cada vez se animaban más. En aquel momento, violines y guitarras se habían venido arriba y estaban tocando una alegre tonada irlandesa que hacía hasta a los más aburridos mover los hombros en sus asientos.

Ron Weasley arrastró la silla entonces, levantándose de sopetón y logrando captar las miradas de unos pocos que estábamos cerca.

—La hora de mover el esqueleto ha llegado—comentó y, con una sonrisa muy campante, comenzó a avanzar alrededor de la mesa.

Yo pensé que había dejado a la ministra Granger tirada, pero entonces el tío de James hizo algo que me sorprendió aún más: se acercó a la profesora McGonagall y realizó una reverencia ante ella, ofreciéndole su mano.

—¿Qué me dice, profesora?—dijo, levantando una ceja.—¿Me concede un baile? ¿Por los viejos tiempos?

Vi en la cara arrugada de la profesora una sonrisa genuina de felicidad. A pesar de que ella nunca había tenido hijos biológicos, jamás me atrevería a decir que Minerva McGonagall no experimentaba lo que era ser una madre con cada uno de sus alumnos. La profesora de Transformaciones se atusó el sombrero y aceptó la mano del tío Ron, cogiéndose la falda y siguiéndolo hasta la pista de baile, donde comenzaron a danzar totalmente arrítmicos con respecto a la música de los instrumentos.

—El tío Ron siempre hace lo mismo—dijo James en mi oído.—Ya es una tradición casi. Creo que es por algo que pasó cuando eran jóvenes. No lo sé, el tío Ron le ha prohibido al resto de mis tíos hablar de ello.

Miré a James un momento. Tenía el pelo revuelto (lo cual ya no me sorprendía ni un poco) y una expresión de felicidad en sus bellas facciones.

Me puse en pie, alisándome un poco la falda y asegurándome de que todo en mi vestido seguía en su sitio. Milagrosamente, había conseguido no mancharme durante la comida.

—¿A dónde vas, Lowell?

—¿Tú que crees, Potter?—le tendí la mano, retándolo con la mirada, igual que él hacía conmigo en cada ocasión que se le presentaba.—Vamos. ¿O es que Súper James, terror de todo Hogwarts, no se atreve a "mover el esqueleto"?

James me sonrió ampliamente, mostrando su dentadura. Realmente parecía muy inocente cuando hacía eso... por unos cinco segundos. Luego decía alguna payasada, y pasaba a ser un idiota.

—¡Un momento!—exclamó una de las tías de Angelina Weasley al ver que algunas parejas más (y también algunos solteros) comenzaban a levantarse para bailar.—¡Angelina tiene que tirar el ramo primero!

Yo aplaudí, encantada, secundada por muchos, George Weasley entre ellos. Entre risas, Angelina se puso en pie y se dio la vuelta, dándonos la espalda a todos.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora